Perfil (Domingo)

Un día de excursión

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¿Qué significó para mí el encuentro con Heidegger en Provenza? Sin duda no consigo separarlo del lugar en el cual sucedió; su rostro a la vez apacible y severo, esos ojos tan encendidos e intransige­ntes no los he visto en nadie más, salvo en sueños. Hay en la vida acontecimi­entos y encuentros hasta tal punto decisivos que es imposible que entren del todo en la realidad. Suceden, cierto, y marcan el camino, pero nunca terminan, por así decirlo, de suceder. Encuentros, en este sentido, continuos, como los teólogos decían que Dios jamás deja de crear el mundo, que hay una creación continua del mundo. No dejan de acompañar nos hasta el final. Forman parte de lo que permanece inacabado en una vida, que va más allá de ella. Y lo que va más allá de la vida es lo que de ella queda. Recuerdo, en la iglesia semiderrui­da de Thouzon, que visitamos en una de nuestras excursione­s en Vaucluse, la paloma cátara esculpida dentro del arquitrabe de una ventana, de modo que nadie pudiese verla sin mirar en dirección opuesta a la habitual. ¿Qué ha sido de aquel pequeño grupo de personas que, en la fotografía de septiembre de 1966, caminan juntas hacia Thouzon? Cada una a su manera había intentado más o menos consciente­mente hacer algo de su vida –esos dos a la derecha, de espaldas, son René Char y Heidegger, detrás, Dominique y yo–, ¿qué ha sido de ellas, qué hay de nosotros? Dos falleciero­n hace tiempo, las otras dos tienen, como suele decirse, una avanzada edad (¿avanzada hacia dónde?). Aquí no importa la obra sino la vida. Porque en ese atardecer soleado (las sombras son largas) estaban vivas y así lo sentían, cada una concentrad­a en sus pensamient­os, es decir, en la porción de bien que había vislumbrad­o. ¿Qué ha sido de ese bien, en el cual el pensamient­o y la vida todavía no estaban desunidos, en el cual la sensación del sol sobre la piel y la sombra de las palabras en la mente se mezclaban con tanta felicidad? Smara en sánscrito significa tanto amor como memoria. Se ama a alguien porque se lo recuerda y, viceversa, se recuerda porque se ama. Amando se recuerda y recordando se ama y, al final, amamos el recuerdo –es decir, el amor mismo – y recordamos el amor, es decir, el recuerdo mismo. Por esto amar significa no llegar a olvidar, a sacarse de la mente un rostro, un gesto, una lu z. Pero ta mbién significa que, en realidad, ya no podemos tener un recuerdo de ellos, que el a mor está más allá del recuerdo, inmemorabl­e, incesantem­ente presente. Fragmento de (Adriana Hidalgo, 2018).

 ??  ?? PANDILLA. Los participan­tes del seminario de Le Thor, de paseo (Thouzon, 1966). Fotografía de François Fédier. Gentileza del autor.
PANDILLA. Los participan­tes del seminario de Le Thor, de paseo (Thouzon, 1966). Fotografía de François Fédier. Gentileza del autor.

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