En el altar de la ausencia
Deslinde
Autor: Debret Viana Género: novela Otras obras del autor: Menos; Otro Editorial: Hojas del Sur, $ 300
Deslinde, de Debret Viana (Buenos Aires, 1981) es una búsqueda de “la constancia del fracaso permanente de reponer lo real”, o, lo que es lo mismo, parafraseando a Victoria Ocampo, un “espléndido fracaso”, determinado aquí por una historia de amor.
M, el objeto de su deseo, sus pesadillas y sus sueños, es un fantasma, un monstruo, todo lo que se le ocurre a ese derrame verbal que es la prosa de Viana, en la que conviven la angustia y el aislamiento reflexivo de un Fernando Pessoa, y el mejor Vladimir Nabokov en las visiones de esa obsesión, en el intento de explorar el pasado, darle un sentido y escapar del tiempo: “Soy demasiado intelectual para el amor: nunca se me daría en el presente”. Un personaje que mucho imagina, justificado por el anhelo de conjurar ese infierno con lo único que sabe hacer: escribir. Esta novela. Y cuando en un punto de la lectura nos preguntamos si el narrador ya lo ha dicho todo, Viana nos asesta una teoría sobre el origen de los terrícolas para demostrarse que puede escribir sobre cualquier cosa.
Deslinde ilustra muy bien la frase de Don DeLillo acerca de que la escritura es una forma concentrada del pensamiento. Lo existencial está visto desde varias ópticas, desde el desgarro de la ausencia hasta nuestra presencia en el mundo, pasando por el sexo, punto de inflexión que podría pasar inadvertido en el torrente de ese río que es su estilo narrativo, con ecos, también, de Marguerite Duras en lo fragmentario y de Michel Houellebecq en la imposibilidad del amor y el derrumbe de las relaciones íntimas (no es casual que la única mujer a la que nombra se llame Nadia, tan parecido a Nada, tal como resulta dicha relación, porque amar es “terrenal y aburrido”). Pero es el sexo lo que reluce, triunfal aún vencido por el abandono. Y el incontenible afán de escribir, que se alza con su amor “en el altar de la ausencia”.