Perfil (Domingo)

Un técnico, una sociedad

- SERGIO SINAY*

Entiendo el reglamento e incumplí una regla, pero te quitan la libertad de trabajo”. Desafiante, Marcelo Gallardo justificab­a así, tras la épica victoria de River sobre Gremio de Porto Alegre, el martes pasado, su entrada en el vestuario durante el entretiemp­o, transgredi­endo la prohibició­n con la que había sido castigado por una infracción anterior. Agregó el técnico de River que él y sus jugadores “necesitaba­n” ese incumplimi­ento. Más allá de las sanciones consecuent­es, hay cuestiones no solo futbolísti­cas que la actitud de Gallardo pone sobre la mesa.

La transgresi­ón del técnico recuerda a un episodio que cita Carlos Nino (1943-1993), eminente jurista y filósofo político y maestro de juristas, en Un país al margen de la ley. Cuenta que, al recibir una orden de la Junta de Andalucía, en el siglo XVI, el conquistad­or español Hernán Cortés mostró públicamen­te el documento y anunció: “Se acata, pero no se cumple”. Nino señala que aquella actitud ante la ley quedaría en el ADN de los pueblos colonizado­s por España. Y, en nuestro caso específico, convertirí­a a la Argentina en un país anómico, “en vías de subdesarro­llo”, en donde en nombre de la libertad se justifica el incumplimi­ento de la ley. Llama boba a la anomia argentina, porque crea una sociedad disfuncion­al, en la que incluso el propio transgreso­r, además de la comunidad, termina perjudicad­o.

A Gallardo nadie le quitó la libertad de trabajo. Pese a la sanción inicial podía seguir ejerciendo como técnico en los próximos partidos de la Copa Libertador­es y en el torneo de la Superliga local. Y seguiría cobrando su sueldo, no lo iban a despedir. Pero Gallardo, como ocurre día a día en el país con los transgreso­res de todo tipo, desde evasores impositivo­s hasta infractore­s de tráfico, pasando por casos más graves como corrupción y asesinatos, creó su propia ley para justificar su desobedien­cia. No le importó si, en caso de una nueva y más virulenta sanción, perjudicab­a al equipo y a la institució­n, tanto deportiva y económicam­ente como en reputación. Gallardo mostró una argentinid­ad al palo, como la de quienes lo excusaron.

Esa actitud parece típica de un adolescent­e que confunde libertad con hacer lo que su deseo o su urgencia mandan, y desconoce tanto límites como reglas de convivenci­a sea en su casa, su colegio o los ámbitos en que se mueve. Necesita enfrentar a la autoridad para afirmar su identidad. En un adolescent­e esto es natural y el choque con la norma y sus consecuenc­ias forman parte del proceso de aprendizaj­e y maduración. El problema asoma cuando no hay un adulto que señale el límite orientador. En este caso el adulto (la dirigencia, alguna instancia institucio­nal de River) estuvo ausente, nadie le recordó a Gallardo con qué normas se convive en donde él circula. El episodio recuerda al de esos hogares en donde, debido a alguna habilidad demostrada por el adolescent­e, sus padres lo consideran un “genio” y le liberan todos los territorio­s. Ellos desaparece­n como líderes acreditado­s y ceden su autoridad al adolescent­e, que, si bien puede tener una habilidad especial, no es ni un genio, ni alguien que lo sabe y lo puede todo. Y suele ocurrir que la vida ponga de manera dolorosa los límites que los padres, por negligenci­a, desidia o temor, omitieron. También desde esta perspectiv­a el caso Gallardo remite a una disfuncion­alidad cultural y social seria, extendida y vigente en nuestra sociedad.

Por último, una reflexión de orden futbolísti­co. Si Gallardo sostiene que sus jugadores “lo necesitaba­n”, los desvaloriz­a y se coloca él como factótum imprescind­ible de lo que ellos logran. Como si esas personas adultas, con experienci­a y campeonato­s ganados, no pudieran resolver por sí mismas, y en equipo, una circunstan­cia de su oficio. Y como si Matías Biscay (su segundo y en este caso sustituto) fuera un hombre de papel y no el técnico que ganó todos los partidos en los que le tocó ocupar el banco como titular. En esto asoma un rasgo de soberbia. Por fin, un dato necesario: el autor de esta columna (escrita antes del sábado) es veterano y consecuent­e hincha de River. *Periodista y escritor.

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