Perfil (Domingo)

escribir entre escombros

Con el telón de fondo de la macabra Guerra del Paraguay, “Enterrados” (Edhasa), la última novela de Miguel Vitigliano, es un tour de force que orbita alrededor de la traducción de la “Divina Comedia” hecha por Mitre, pero también es la mirada de los venci

- GONZALO SANTOS

Cuando se habla de la Guerra de la Triple A lianza o, como la llaman algunos, la “Guerra del Paraguay”, suelen aparecer dos posturas, o relatos. Los más conservado­res dicen que se trató de una respuesta a las agresiones del “tirano” Solano López, por entonces presidente de Paraguay, que pretendía liderar la región. Los revisionis­tas, en cambio, están convencido­s de que la guerra fue propiciada por el gobierno británico, receloso de que en América Latina hubiese una nación que tuviera un grado de desarrollo tan alto.

En cualquier caso, los efectos fueron devastador­es: alrededor de tresciento­s mil muertos –casi la mitad de la población que tenía por entonces Paraguay–, y entre ellos muchos chicos de 6, 7, 9 años, a quienes les ponían una barba postiza y los mandaban a morir a la vanguardia: una de las tantas brutalidad­es que, en el ámbito de la literatura, actualizan una pregunta que varios escritores argentinos se hicieron con respecto a la última dictadura: ¿cómo narrar el horror?

En Enterrados ( Edhasa), novela que transcurre, en par te, en ese escenario, el escritor Miguel Vitagliano construye una instancia narrativa singular, a través de un procedimie­nto de puesta en abismo que no consiste en introducir un relato dentro de otro, sino una voz dentro de la otra. Quien asume la narración es, en efecto, alguien que narra lo que, a su vez, ve y narra una persona que ha quedado enterrada entre los escombros: un académico que venía investigan­do la vida de Bartolomé Mitre y que no recuerda cómo es que terminó atascado entre las piedras de un edificio en el que tampoco recuerda haber estado. Desde allí, cada piedra asume la forma particular de un recuerdo, o más bien de distintas lecturas –o del recuerdo, en todo caso, de esas lecturas– y la acción se traslada al siglo XIX, más precisamen­te al período previo al de la Guerra de la Triple Alianza, cuando un Mitre púber se encuentra a Rosas a la orilla de un río, encuentro que Vitagliano lee y narra desde la teoría del deseo mimético de René Girard. Según este antropólog­o y crítico literario –parafrasea Vita-

Los revisionis­tas aseguran que la guerra fue propiciada por el gobierno británico

gliano en un e-mail– los seres humanos “nos definimos por nuestra inclinació­n a la imitación, y por eso nuestro deseo no se define entre dos (el sujeto y el objeto), sino entre tres: deseamos lo que otro desea, deseamos lo que es deseado, y desde ese momento ese otro se puede transforma­r en nuestro modelo o en nuestro enemigo”.

Algo así pasa, según Vitagliano, a partir de ese encuen- tro entre estos personajes históricos: nace en Mitre el deseo de ser Rosas y, posteriorm­ente, aquello que los enfrenta: el deseo de ser como Rosas.

Pero Enterrados no se detiene en ese enfrentami­ento. La novela se mueve entre dos zonas: narra, por un lado, la obsesión de Mitre por la Divina

Comedia, poema que lo acompañó durante toda su vida y que, finalmente, poco antes de su deceso, logró traducir; y por otro, la Guerra de la Triple Alianza. Aunque en cierto modo los verdaderos protagonis­tas no son Mitre y Solano López, como cabría esperar, sino sus mujeres: Delfina y Elisa Lynch, respectiva­mente, lo cual inscribe a este libro en eso que a esta altura ya podríamos calificar de “nueva tendencia” a colocar en la centralida­d a los personajes femeninos y a contar las historias, o la Historia, como en este caso, desde la mirada de las mujeres.

En este sentido, viene a cuento recordar un artículo de Günter Grass, donde decía que, si la historia la cuentan los vencedores, la literatura debería dar voz a los que han perdido: las mujeres y la nación paraguaya, en el caso de Enterrados, novela que por cierto pareciera adoptar los argumentos revisionis­tas respecto de la guerra mencionada.

Pero Vitagliano no está de acuerdo con el escritor alemán. “Lo que sí puede hacer la literatura, y no ha dejado de hacerlo desde hace siglos, es observar e interpreta­r los restos y los escombros que la sociedad y sus ciencias hacen a un lado”, dice. “Y supo hacerlo tan bien en el siglo XIX, con autores como Balzac, Stendhal, Dickens o Tolstoi, que ciertas corrientes de historiado­res han tomado como modelo el trabajo de esos novelistas. La literatura no cuenta la historia del lado de los ‘perdedores’; en todo caso, transforma los lugares y a todos nos descubre ‘perdedores’ cuando más victorioso­s creemos que somos”.

—Y en lo que respecta al narrador enterrado, ¿no se podría decir que todos los escritores en cierta medida son seres atascados entre escombros que dialogan con las piedras?

—Es posible. Aunque todas las personas, en nuestra cotidianid­ad, vivimos rodeados de escombros y constante- mente hablamos h bl tropezán- á donos con ellos. Esos escombros no son solo los carteles de publicidad: son también la historia que todos vamos haciendo en la ciudad y son las voces que dan vueltas a nuestro alrededor. Lo que decimos y pensamos es siempre una respuesta, que afirma o discute, lo que esas otras voces dicen. Los escritores son lectores que hablan de esa experienci­a.

 ?? FOTO: SEBASTIáN LIDIJOVER ?? ADELANTO. Vitagliano y la portada del libro que comenzará a distribuir­se esta semana.
FOTO: SEBASTIáN LIDIJOVER ADELANTO. Vitagliano y la portada del libro que comenzará a distribuir­se esta semana.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina