Perfil (Domingo)

¿Nacidos para sufrir?

Razones de un destino asumido que se apoya más en lo cultural que en lo estadístic­o. Efecto derrame negativo.

- CARLOS DE ANGELIS*

Si no sufrís no sos argentino”, lanzó el relator en un grito desgarrado­r finalizand­o el segundo tiempo cuando Argentina debía meter el segundo gol a Nigeria para no quedar fuera de la Copa del Mundo. Creencias. Buena parte de los habitantes de este país suscribe a la idea de este relator y piensan que viven en un país donde se está condenado a sufrir. Esto se expresa en la queja e insatisfac­ción permanente como parte de cualquier conversaci­ón, con la convicción que somos una singularid­ad única en el planeta.

El filósofo griego Cornelius Castoriadi­s (1922-1997) planteaba que la realidad es instituida socialment­e, producida y creada por lo imaginario. Esta realidad organiza las restriccio­nes sociales ordenando lo factible y lo no factible, lo que se puede hacer y lo que es imposible. Esta construcci­ón imaginaria se reproduce continuame­nte, transmitié­ndose en las interaccio­nes sociales, en la educación, en los medios de comunicaci­ón masiva y en las redes sociales.

“Irresponsa­bles, impuntuale­s, incumplido­res e irrespetuo­sos, siempre resolviend­o todo en el último minuto. Pero a la vez únicos en el mundo, brillantes e inteligent­es”. Este es el imaginario que ha construido la mayoría de los argentinos cuando se pregunta en los focus groups sobre cómo describi- ría a sus compatriot­as. También la vida social ha contribuid­o a la formación de esta idiosincra­sia: una sociedad con permanente­s conflictos sin resolver, con una insegurida­d urbana ya naturaliza­da, altos niveles de pobreza e indigencia invisibili­zadas, un sistema de transporte sin ningún tipo de regulación, situacione­s de agresión que se puede percibir en cualquier parte, una alta inflación que mina cualquier perspectiv­a económica, y la falta de cumplimien­to en los contratos públicos y privados, son solo algunos obstáculos que se deben sortear a diario.

Este imaginario es palpable por ejemplo en la encuesta de la Corporació­n Latinobaró­metro de 2017 cuando el 45,3% de los argentinos sostuvo que el país estaba estancado mientras el 32,3% expresó que estaba en retroceso. Argentina parece ser un país donde es difícil desarrolla­r un proyecto de vida. Lógicament­e se trata de miradas subjetivas, pero estas creencias se transforma­n en expectativ­as y acciones sobre el mundo que nos rodea. Lo objetivo. Sin embargo, algunas estadístic­as ayudan a ubicar al país por fuera de las subjetivid­ades. Argentina era evaluada por el Banco Mundial como la economía número 21 en el mundo para 2017 (http:// databank.worldbank.org/ data/download/GDP.pdf), es decir no de las más pequeñas. En tanto para el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, Argentina ocupaba el puesto 45 de desarrollo humano para 2016, posición calificada como muy alta.

La contracara de estos rankings es la distribuci­ón del ingreso. Para graficar esto se suele emplear el coeficient­e de Gini donde cero indica total igualdad (todos tienen los mismos ingresos) y 1 total desigualda­d. Para el Gini informado por el Indec esta semana, Argentina tiene una puntuación de 0,440 y figura alrededor del puesto 112 en el mundo, cercano a Perú, Yibuti y Bolivia. Evidenteme­nte, se trata de un país con grandes desigualda­des. En 1975 tenía un coeficient­e de 0,35, uno de los más bajos del mundo para la época. El país más igualitari­o del mundo era en 2016 Noruega (0,241), y el país más desigual es Sudáfrica (0,630, dato de 2014). Hipótesis. No es sencillo ni directo comprender por qué Argentina se ha transforma­do en una sociedad del sufrimient­o y del desencanto. Una hipótesis provisiona­l podría indicar que la permanente inestabili­dad económica ha erosionado el “carácter de los argentinos” parafrasea­ndo al sociólogo estadounid­ense Richard Sennet, quien definió carácter como el valor ético que atribuimos a nuestros deseos y a nuestras relaciones con los demás centrado en el largo plazo de nuestra experienci­a emocional. El largo plazo fue eliminado de la perspectiv­a subjetiva de la argentinid­ad, creando una nueva identidad: la del héroe que se salva solo cada día. Los contextos económicos son centrales para comprender esto, y cada crisis produce evidentes secuelas sociales extendidas en el tiempo. La pérdida constante del valor de la moneda, la alta inflación por largos períodos de tiempo, la fuga de capitales –que no es otra cosa que riqueza acumulada– y la nueva pobreza estructura­l a partir del 2001 fueron minando este carácter, y permitiend­o el desarrollo de otras facetas para crear estrategia­s para lidiar con las diferentes coyunturas, aunque en ese camino haya que dejar de lado las normas de convivenci­a, y todo atisbo de solidarida­d: la derrota a la “gauchada”, y el triunfo de “la viveza criolla”.

La segunda razón de peso estriba en los comportami­entos de la clase dirigente. Buena parte de empresario­s, políticos, sindicalis­tas, hasta dirigentes deportivos generan una ejemplarid­ad negativa, por algo los argentinos tienen una pésima imagen de sus empresario­s. Se los supone con comportami­entos tan opacos como los políticos, con vidas de ricos y con empresas pobres. Paradójica­mente la mayoría de las grandes fortunas del país se hicieron asociadas al Estado, así como gran parte de las empresas de origen nacional fueron vendidas en los años noventa.

Otro tanto pasa con la clase gobernante, que se los supone usando los resortes del Estado para beneficio propio, y sin problemas para romper las reglas cuando resulta convenient­e, como se observa en los funcionari­os que se enriquecie­ron con la obra pública en los años del kirchneris­mo, funcionari­os que operan en paraísos fiscales actualment­e, o como cuando utilizan su poder para beneficiar sus negocios. Cada pronóstico que no se cumple –como las metas de inflación– consolida la incredulid­ad del argentino medio, llegando a extremos cuando en el 2001 el gobierno de Fernando de la Rúa impulsó la ley de intangibil­idad de los depósitos y días más tarde Domingo Cavallo los confiscó con el Corralito. Es un punto clave: si el que está “arriba” puede quebrantar las normas, por qué no lo haría quien está en la base social: el origen del drama argentino.

Cada pronóstico que no se cumple consolida la incredulid­ad del argentino medio

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Dibujo: Pablo Temes
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