Exclusivo: por primera vez habla un empresario procesado por los cuadernos.
Enrique Pescarmona, entrevistado por Fontevecchia, cuenta todo, se arrepiente y revela amenazas de Julio De Vido.
—El ex CEO de Impsa, Francisco Rubén Valenti, estuvo detenido varias semanas antes de que usted se presentara a declarar. ¿Por qué no lo hizo antes, ahorrándole ese tiempo de presión, como hizo Calcaterra con el ex CEO de Iecsa?
—Valenti no era CEO, era el vicepresidente de la compañía. Se ocupó 18 años de Asia. Es un gran trabajador y un tipo de primera. —¿Por qué esperó cuatro semanas para presentarse?
—Tenía una reunión fijada con el primer ministro malayo que no se podía cambiar para el viernes 4 de octubre. Rubén, que es muy testarudo, quería declarar que no era culpable. No había forma de convencerlo, hasta que yo llegué. Rubén Valenti es un tipo fantástico, trabajó toda su vida como un negro. Es un trabajador incansable. Se levanta a las 7 y trabaja hasta las 12. Es muy insistente y a veces se pasa.
—¿Por qué en el caso de Techint alcanzó con que se arrepintiera uno de sus directivos sin que lo tuviera que hacer su dueño, Paolo Rocca, y en su caso no alcanzaba con que se arrepintiera Rubén Valenti? —Es fantasy fiction. Yo no sabía qué quería hacer Valenti,
porque estaba lejos y enfocado en conseguir otros contratos. Ir a Malasia a mi edad no es fácil. Hay 12 horas de diferencia. —¿Qué edad tiene? —Tengo 76 y voy a cumplir 77 en noviembre. Estoy muy bien para mi edad, pero no tengo la resistencia física que tenía a los Vuelvo a preguntarle. ¿Encuentra una diferencia en el
caso de Techint y el suyo? En el caso de Techint alcanzó con que fuera Betnaza y en el caso de Impsa tuvo que ir usted.
—No sé si era necesario o no. Lo hice porque creo que siempre el presidente de una compañía es el último responsable. No se puede juzgar a los otros porque es fantasy fiction. Yo no soy quién para juzgar a nadie. Techint es una gran compañía, Paolo Rocca es un gran empresario.
—¿Puede haber un trato preferencial con Techint por la importancia de su inversión en Vaca Muerta?
—¡Pregúntele a los jueces! Es evidente que Vaca Muerta, para Argentina, es estratégico. Es la solución del problema energético de la Argentina, el cual lo tenemos gracias a los señores K.
—¿Hay alguna injerencia de Cambiemos en la causa: acelerar o demorar o hacer foco o no en ciertos empresarios? —No parece.
—¿Confía en un juez como Bonadio, que fue parte de la famosa servilleta de Corach, y un fiscal como Stornelli, que fue ex funcionario de Scioli?
—Creo en la Justicia. Quiero una Justicia independiente. Es la única que funciona en un país como la gente.
—Mencionó que estaba en Malasia tratando de conseguir nuevos contratos para la empresa de Malasia. ¿La empresa de Malasia quedó separada de Impsa? (N de R: en 2017 los acreedores de Impsa pasaron a tener el 65% de Impsa y Pescarmona quedó solo con el 35% sin poder siquiera participar de los directorios).
—Quedó separada, sí. Por razones que no vienen al caso. La sigue ayudando a Impsa ya que la contrata. Si sale este proyecto que está avanzado, vienen 30 millones de dólares de fabricación para Argentina. —También estuvo en Colom-
bia, donde tiene otra empresa. ¿Qué empresas le quedaron a usted y su familia?
—Me quedó una empresa en Colombia que hace 30 años que la tenemos. Estamos muy contentos. Tiene 1.800 empleados. —¿Es la empresa más grande que le queda? —En empleo, sí. —¿Queda alguna otra empresa?
—Tenemos Citrac. Es tecnología moderna. En México, Panamá, Chile, Argentina, Brasil y Uruguay. Es una empresa de tecnología de todo tipo. Informática, software, inteligencia artificial. —¿Y le queda la bodega?
—La bodega, sí. La manejan mis hijos. Tengo casi 77 años y está todo pasado a mis hijos. —¿Qué autocrítica tiene para hacer?
—Estoy arrepentido. La verdad que me faltó resiliencia. Los atrasos en los pagos en Venezuela eran muy complejos. La verdad que se atrasaron
mucho, se pasaron facturas por 300 o más días, y no las pagaban. Me pasé muchas noches sin dormir buscándole una solución. Lo más importante de las empresas son la gente. No es el capital, sino la gente que uno tiene y por eso hay que defenderla. —¿Le faltó resiliencia?
—Me faltó, sí, porque después de 11 meses de no cobrar uno empieza a tomar decisiones erróneas. Me sentía como si estuviera secuestrado. Todavía, cada dos meses o 45 días, me despierto a las tres de la mañana con ataque espasmódico, pensando que estoy en el calabozo. En donde me tuvieron guardado 45 días, en el suelo, en condiciones inhumanas. Me sentía en las mismas condiciones con los K y estos chicos. Era un sistema sistémico de cobranza. Fue una sensación muy acosadora, extorsionadora, me sentía una porquería. Me estaban extorsionando y haciendo cosas ilegales. A veces uno toma decisiones que jamás debería haber tomado.
—En el libro “Cien años de Impsa” usted cita a su abuelo y a su padre. Cuenta que su padre tenía en el escritorio una frase: “Nunca darse por vencido, aun vencido”. Cuando dice que le faltó resiliencia, ¿su
“Respeto mucho a Bonadio y lo que hace, pero conmigo se equivocó, qué quiere que le diga.” “Declaré porque yo creo que el presidente de una empresa es el último responsable.”