El lector y el crítico
La vida invisible
Autora: Sylvia Iparraguirre Género: autobiografía lectora
Otras obras de la autora: Del día y de la noche; El país del viento; Encuentro con Munch; La orfandad; La tierra del fuego Editorial: Ampersand, $ 290
Ultimamente es usual ver escritores hablando de política, del aborto, del movimiento feminista, u opinando sobre el precio del dólar o sobre políticas económicas, siempre desde un ethos revolucionario trabajado cuidadosamente desde Twitter. Así las cosas, la propuesta de la editorial Ampersand parece casi revolucionaria: los exhorta a que vuelvan a hablar de libros. Les da un espacio para que cuenten cuáles fueron sus itinerarios de lectura. No solo qué leyeron, sino también lo importante: cómo lo leyeron, desde dónde y a partir de qué mediadores.
Hasta ahora, de la colección Lectores participaron Daniel Link, Sylvia Molloy, Alan Pauls, Noé Jitrik y José Emilio Burucúa. Quien se suma en esta ocasión es Sylvia Iparraguirre. Pero la autora de Encuentro con Munch, que empezó publicando en la década del 70 en revistas paradigmáticas como El Escarabajo de Oro o El Ornitorrinco, de la que además fue cofundadora con Abelardo Castillo, su
marido, no se aparta mucho de los clásicos, y la lectura que hace de ellos tampoco se aleja demasiado de las lecturas canónicas.
Lo que sí es interesante en Iparraguirre, al menos en este caso, es la experiencia con sus dos grandes mediadores o maestros: Borges y Abelardo Castillo.
A Borges lo conoció en la cátedra de Literatura Inglesa de la UBA y lo describe como un profesor que, además de los contenidos, también transmitía, y sobre todo desde el humor, una mirada desacralizante de la literatura, que en cierto modo era parecida a la de Castillo, a quien la unió la pasión por la lectura, aunque sus modos de leer estaban casi en las antípodas. En un caso, el de ella, prevalecía una lectura que podríamos llamar “crítica”, sustentada en una bibliografía; en el otro, un método que no precisa sustentarse en ninguna autoridad, y que ella parafrasea así: “Dejo correr la vista por el texto hasta que algo, una línea, me atrae la atención, me atrapa, entonces ahí hay algo que el libro quiere decirme”.
Por supuesto, tarde o temprano siempre el lector se termina imponiendo al crítico. “Mi encuentro con Abelardo dejaría nulos y sin efecto a mis profesores de la facultad”.