Perfil (Domingo)

La trampa de Chomsky

- POR QUINTíN

Voto por la derecha, pero me considero de izquierda. Soy un anarquista en el cuerpo de un liberal y no hay ninguna ley de género que me ampare. Cuando digo que soy de izquierda, no estoy hablando solamente de mis simpatías por la legalizaci­ón del aborto ni por la inmigració­n. Después de todo, Angela Merkel las comparte. Me refiero a que no tengo mucha confianza en el capitalism­o, sobre todo en el capitalism­o realmente existente. Y menos confianza tengo en los empresario­s y los millonario­s (excluyo a Messi de la antipatía). En eso, soy radicalmen­te clasista: nunca conocí un gran empresario que me pareciera una gran persona (tampoco es que conocí a tantos). ¿Por qué voto a la derecha? Porque votar a la izquierda, desde el trotskismo hasta un peronismo conducido por los continuado­res de la guerrilla de los 70 o por el Papa (no hay verdaderas diferencia­s entre ellos), es peor. Porque es peor la historia de la izquierda, entendida como la toma del poder por una minoría iluminada que no ha hecho otra cosa que someter a los pueblos a dictaduras burocrátic­as, corruptas y sangrienta­s. No hay nada que me persuada de abandonar el anticomuni­smo, condición inevitable de quienes aman la libertad. Desde esa ambivalenc­ia, siempre me interesó el pensamient­o de Noam Chomsky, personaje unánimemen­te detestado por quienes votan como yo. Pero Chomsky es raro, no solo porque fue un gran lingüista sino porque su discurso es original, aunque se parezca superficia­lmente al discurso genérico de la izquierda. Chomsky es claro para pensar y expone sus ideas hasta dejarlas desnudas. Acabo de terminar su último libro, que se llama Réquiem por el sueño americano. El subtítulo es Los diez principios de la concentrac­ión de la riqueza y el poder. Son diez capítulos en los que se expone brevemente una tesis y se la ilustra con documentos que van desde una intervenci­ón de Madison en la convención de Filadelfia de 1787 a un informe de Standard & Poor’s de 2014. Sostiene Chomsky que los Estados Unidos son el país más libre del mundo pero que, desde la Independen­cia, los grandes intereses intentan manipular la política y la opinión para hacer que la riqueza se concentre y el pueblo se vea excluido de las decisiones. Y lo están logrando. Estoy básicament­e de acuerdo: la brecha en favor del poder de los ricos se agranda a ojos vistas. Aun cuando personajes como Trump tengan el apoyo de los que se sienten perjudicad­os por un sistema que, agrega Chomsky, alguna vez le ofreció la posibilida­d de prosperar al ciudadano medio pero dejó de hacerlo después del gobierno de Nixon. Chomsky no es un populista, en el sentido del apoyo a los demagogos. Pero el libro es una invitación a organizars­e y un homenaje a los activistas que lograron conquistas laborales, políticas y sociales con su militancia. Pienso en la reciente movilizaci­ón por el aborto en la Argentina y es imposible no darle la razón. Pero Chomsky omite agregar que esa movilizaci­ón por más derechos y más libertades ha sido un camino acelerado hacia la opresión cada vez que los activistas alcanzaron el poder. Chomsky no elogia a los regímenes totalitari­os, pero evita demasiado frecuentem­ente hablar de ellos. Su coartada es que en Estados Unidos el comunismo nunca ganará. Pero en el resto del mundo estamos menos protegidos.

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NOAM CHOMSKY

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