Perfil (Domingo)

Libros, películas y personajes

- POR QUINTíN

Acá van dos historias que conectan el cine y la literatura. Una comenzó en medio del Bafici, cuando mi amiga chilena Carla McKay, loca por los astros, me pidió que le consiguier­a un autógrafo de John Waters. Como los pedidos de Carla son órdenes, acudí a Mateo Bendersky, personaje que tiene en el festival una función particular: no solo atiende a los invitados, sino que los hace felices. Es un trabajo que solo le vi desarrolla­r a Lucius Barre en el festival de Rotterdam, un maestro en lo suyo. Recuerdo que lo invitamos al Bafici 2004 para que les explicara su oficio a los de la oficina de invitados, pero se lo tomaron como una frivolidad: el staff de los festivales tiende a pensar que su función es martirizar a los huéspedes, no vaya a ser que se abusen. En ese sentido, la contrataci­ón de Bendersky es señal de un avance importante. Pero sigamos con la historia. Cuando encontré a Bendersky, me dijo que Waters se había ido el día anterior, no sin antes regalarles a todos los que habían tratado con él un souvenir de su sello: un sachet autografia­do de limpiador anal. Le pedí una foto y se la mandé a Carla, que quedó extasiada. Pero yo tuve mi propio recuerdo de Waters. Resulta que pasé por la distribuid­ora de Anagrama a buscar unos libros y Sebastián Lidijover me regaló un librito de Waters titulado Cómo liarla (en inglés Make Trouble o Hagan lío, frase utilizada por un nefasto personaje que vive en el Vaticano y que no creo que simpatice con el autor). Lleno de simpáticos dibujos, Cómo liarla es el primer libro que conozco de autoayuda para freaks. Les dice que pueden seguir su ejemplo e infiltrars­e en el establishm­ent, ser famosos y triunfar sin dejar de ser fieles a sí mismos. Y él se pone como ejemplo de haberlo logrado, aunque empezó su carrera como el primer expulsado por fumar marihuana en una universida­d de los Estados Unidos. Segunda historia. El martes fui a la Feria del Libro y me encontré con Vanina Colagiovan­ni, escritora y editora del sello de poesía Gog y Magog. Vanina me presentó a Mario Varela, cineasta y poeta, aunque se define como andinista. Varela dirigió una película que Colagiovan­ni produjo y se vio en el Bafici bajo el espantoso título La vida que te agenciaste. Pero la película no es horrible ni mucho menos, sino una interesant­e aproximaci­ón a la poesía argentina de los 90, especialme­nte sobre la revista 18 Whiskys con material de archivo y otro filmado para la ocasión. El grupo de la revista se disolvió abruptamen­te y el film de Varela (un ex integrante) es una combinació­n de otros dos, que podrían llamarse Nos habíamos amado tanto y Buscando al Daniel Durand, misterioso personaje refugiado hoy en un punto remoto del planeta y enojado a muerte con sus ex compañeros. Viendo el film de Varela aprendí que los 18 Whiskys eran individual­istas que renegaban de todo contacto con la política. Esa época en la que estaban de moda la poesía y la marginalid­ad me pareció más simpática que la actual, signada por la narrativa de taller, la declamació­n progresist­a y cierto careteo (en muchos casos, a cargo de los mismos personajes que antes renegaban de esas cosas). La película, de esas que el Bafici esconde en una sección remota, es un buen punto de partida para una conversaci­ón que recién empieza y que tal vez valga la pena.

Luc Boltanski y Arnaud Esquerre agregan que lo propio de estos nuevos objetos de enriquecim­iento es que “la narrativid­ad forma parte de su manera de estar en el mundo”. Crear relatos para las mercancías, ese parece ser el nuevo tipo de trabajo intelectua­l precarizad­o.

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JOHN WATERS

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