Sectores medios: hacer equilibrio para no caer
¿Dónde empieza y dónde termina la clase social que signó durante tanto tiempo a nuestra sociedad? No solo es una cuestión económica, también hay rasgos culturales.
Amada u odiada, la “clase media” es una referencia permanente entre los políticos, los economistas, el per iodismo, la literatura académica y el público en general.
El concepto de “clase social” incorpora innumerables polémicas en cuanto a su significación y sobre todo por la dificultad de objetivarla, es decir, cómo clasificar a los sujetos para observar a qué clase pertenecen. Es una tarea compleja porque se incorporan valores culturales intangibles, que lleva a una autopercepción distinta de la que podría obtenerse por ejemplo observando los ingresos. De esta forma dos personas, una desde una opulenta vivienda en una zona acomodada urbana, y la otra, desde una modesta casita en un barrio suburbano, ambas se pueden autodefinir como clase media.
Pero por el otro lado, comparando ingresos, pueden ganar lo mismo tanto un productivo trabajador de la construcción como un “junior” en un estudio jurídico, mientras el sueño del primero es ampliar su casa, probablemente autoconstruida, el deseo del segundo es viajar a Europa. No dudaríamos clasificar al primero como clase baja y al segundo como media, aun reparando en el hecho de que tengan ingresos similares.
Karl Marx es quien hace el centro de su obra en la lucha de clases. Planteó que la sociedad se escindía en dos grandes grupos enfrentados.
El inicio. Si bien la estratificación de las sociedades en clases es una preocupación en las ciencias sociales desde sus orígenes, Karl Marx es quien hace el centro de su obra en la lucha de clases, llegando a plantear que “la sociedad en su conjunto se escinde cada vez más en dos grandes clases enfrentadas directamente la una a la otra: la burguesía y el proletariado”. De esta perspectiva, la burguesía es la poseedora de los medios de producción, y el proletariado –clase obrera– solo tiene su fuerza de trabajo personal para vender. Si hoy esta definición puede sonar un poco simplificadora, se debe recor- dar que partió al mundo del siglo XX en dos campos rivales.
Uno de los problemas de aquella teoría es que dejaba afuera a un grupo creciente de personas, que sin ser “dueñas”, realizan otras actividades que no son transformar una materia prima en un bien en la fábrica como obrero: se trata de gerentes, jefes de área, administrativos, ejecutivos de ventas y una vasta red de profesionales que prestan diariamente sus servicios a las empresas, sin ser o considerarse como obreros.
Esto es lo que hace la sociología norteamericana cuando comienza a diferenciar a los trabajadores según su vestimenta: “Blue collar” si están en la línea de producción o “White collar” si llevan adelante tareas administrativas.
También se multiplican las tareas que se llevan adelante lejos de las fábricas, desde los comerciantes hasta profesores, pasando por maestros, periodistas, médicos y una larga lista de actividades que se engloban como servicios, y que en general se engloban en la amplia clase media.
Para complicarla aún más, hoy buena parte de los obreros del mundo fabril –territorio del proletariado de Marx– son altamente especializados y con formación –e ingresos– acorde con las necesidades de manejo de procesos industriales automatizados y/o robotizados.