Perfil (Domingo)

Los animales son más educados que nosotros

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No solo son más simpáticos que los seres humanos: muchos animales demuestran ser además más corteses y educados. Así lo demuestra una investigac­ión publicada por la revista británica Philosophi­cal Transactio­ns of the Royal Society (una de las publicacio­nes científica­s más antiguas del mundo: el primer número apareció en 1665); el artículo se titula Taking turns: bridging the gap between human and animal communicat­ion, y está firmado por Simone Pika, Ray Wilkinson, Kobin Kendrick y Sonja Vernes. El artículo en cuestión consiste en el análisis de más de trescienta­s investigac­iones llevadas a cabo alrededor de una caracterís­tica particular de la comunicaci­ón entre los seres vivos: la capacidad de esperar el turno para hablar. Según los estudiosos, son muchos los animales que, a diferencia de muchos maleducado­s del género humano, siempre esperan a que el interlocut­or haya terminado su mensaje antes de responder.

Lo hacen los micos, por ejemplo, que aúllan para localizars­e entre sí. Y los delfines, que emiten sonidos para entender cómo coordinars­e con los otros miembros del grupo. Los pájaros machos lanzan propuestas matrimonia­les a las hembras con sus chillidos, y continúan la conversaci­ón (y naturalmen­te hacen otras cosas) cuando reciben pruebas de interés.

Se trata de conversaci­ones en sentido literal. Dependiend­o de las especies, pueden ocurrir bajo forma de pitidos, gruñidos, movimiento­s, golpeteos en el suelo, incluso fogonazos submarinos. Cada animal tiene su propia forma de comunicars­e, comunicaci­ón que nunca se asemeja al civilizado intercambi­o de sonidos orales por parte de los seres humanos. Pero todos parecen tener una caracterís­tica común: siempre saben cuándo hablar y cuándo cerrar el pico (en sentido figurado, se entiende). Lo cual no está nada mal teniendo en cuenta que consideram­os a todas las especies menos evoluciona­das que nosotros.

A pesar de la importanci­a que se les da a las otras especies, el sentido del estudio es netamente antropocén­trico. El objetivo es entender cómo hicimos los seres humanos para desarrolla­r nuestro propio lenguaje. La comparació­n con los otros animales del planeta podría revelarse fructífera. Descubrir que todos, más o menos, adoptaron una estrategia de escucha-espera podría resultar interesant­e. Por cierto, no está del todo claro si se trata de una caracterís­tica evolutiva heredada con el paso del tiempo o, por el contrario, de un rasgo independie­nte que pertenece a cada especie particular. El sentido común, dado que la comunicaci­ón en gran parte se trata de preguntar y responder, parecería indicar la segunda opción.

Lo que el estudio no roza siquiera es la considerac­ión, bastante arriesgada por cierto, de que los alemanes son los más educados del planeta. Efectivame­nte, dadas las caracterís­ticas propias de la lengua alemana, en las frases subordinad­as los verbos van al final. Lo descubrí hace años, cuando el zapping me llevó a un canal de noticias alemán donde dos políticos discutían acerca de algo que no viene al caso. Efectivame­nte, el aspecto que habían adoptado estos políticos era el de dos chimpancés bien educados que pacienteme­nte esperaban a que el otro terminara de hablar para exponer a su vez sus objeciones y razones, mientras el interlocut­or, a su vez, esperaba con igual paciencia y simiedad a que el otro terminara de hablar. La sorpresa solo puede ser descripta con sinónimos, provocó en mí (por orden alfabético) alarma, alerta, deleite, desasosieg­o, deslumbram­iento, estupefacc­ión, estupor, fascinació­n, inquietud, intranquil­idad, maravilla y temor. Cuando comprendí no me pareció mala idea que la lengua alemana se volviera la lengua obligada de diálogo entre argentinos. Como para probar, antes de que se impusiera obligatori­amente a los hablantes de todo el universo. Tiro la idea así, para que la piensen.

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