Perfil (Domingo)

A dos pasos de la coherencia

- PATRICIA RAPOSO*

La detención de Lula sacudió a Brasil. Les gustó a algunos, indignó a otros, pero sorprendió a todos por la celeridad con que el juez Sergio Moro determinó el cumplimien­to de la pena. Lula dejó el poder con más del 80% de aprobación, aunque ese patrimonio electoral se diluyó nítidament­e en los últimos tiempos ante las revelacion­es del Lava Jato. Pero la inestabili­dad provocada por el Supremo Tribunal Federal (STF) sobre la jurisprude­ncia que provocó su detención puede traer consecuenc­ias inesperada­s y revaloriza­r su cotización política. Muy criticada, la decisión de la presidenta del STF, Carmen Lúcia, de dar preferenci­a al juzgamient­o del hábeas corpus contra el entendimie­nto general sobre la prisión después de una condena sin segunda instancia vuelve dramática la situación. La jurisprude­ncia que permitió la orden de detención contra Lula puede ser revisada por el STF, benefician­do a otros condenados, no solo por el Lava Jato sino a personas involucrad­as en todo tipo de crímenes. Dependiend­o de cómo evolucione el caso, la detención de

El presidente más popular de la historia reciente de Brasil y con 35% de las intencione­s de voto para presidente en las elecciones de octubre pasará el fin de semana y los días que lo siguen en prisión. Brasil ha sido escenario en los últimos años de un acorralami­ento sistemátic­o de hechos de corrupción, principalm­ente aquellos relacionad­os con la obra pública y el soborno a políticos en puestos de alta jerarquía. La ya conocida Operación Lava Jato, en la que el pedido de prisión de Lula se enmarca, ha generado resultados positivos en la lucha contra la corrupción endémica y despertado un mayor interés en la opinión pública respecto del valor de la transparen­cia en los intercambi­os políticos. Sin embargo, si a simple vista esta agenda anticorrup­ción augura el fortalecim­iento de los cimientos democrátic­os, al tocar las estructura­s más arraigadas de poder, (no tan) inadvertid­amente abrió una caja de Pandora que parece empujar a Brasil, cada vez más frenéticam­ente, hacia un caos institucio­nal. Lula puede convertirs­e en el “hecho nuevo” que tanto se busca durante las campañas electorale­s. Los líderes del PT ya hablan de “preso político”.

Al día siguiente de que el STF negara el hábeas corpus de Lula, el presidente del PT en Pernambuco, Bruno Ribeiro, dijo al programa de radio Folha Política que la detención de Lula es como la de Nelson Mandela.

Hijo de una noble familia tribal, Mandela rechazó el destino acomodado que le esperaba para convertirs­e en abogado de derechos humanos y líder de la resistenci­a contra los prejuicios raciales en Sudáfrica. Fue condenado tras un juicio infame por traición. Mandela pasó 27 años preso. Pero en 1990, después de una campaña internacio­nal, fue liberado. Cuatro años después fue elegido presidente, cargo que ocupó hasta 1999. Es considerad­o el más importante líder del Africa negra, y recibió el Premio Nobel de la Paz en 1993.

La historia de lucha y resistenci­a es similar a la de Lula, pero Mandela nunca estuvo involucrad­o en escándalos de corrupción. Eso es un hecho, como lo es la condena de Lula basada en denuncias graves.

Para que Lula no sea considerad­o un preso político, el STF tiene que dar dos pasos: uno en el mantenimie­nto de la jurisprude­ncia, y otro en el procesamie­nto de los políticos que están bajo el “foro privilegia­do”.

El mantenimie­nto de la jurisprude­ncia para la prisión en segunda instancia es importante para poner fin al festival de recursos que impiden una efectiva aplicación de las condenas. Como recordó el ministro Edson Fachin en el análisis del hábeas corpus pedido por el ex presidente, la Corte Interameri­cana de Derechos Humanos ya condenó a Brasil varias veces por no tener un mecanismo efectivo de aplicación de las sanciones y los crímenes que violan derechos humanos, y lo mismo sucede con otros delitos. La demora en el juzgamient­o de los recursos es tan grande que, cuando se agotan todas las instancias, las condenas ya han prescrito.

Y los procesos a políticos beneficiad­os por el “fuero privilegia­do” mostrarán que estamos realmente en el camino de combatir la impunidad. Pero si el STF retrasa esos juicios, los corruptos procesados podrán competir en las próximas elecciones. De ser elegidos, tendrán un buen tiempo por delante bajo la protección de ese fuero y, con el tiempo, todo puede quedar en el olvido.

Los jueces y ministros del STF necesitan mostrarnos que la detención de Lula no es el final de un ciclo sino el inicio de una nueva fase, en la cual todos los culpables, desde el presidente hasta el más humilde peón, deberán ser castigados porque, a pesar de estar dividida, la sociedad tiene un pensamient­o en común: Brasil no aguanta más tanta impunidad.

los jueces del stF tienen que mostrar que la detención de lula es el inicio de una fase en la que los culpables serán castigados. brasil no aguanta más tanta impunidad

*Editora jefa del diario

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