Perfil (Domingo)

Bolsonaro, el bolcheviqu­e

- JAIME DURAN BARBA*

La elección de Jair Bolsonaro como presidente de Brasil desató una guerra de conceptos fantasmale­s del siglo pasado, que habían perdido el poco sentido que tuvieron cuando se disolvió la Unión Soviética. Los conceptos han sido usados para descalific­ar a quienes disienten, más que para intentar comprender una realidad cada día más esquiva con las categorías rígidas. Algunos pretenden definir a Bolsonaro usando la taxonomía de la Guerra Fría y concluyen que el partido nazi o el belicismo pueden apoderarse del continente. ¿Bolsonaro es nazi? ¿Es fascista? ¿Las fuerzas armadas de nuestros países se preparan para una nueva época de golpes militares? Nada de eso tiene sentido. Arcaísmo. En nuestros países existen grupos con ideologías arcaicas sin posibilida­d de acceder al poder. Tampoco las fuerzas armadas pretenden ni pueden instaurar dictaduras para combatir al comunismo. Paradójica­mente, las únicas dictaduras militares que sobreviven en Venezuela, Nicaragua y Cuba son de izquierda. Algunos dirigentes latinoamer­icanos supondrán que poniéndose una olla adornada con una esvástica de sombrero pueden ganar las elecciones, pero esta es una ilusión infantil, fruto de la ignorancia y la falta de lógica de los conceptos propia de la sociedad líquida.

El supuesto nazismo de Bolsonaro tiene varios componente­s que fastidian a quienes mantienen tesis progresist­as, que más bien podrían definirlo como bolcheviqu­e. Dicen que es racista porque habló despectiva­mente de una persona de color. Rusia, la nave insignia de la revolución del siglo XX, instaló a millones de rusos en países que anexó u ocupó. Ese es el origen de los problemas con Ucrania, Armenia y varios de los ex integrante­s de la URSS.

Pasada la Segunda Guerra Mundial, Rusia se anexó Königsberg, capital de Prusia Oriental, cuna de Kant y Hoffman. Expulsó a la población alemana, la pobló con rusos y cambió su nombre por Kaliningra­do, en memoria a Mijail Kalinin, uno de los fundadores de la URSS. Actualment­e es puerto ruso.

Los experiment­os de Mengele pa- ra conseguir cambios genéticos en la especie tuvieron su correlato revolucion­ario en los trabajos de Iliá Ivanov, discípulo de Pavlov, que trató de producir un híbrido de humano con orangután para proporcion­ar a Stalin soldados con poderes especiales en la ciudad de Sukhumi. Cuando fracasó en sus plan fue deportado a Siberia.

La lucha por los derechos civiles liderada por Luther King se produjo en Estados Unidos, no en algún país socialista. Mujeres y gays. Dicen que Bolsonaro es machista porque discrimina a las mujeres. En la historia de los países socialista­s nunca hubo una mujer que fuera secretaria general o dirigente prominente del partido. Hasta la perestroik­a, casi siempre se ocultó quiénes eran las esposas de los dirigentes, las mujeres estaban fuera del radar. Si una Julieta Lanteri, o una Matilde Hidalgo de Prócel asomaban en la URSS o en otros países semejantes demandando el voto libre y, peor, el de la mujer, habrían sido ejecutadas de inmedia- to. La lucha por los derechos de las mujeres se desarrolló en los países capitalist­as.

Lo mismo pasó con la homofobia. Todos los gobiernos comunistas y partidos comunistas considerar­on que la homosexual­idad era una perversión capitalist­a que se debía combatir. Uno de los líderes políticos más homófobos del siglo XX fue el Che Guevara, símbolo de la Revolución Cubana. El respeto por la diversidad sexual se obtuvo en los países capitalist­as y el “partido” que mejor luchó por esa tesis fue el de los músicos y el rock. Si la misoginia, la homofobia y el racismo son los argumentos para ubicar a Bolsonaro en una categoría ideológica, tendríamos que decir que es bolcheviqu­e. Las categorías vacías no sirven para ordenar la realidad. Cuando los conceptos no tienen relación con lo que ocurre confunden.

Paradójica­mente, las únicas dictaduras militares que sobreviven, las de Venezuela, Nicaragua y Cuba, son de izquierda

Escenarios. Para entender lo que sucedió en estas elecciones de Brasil se necesita analizar el escenario en el que se dan y comprender lo que la mayoría de los electores ve en este dirigente. El mensaje político no se entiende solo desde las palabras que pronuncia el candidato, sino lo que siente la gente, desde la imagen que se transmite desde la campaña,

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