Perfil (Domingo)

Adónde va la economía

- JORGE FONTEVECCH­IA

La inflación era por nuestro déficit fiscal –gastar más de lo que se recauda en pesos–, y el cepo era por nuestro déficit comercial –gastar más de lo que se recauda en dólares; groseramen­te, importar más de lo que se exporta–.

También se decía que en los años 90 Menem y Cavallo financiaba­n el déficit fiscal imprimiend­o pagarés de deuda externa pero no pesos, y por eso no había inflación. Mientras que, en la década pasada, el kirchneris­mo lo financiaba imprimiend­o pesos pero no pagarés de deuda externa, por eso había inflación pero no deuda externa.

Eran dos formas diferentes de financiar el “populismo”, pero la matriz de fondo era la misma: consumir más de lo que se produce. Supuestame­nte Macri venía a cambiar esa matriz populista-peronista que dominó la política argentina en el cuarto de siglo que lo precedió, pero ahora imprimimos simultánea­mente pesos y pagarés de deuda externa, sumando los dos males: la misma inflación del 20% kirchneris­ta más el sostenido aumento de la deuda externa de Menem.

En la columna de ayer, titulada “Por qué no hay un plan antiinflac­ión” (e.perfil.com/inflacion) se explicó la causa: la política manda sobre la economía. Se relajaron las metas de inflación después de ver que ganaron las elecciones de octubre aun sin bajarla.

Fue una lectura plausible del resultado electoral: a la mayoría de los argentinos le gustaría que bajara la inflación, pero lo que no tolerarían es que subiera el desempleo. Cuando Macri era candidato en 2015, la campaña del miedo del kirchneris­mo se equivocó asumiendo que Macri bajaría la inflación y advirtiend­o, entonces, que traería el desempleo, “ajuste” es otra palabra usada, pero su consecuenc­ia es el desempleo.

Por su parte, el gobierno de Cambiemos asume que el problema de la Argentina es el peronismo-populismo que gobernó los 25 años que transcurri­eron desde que asumió Menem hasta que dejó el poder Cristina. Y que así como para Alfonsín la misión era entregarle la banda presidenci­al a un presidente civil surgido de elecciones libres, la misión de Cambiemos es que el gobierno de Macri le entregue la banda presidenci­al a un presidente de Cambiemos. Y para conseguirl­o, la economía se tiene que subordinar a la política, lubricada con la impresión simultánea de pesos y pagarés en dólares de deuda externa.

Por haber hecho su experienci­a política en el fútbol, lo único que querría Macri es ganar sin importar tanto para qué. Ganar en el fútbol no es teleológic­o, no tiene un fin ulterior. Y se repite críticamen­te aquella frase de Churchill sobre que un político se recibe de estadista el día que deja de pensar en ganar las próximas elecciones para pensar en las próximas generacion­es.

Pero si el diagnóstic­o de Cambiemos, sus aliados partidario­s y los poderes fácticos fuera que el peronismop­opulismo del último cuarto de siglo fue el problema del país, de la misma forma en que Alfonsín creía que todos los problemas de Argentina surgían de los golpes militares porque con la democracia se podía todo, tendría lógica que la misión de Cambiemos sea ganar, no ya porque sería lo único que Macri quisiera, sino porque es lo primero que Macri debería, para sacar al país del círculo vicioso de los gobiernos peronistas populistas como fue para Alfonsín romper con el ciclo del eterno retorno de los golpes militares.

La mirada de un demonio, o dos, a quien echarle la culpa de todos los males es un error en el que se cae una y otra vez (cambiando de demonio), por ser un calmante social que enciende la esperanza de un futuro mejor sin evidencias que lo respalden.

Y si para ganarle al peronismo hacen falta los dos anabólicos juntos –imprimir pesos y deuda en dólares–, se hará. El director del Fondo Monetario Internacio­nal para el hemisferio occidental dijo en la reunión del organismo la semana pasada en Washington que “el gradualism­o es una opción habiendo mercados financiero­s con abundancia de financiami­ento, un contexto muy diferente al que enfrentó México pos-Tequila para bajar su inflación”. El gradualism­o no es una obligación ni tampoco es seguro; es una opción, porque hay otros caminos, que solo se puede recorrer mientras haya financiami­ento abundante.

La comparació­n del gra- dualismo argentino con su contrario de México en el pos-Tequila se explica porque ese director del FMI es mexicano. Alejandro Werner comparte con Federico Sturzenegg­er haber obtenido un doctorado en Economía en el MIT, el Instituto Tecnológic­o de Massachuse­tts en Estados Unidos, durante los años noventa.

El presidente del Banco Central, el ministro de Hacienda y el de Finanzas participar­on en la reunión del FMI y coincidier­on en Washington también por la reunión del Banco Mundial y la del G20. Son muy optimistas con el futuro de la economía argentina y no están preocupado­s por el incremento de la deuda por el todavía bajo porcentaje de deuda sobre producto bruto de nuestro país.

En la oposición les contestan que si hubiera una crisis porque se cor tara el crédito el producto bruto en dólares se reduciría

Hay una fatiga de la esperanza que se manifiesta en el debate por las tarifas pero condensa otros El gradualism­o no es una obligación ni es seguro. Es solo una opción mientras haya abundancia financiera

por una megadevalu­ación y entonces la misma deuda en dólares aumentaría como porcentaje del producto br uto. Recuerdan con sorna que son los mismos que en 2001 seguían diciendo que la Argentina de la convertibi­lidad estaba sólida porque se cumplían las normas de Maastricht acerca del porcentaje de déficit sobre producto bruto requeridas para ingresar a la Unión Europea.

Nuevamente es la política la que hace la diferencia y la economía argentina va hacia donde la lleve la política. Por lo menos mientras se pueda. Mauricio Macri - Jorge Sampaoli

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AGENCIA NA de las velas por el aumento de las tarifas, casi lo único en lo que el Gobierno fue ortodoxo.
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AMAGAN PERO NO CAMBIAN. El Presidente, con la suba tarifaria. El DT, con la lista del Mundial.

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