Entrevista al escritor británico que dio vida a las novelas de Jack Reacher.
Con su personaje Jack Reacher, el escritor británico ha publicado casi veinte títulos y vendido más de cien millones de ejemplares. Un fenómeno a escala planetaria admirado por Stephen King, Ken Follett y César Aira, entre otros.
Lee Child no se complica demasiado al momento de hablar sobre literatura. Nunca quiso ser escritor, y si lo es todo se debió a razones de fuerza mayor. “Fui despedido de un trabajo en el que estuve más de 18 años. Mi inspiración fue una cuenta bancaria que en poco tiempo se quedaría sin fondos”, dice. Tampoco le preocupa construir una figura de autor, ni la necesita: con sesenta millones de ejemplares vendidos, la saga de Jack Reacher lo consagra como un best-seller a escala global y como el nuevo referente del thriller. Nacido como Jim Grant en Coventry, Inglaterra, en 1954, la historia de Child como escritor comienza con su despido de Granada TV, la compañía de televisión británica donde se desempeñó como productor. A partir de Killing Floor ( Zona peligrosa, 1997) y hasta Past Tense (2018, aún no traducida al español), escribió 23 novelas protagonizadas por Jack Reacher, un policía militar retirado que lleva una vida de vagabundo.
“Reacher fue creado para ser diferente de otros personajes literarios –dice Child en diálogo con PERFIL desde Nueva York, donde vive–. No tiene adicciones, ni familia, ni un trabajo regular. Lo que me llevó hacia los thrillers fue el hecho de que me encantaba leerlos. ¿No es ése el secreto para escribir? ¿Sabiendo lo que hace que algo sea bueno?”
Child conoce a la perfección esos secretos: un personaje, como Reacher, capaz de movilizar fantasías ocultas de los lectores respecto a la ley y el castigo; el contrapunto de figuras que representan valores tan básicos como el bien y
el mal; las tramas de estructura compleja y a la vez fluidas en su despliegue, sostenidas en el suspenso que rodea a la acción.
Un western posmoderno. La historia de Reacher está en permanente construcción a través de las novelas y los relatos que integran la saga. El personaje de Child nació en Berlín Occidental en 1961, hijo de un marine de combate y de una francesa; creció en bases militares con un hermano mayor, Joe, y llegó a ser mayor de la Policía Militar, en el área de Inteligencia, hasta que un día lo despidieron.
“Reacher siguió siempre sus propias reglas. Creció en un ambiente fracturado, seis meses acá, seis meses allá, siempre en movimiento, nunca quieto, sin echar raíces. Una vez fue soldado, pero lo bastante despierto como para creer todo lo que se decía. Obedeció solamente las reglas que para él tenían sentido. Entonces fue despedido y se convirtió en un marginal, profundamente cómodo en la soledad”, escribió Child en el prólogo a Las reglas de Jack Reacher, un libro que reúne máximas y reflexiones de su personaje, tan breves y certeras como los golpes que lo vuelven imbatible en la pelea callejera.
Las novelas de Child aprovechan recursos de los grandes géneros narrativos. El escritor norteamericano Michael Connelly definió a la serie como un western posmoderno: Reacher se parece a aquellos vagabundos solitarios del Lejano Oeste que llegaban a un pueblo para poner orden, y después seguían su camino. Como en las novelas de espionaje, además, lo que se presenta como real en sus historias suele ser ilusorio, convencional, por definición un engaño: la verdadera realidad permanece oculta con toda intención, porque el secreto es inherente a su funcionamiento y a su eficacia, y la condición de su poder.
“Reacher es el extraño misterioso”, dice Child. Sus modelos provienen de arquetipos de la Justicia reivindicativa, personajes que aparecen para reparar las fallas del orden. “Como Robin Hood, Shane, el del Oeste americano, o Beowulf –propone–. No se ve a sí mismo como un guardián y no se siente responsable de proteger a nadie. Más bien detesta a los que presumen de su fuerza”.
Ajeno al mundo digital, Reacher es una especie de justiciero en situación de calle, un Sherlock Holmeless, como bromea uno de los personajes de Perso
nal. Deambula por el mundo sin otra cosa que la ropa que lleva puesta y un cepillo de dientes, listo para entrar en acción.
El FBI, la CIA y la DEA suelen requerir su colaboración, pero al igual que el personaje de Arthur Conan Doyle respecto a Scotland Yard prefiere mantener la distancia y la independencia, sin preocuparse si queda en segundo plano y los investigadores oficiales se arrogan los méritos del caso.
Las razones de Estado y los valores del personaje no siempre coinciden: en Personal, la misión que le encarga un alto jefe del FBI resulta una trampa para lograr objetivos encubiertos; en Trampa
mortal, pone al descubierto un vergonzoso secreto de Estado. “Reacher no piensa nada especial acerca del FBI o la CIA –aclara Child–. La única razón por la que se involucraría con una agencia es porque alguien al que respeta pide su ayuda”.
El buen soldado. Reacher no suele ir en busca de sus misiones. Ocurre más bien al revés, como en El camino difícil, donde se introduce en la historia simplemente porque está tomando un café y observa el paso de un auto en el que va, como se entera enseguida, la víctima de un secuestro.
Pero la falta de vínculos y su desarraigo son también el síntoma de su falta de adaptación a la sociedad civil. Y la prueba de que su ámbito de pertenencia sigue siendo el Ejército, no ya como institución sino por los valores básicos que evoca: la disciplina, la camaradería viril, el espíritu de sacrificio. Sin dramas, ni conflictos de personalidad.
—Reacher es pragmático –dice Child–. Está muy cómodo con lo que es. Tiene todo lo que necesita y nada más. Una mujer que pudiera quedarse un tiempo podría ser algo bueno, pero todavía no la ha encontrado.
En su visión del mundo pueden reconocerse aspectos típicos de la perspectiva militar, como el desprecio hacia los políticos, la importancia que le asigna a la acción por encima de los grandes discursos y la presencia central de las armas. Las intervenciones de los
“Como Robin Hood, Shane, el del Oeste americano, o Beowulf, Jack Reacher no se ve a sí mismo como un guardián y no se siente responsable de proteger a nadie.”
EE.UU., desde la Segunda Guerra hasta el Golfo y Afganistán, son el trasfondo constante de la saga de Reacher, una cantera inagotable de temas y personajes.
“La nueva identidad de James Penney”, uno de los grandes relatos de Child, muestra los valores que mueven al personaje. La historia, recopilada en Sin segundo nombre, gira en torno a un operario que provoca un incendio después de ser despedido. Reacher lo pone a salvo de la persecución policial porque es un veterano de Vietnam: “Un beneficio de ex combatiente. De un soldado a otro”, le dice, después de darle los documentos de otro militar, un probable espía ruso, un traidor al que ejecutó y cuyo cadáver lleva en el baúl del auto.
La historia recrea dos motivos a los que Child es afecto: el individuo perseguido por las fuerzas del Estado, acusado de un crimen que no cometió, situación en la que Reacher suele encontrarse, y el contraste entre la ética individual y las razones de las empresas, en este caso encarnado por Penney y un gerente de recursos humanos que recita los lugares comunes sobre la necesidad de reducir costos y obedecer al mercado.
Los francotiradores, como figuras que representan la eficiencia y la profesionalidad, son otra obsesión, reiterada en Un disparo –llevada al cine con Tom Cruise como Reacher–, Personal y “Bien al fondo”, otro de los grandes relatos recopilados en Sin segundo nombre, sobre una agente rusa encubierta en el alto mando del Ejército.
—Los francotiradores son expertos absolutos en su campo –dice Child–. Lo mejor de lo mejor. Me gusta ubicar a Reacher contra cualquiera que piensa que es el mejor.
En Trampa mortal, el personaje confronta con Garfio Hobie, un veterano de Vietnam al que la guerra cambió literalmente para mal. Child compone un gran carácter
con esa figura, lindante con el terror, en una novela que aborda la cuestión de los prisioneros de guerra norteamericanos, el drama de los desaparecidos en combate y el trabajo de los antropólogos forenses. Reacher tropieza entonces con información clasificada: la historia de un héroe de guerra que parece haberse convertido en desertor Sin secretos. Child define la serie como “historias de venganza” y entiende la violencia a la que recurre su personaje como una metáfora. La ficción compensaría a los lectores de ciertas frustraciones, les daría satisfacciones que en la vida real no pueden ni deben encontrar: la posibilidad de que Reacher le rompa el cuello sin más a un malvado, o le haga estallar la cabeza de un disparo descripto con fruición e ironía. El terrorismo, el crimen organizado y el narcotráfico suelen estar en la mira del personaje. La inspiración de Child no tiene secretos. —Una de las preguntas más frecuentes a un autor es cómo se le ocurren sus ideas –dice–. Todo lo que necesitás hacer es leer el diario, y así obtendrás muchas ideas. La ficción tiene una manera de llevar al lector a ver una situación desde una perspectiva diferente, y si eso contribuye a comprender a otros, entonces es genial. Los títulos de sus libros son tan despojados y concisos como su estilo de escritura, directo y cargado de ironía. El modelo de narración es secundario, dice Child. —Estoy más interesado en el tono de voz –explica–, cómo las palabras suenan en tu cabeza mientras estás leyendo. La trama y los personajes son importantes pero la escritura, para mí, es lo que atrapa al lector. “Escribir es un espectáculo para tímidos”, tuiteó Child el 22 de mayo. Por eso se considera un creador de entretenimiento ( entertainer).
—Cuando tenía tiempo, actuaba en obras de la escuela y más tarde en pequeños teatros regionales. Durante las vacaciones de la escuela, buscaba trabajos donde pu-diera involucrarme en algo de teatro. Cuando dejé Granada TV, quise permanecer en el entretenimiento. Escribir parecía la cosa correcta de hacer y con trabajo duro y suerte salió todo muy bien.
Tiene también un rito. Cada 1° de septiembre, como conmemoración de la fecha en que se convirtió en escritor, Lee Child comienza una nueva novela. Está comprometido con el trabajo.
—Les hice una promesa a los lectores –cuenta–: si siguen comprando las novelas de Jack Reacher, las seguiré escribiendo.