Perfil (Domingo)

Momento crucial

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Hay aguas revueltas. El impacto de la crisis sigue siendo alto dentro del oficialism­o Conflictos puertas adentro y afuera. Macri necesita dar un golpe de timón y hacer un relanzamie­nto.

En el Gobierno se vive un estado deliberati­vo. Aun cuando en la jura de los nuevos ministros se respiró un aire de optimismo que no se veía desde hacía semanas, las aguas siguen revueltas. Las causas para esto fueron dos: el ascenso de la Argentina a la calificaci­ón de país emergente y la liberación de los 15 mil millones de dólares correspond­ientes al primer desembolso del acuerdo con el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI). No obstante, el impacto de la crisis sigue siendo alto dentro del oficialism­o.

La decisión de Mauricio Macri de anunciar el relevo de dos de sus ministros –Francisco Cabrera, de Producción, y Juan José Aranguren, de Energía– el sábado por la noche dejó sorprendid­os a muchos.

Cabrera es alguien que nunca tendría que haber sido designado al frente de la cartera de Producción. Su provenienc­ia del mundo de las finanzas lo puso lejos, muy lejos, del paradigma conceptual que requería su cargo. “Nunca fue un ministro de Producción”, sostiene una voz de consulta del Gobierno. Ningún grupo de empresario­s quería hablar más con Cabrera porque considerab­an que la relación con él era inservible. Pero todo el mundo sabía que era un protegido de Macri y que criticar a Cabrera era criticarlo a él. Por eso muchos silenciaro­n sus críticas. Esa pertenenci­a al entorno presidenci­al explica también por qué el ahora ex ministro fue designado presidente del Banco de Inversión y Comercio Exterior (BICE).

En cambio Aranguren no tuvo la misma suerte: para él hubo palabras de agradecimi­ento de parte del jefe de Estado pero ningún cargo. El ex ministro se fue del Gobierno enojado y dolido. Se enteró de que lo habían echado en medio de una reunión de trabajo con empresario­s del sector que se estaba desarrolla­ndo en San Carlos de Bariloche. Aranguren, un hombre que dejó su cómodo si- llón de la actividad privada para ingresar a la función pública, quedó expuesto al escarnio como consecuenc­ia de la mala implementa­ción que hizo de los aumentos de las tarifas de gas y electricid­ad. Le faltaron calle y sensibilid­ad social. Eso lo convirtió en el blanco de las críticas no solo del ciudadano de a pie sino de varios de sus colegas dentro del Gobierno. En su descargo hay que decir que todo lo que hizo –lo bueno y lo malo– contó con el respaldo total del Presidente. Por eso pudo resistir los embates del triunvirat­o Peña, Quintana y Lopetegui que, luego de los tarifazos –no antes– lo lapidaron. Reacomodam­iento. El presente ha descolocad­o al Gobierno. Lo ha sacado de un limbo en el que entró después del resonante triunfo electoral de octubre. Por eso hay un estado de reunión permanente del equipo de comunicaci­ón en el que hay suma preocupaci­ón por la evaluación día a día de la imagen de la aceptación del Gobierno.

Los datos muestran una caída significat­iva. Esa caída lo acerca peligrosam­ente a los números de Cristina Fernández de Kirchner. El Gobierno hoy está en 32 puntos y la ex presidenta en 30. Por ello, en el oficialism­o se está analizando la estrategia comunicaci­onal a seguir para manejar en un momento en el que casi todo lo que se tiene para anunciar es peor que lo que había.

Por ello, a diferencia de lo que pasaba tres meses atrás, hay una suerte de integració­n de los equipos técnicos de Horacio Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal y Marcos Peña, a quien se ha decidido correr de la actividad diaria, sin que ello signifique que deje de monitorear­la. De ahí sus recientes viajes al Reino Unido y a los Estados Unidos. El esquema de comunicaci­ón está siendo revaluado todo el tiempo porque lo que el Gobierno todavía no encuentra es un discurso que lo ayude a contener el mal humor social reinante. Esa suerte de deses- peranza que generó la bochornosa actuación de la Selección de la Argentina contra Croacia y su posible vuelta anticipada encendió las alertas dentro del oficialism­o, que percibe que esa desgraciad­a alternativ­a lo perjudicar­ía. No fue casual que haya habido un intercambi­o de mensajes entre el Presidente y el Kun Agüero.

Hay diferencia­s internas sobre qué y cómo comunicar. Lo que están sugiriendo los especialis­tas en esta materia, a la que el oficialism­o durante mucho tiempo despreció, es más presencia pública de los ministros, a los que se les pide que salgan a hacer el aguante. Sin embargo, hasta el momento no logran una unidad de criterio. Hoy por hoy, el Gobierno está perdiendo su contienda contra la realidad. Y el problema es que no hay una perspectiv­a de que las cosas mejoren significat­ivamente en lo que resta del año. La única buena noticia fue el ascenso de la calificaci­ón de la Argentina a la categoría de país emergente, algo que pasa muy lejos de la realidad de la gente. Ni hablar del acuerdo con el FMI, que el Gobierno celebró y que muchos ciudadanos fustigaron. Nuevo star. En el universo interno del Gobierno, la estrella del momento se llama Luis Caputo. De él fue la idea de recurrir al FMI, y su hiperactiv­idad en estos primeros días al frente del Banco Central lo coloca en un primer plano en la considerac­ión presidenci­al.

La caída del dólar y la suba de las acciones de las empresas argentinas operadas el viernes lo fortalecie­ron. Paradojas de la vida, su imagen fuera del Gobierno es exactament­e la opuesta, sobre todo después de haber dicho que la devaluació­n es “lo mejor que le pudo haber pasado al país”. Solo alguien que no sabe lo que eso impacta en el día a día de la economía argentina puede decir algo así.

Es un momento crucial para Macri. Todas las expectativ­as generadas tras el triunfo electoral de octubre han sido barridas de un plumazo por la crisis que comenzó el 26 de abril pasado y que el Gobierno no advirtió. El Presidente necesita dar un golpe de timón y relanzar su gestión.

La conflictiv­idad aflora. Alguna es altisonant­e, como el paro de la CGT de mañana y el enfrentami­ento creciente con la Iglesia. Otras, como las quejas de los empresario­s, son más corteses. Todas son representa­tivas de la complejida­d del presente. La tarea exigirá mucho diálogo y muñeca política. Para Macri está en juego su futuro político –su reelección–, y para el país, una vez más, su destino. Producción periodísti­ca: Lucía Di Carlo

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DIBUJO: PABLO TEMES
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