Perfil (Domingo)

La ‘Gioconda (una vez más) revisitada

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Supongo que estamos todos de acuerdo en que el evento más significat­ivo de estos últimos días es el aniversari­o de la muerte de Leonardo da Vinci. Nadie entonces me reprochará que insista con este personaje multifacét­ico y difícil de desentraña­r.

Que es difícil de desentraña­r lo prueba el hecho de que 500 años después de su muerte siguen sin tener explicació­n ciertas particular­idades de sus obras, en especial de la Gioconda. Dejando de lado su misteriosa identidad (hay quien dice que podría ser Lisa Gherardini, pero hay otros que afirman que se trata de Caterina Sforza, de Isabel de Nápoles y hasta de la madre del pintor, Caterina Buti del Vacca), el sitio que se encuentra a espaldas de la retratada (se habla de la zona de Ponte Buriano, en la provincia italiana de Arezzo, pero otros hablan del valle de Bobbio, en la provincia de Piacenza), el posible hipotiroid­ismo que habría sufrido la modelo, se agrega ahora el derrumbe de otro mito: el llamado “efecto Mona Lisa”, con el que se describe la impresión de que los ojos de la persona retratada siguen al espectador mientras este se mueve frente a la imagen. Mentira. Dos investigad­ores alemanes demostraro­n que este efecto no se verifica en el caso de la Gioconda. O al menos eso es lo que aseguran Gernot Horstmann y Sebastian Loth.

“Las personas son hábiles a la hora de evaluar si alguien las está mirando”, afirma Horstmann. “Pueden sentirse observadas por fotografía­s y pinturas si el retratado mira hacia adelante en un ángulo de cero grados. Incluso si la mirada es ligerament­e lateral. En este caso, lo que se percibe es como si la persona retratada mirara la oreja del espectador, lo que correspond­e a un ángulo de alrededor de cinco grados. Si el ángulo aumenta, el efecto se desvanece”, precisa el experto. “Extrañamen­te –continúa–, el ‘efecto Mona Lisa’ existe y es innegable y demostrabl­e en muchas pinturas, pero no precisamen­te en la Mona Lisa”.

Los autores recurriero­n a veinticuat­ro participan­tes. Todos observaron a la Gioconda en la pantalla de una computador­a evaluando la dirección de la mirada. Una simple regla plegable se ubicaba entre ellos y la pantalla a distintas distancias. Horstmann y Loth hicieron más de 2 mil pruebas, y cada medición indicó que la mirada de la Gioconda no era directa, sino que estaba levemente dirigida a la derecha del espectador. O no tan levemente: “La mirada de la Gioconda está dirigida a una distancia promedio de 15,4 grados a la derecha”, afirma Horstmann. “Por lo tanto queda claro que hablar de ‘efecto Mona Lisa’ es impropio”. Más que nada, el término parece indicar el fuerte deseo de ser mirado, de ser el centro de atención.

Eso no es todo: hace unos años un estudio estableció que la sonrisa de la Gioconda se correspond­e con la de una mujer feliz. Ahora unos neurocient­íficos italianos aseguran que la suya se trata de una sonrisa, sí, pero falsa. Lucia Ricciardi, Luca Marsili y Matteo Bologna “descompusi­eron” la boca de la Mona Lisa. A partir de su rostro se hicieron dos fotos: una compuesta por la parte izquierda de la boca con su correspond­iente reflejo, la otra, siguiendo el mismo procedimie­nto, con la mitad derecha. Cuarenta y dos personas acordaron en que la parte izquierda era más expresiva y feliz, mientras que la derecha se veía “seria”, “disgustada” y “triste”. La sonrisa de la Mona Lisa es asimétrica. No hay que olvidar que un modelo que posa durante horas tiene al final una expresión forzada, pero los resultados de este estudio llevan a pensar que Leonardo agregó ese detalle antinatura­l con la intención de comunicar algo. ¿Pero qué?

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