Cruceros culturales.
En un crucero, el escritor alberto Manguel contará historias antes de cada puerto. también se podrá conocer a los mejores cantantes del mundo.
Alberto Manguel, ex director de la Biblioteca Nacional, guía e ilustra a viajeros.
Recorrer en un crucero de lujo Roma, Capri, Venecia, Malta, Corfú, Croacia y Montenegro en plena primavera boreal puede sonar a plan irresistible ya en sí mismo. Pero si a eso se le suma que, antes de cada puerto, habrá una clase especial sobre una obra de la literatura universal que ocurre, precisamente, en esa ciudad, el atractivo crece aún más, sobre todo si quien guía esa travesía a través de los textos es nada menos que Alberto Manguel.
Esa experiencia, que resultará la primera también para el escritor, es la que ofrece un circuito organizado en un barco que zarpará de la capital italiana en mayo próximo, con –por ahora– doce argentinos privilegiados a bordo, “pero tenemos lista de espera para ver si podemos ser veinte”, se entusiasma Verónica Viel Temperley, colaboradora del ex director de la Biblioteca Nacional durante su gestión y viajera asidua, que “tentó” a Manguel para armar
se trata de acceder a lugares y momentos a los que no se llegaría como turistas
esta especie de crucero literario casi de casualidad: “Cuando trabajábamos juntos, una vez que volví de un crucero por el Mediterráneo, le empecé a contar los puertos que había hecho. El estaba muy curioso, nunca se había subido a uno. Me preguntaba detalles de la vida a bordo, cómo era llegar a algunas ciudades desde el mar”, recuerda.
Al notar ese entusiasmo, y encontrarse con un itinerario de diez días que creía perfecto, puso manos a la obra y lo convenció de llevar gente con ellos para compartir la travesía, con la tarea de que el escritor pensara un libro para cada puerto (ver aparte). “Me mandó quince títulos que la gente ya ha ido recibiendo”, agrega Viel Temperley. Con pasajes aéreos y excursiones aparte, la experiencia puede disfrutarse por unos US$ 6.300, si se elige una cabina con balcón. “Encontrarse con Venecia desde el mar es inolvidable”, dice.
La idea del crucero literario no es la única que existe en el país para aquellos viajeros que prefieran armar sus travesías en función de una actividad cultural que aman: también hay tours para ver ópera en Europa –con el agregado casi imposible de saludar a los mejores cantantes del mundo justo después de la función–, viajes para ver arte textil en el mismo lugar en el que se produce o acceder, de la mano de una experta, a las me- jores bienales de arte del planeta y recorrer galerías a puertas cerradas.
La tendencia no es nueva, pero algo que quizá se generaba espontáneamente se convirtió en una forma más de hacer turismo temático. “Mucha gente que venía a mis cursos me preguntaba si no organizaba viajes para escuchar óperas en Europa o Nueva York”, cuenta el experto en artes musicales Edgardo Cianciaroso, que da clases desde hace más de treinta años. Y el año pasado nació Európera, para aprovechar ese ímpetu de alumnos entusiastas y temporadas imperdibles en algunos de los teatros más importantes del planeta. “Los elegimos porque muchas veces es allí donde se estrenó el título que vamos a ver. O porque el elenco es inigualable. Y buscamos que no sean ciudades muy alejadas entre sí y que el resto del tiempo entre función y función –y mis clases– sea lo más libre posible”, explica Cianciaroso. Asegura que “no es indispensable saber de ópera: sí disfrutarla”, para poder viajar.
La travesía, con entradas incluidas, cuesta US$ 6.990, sin pasajes aéreos. En junio próximo, verán nada menos que a Jonas Kaufmann, a quien esperan saludar y contarle que vienen de Argentina, el lugar de su admirado Teatro Colón.
Expresiones. Valeria Balut es licenciada en Arte y desde hace diez años lleva grupos a visitar las bienales. Cree que esos momentos únicos “producen un ‘efecto rebote’ en la ciudad, donde los museos y galerías acompañan el evento”, por lo que los viajes se aprovechan aún más. “En Estambul, por ejemplo, tomamos un barco hacia una isla donde había una obra de Adrián Villa Rojas, un artista argentino, con estructuras que emergían del Mármara. Son lugares donde uno no llegaría si fuera como un simple turista”, asegura. Viaja con grupos chicos, de diez personas, y combina con galerías. Dice que varios “volvieron convertidos en coleccionistas”.
Para Marian Cvik, el arte no se disfruta mejor que a través de los textiles. Por eso es que la artista, que también es docente en Alemania, organiza salidas de diez personas que combinan los principales museos que exhiben arte textil con talleres y estudios de artistas que les ofrecen una experiencia particular: ver la obra mientras se produce. “Quienes vienen disfrutan de perderse en mercerías, y traemos de todo. En Nueva York, por ejemplo, pudimos ver los depósitos de textiles del Metropolitan y elegir piezas, algo totalmente fuera de lo común”, asegura.