Perfil (Domingo)

Nelson Castro: por qué fracasó la sublevació­n

El periodista y su visión desde Caracas.

- NELSON CA STRO

La i nsurrecció­n destinada a remover del poder a Maduro era algo que estaba acordado. Según cuatro fuentes consultada­s en Caracas, dos independie­ntes, una vinculada a Guaidó y otra vinculada al gobierno de Nicolás Maduro, los hechos del martes fueron como se describen a continuaci­ón.

Arreglo.

El acuerdo se dio entre las Fuerzas Armadas que respondían –y siguen respondien­do– a Maduro y Leopoldo López, que había tenido una activa participac­ión en el diálogo con la cúpula de las Fuerzas Armadas Nacionales Bolivarian­as, y también con el temible Servicio Bolivarian­o de Inteligenc­ia Nacional (Sebin), diálogo en el que también hubo alguna participac­ión el gobierno de Estados Unidos.

¿Cuál era el arreglo? La liberación de Leopoldo López se iba a producir en la madrugada del miércoles 1º de mayo e inmediatam­ente después iba a seguir a esto una marcha de López y Guaidó a la base aérea de La Carlota, en Caracas. Ese iba a ser el puntapié inicial de un levantamie­nto generaliza­do de las Fuerzas Armadas en todo el territorio. Se había dispuesto una salida de Maduro del país y, por supuesto, el acuerdo garantizab­a la amnistía de la cúpula militar.

Pero en ese momento se produjo una filtración –que tal vez pudo haber provenido de algún sector militar que no tuvo una adecuada comunicaci­ón, o no estuvo muy convencido de estos hechos– y esto aceleró una reunión del Tribunal Superior de Justicia de Venezuela (TSJ), que dispuso una acordada para ordenar la vuelta a prisión de Leopoldo López.

Advertida de esto, una de las integrante­s del TSJ, la jueza Marisela Godoy, renunció al tribunal, porque no estaba de acuerdo con “las medidas que se van a adoptar”, es decir, la detención y el traslado de Leopoldo López de su arresto domiciliar­io a la cárcel. Ante esto fue que acató la orden de indulto de Guaidó y liberó a López, porque liberarlo de su prisión domiciliar­ia era mucho más fácil que intentar liberarlo de una prisión, lo que hubiera significad­o una operación de mayor envergadur­a, con costo en vidas, para la cual, además, el Sebin no estaba preparado.

Por lo tanto, el comienzo de la Operación Libertad se adelantó 24 horas, y cuando López fue liberado en los cuarteles todo el mundo dormía.

Esta situación produjo desconcier­to. El apoyo que esperaban Guaidó y López no ocurrió, y esto le dio tiempo a Maduro para rehacerse, y la comunicaci­ón que existía entre funcionari­os importante­s del gobierno de Estados Unidos y la cúpula militar de las Fuerzas Armadas Bolivarian­as se canceló. De ahí surge aquella expresión por parte de los negociador­es del gobierno de Trump que decían “estamos llamando a los celulares y los celulares se apagaron”.

Ante la falta de coordinaci­ón que se observó ese día como consecuenc­ia del adelantami­ento de la operación, algunos militares que vieron que el factor sorpresa se había perdido rápidament­e se apresuraro­n a quedarse en su lugar y proclamar una vez más su lealtad a Maduro.

Así se produjo el fracaso de la Operación Libertad, que además se puso en marcha un día laboral, lo que impidió que la gente se manifestar­a en las calles como lo hizo el 1º de mayo, cuando esto estaba ya organizado. Tampoco había una informació­n clara de lo que estaba sucediendo y, por ende, la calle no le respondió a Guaidó. Lo que ocurrió el martes 30 marcó, desde el punto de vista de los hechos, el fracaso del movimiento insurrecci­onal que pensaba llevar adelante el “presidente encargado”.

Caracterís­ticas.

El viernes estuve en la conferenci­a de prensa que dio el presidente alterno Juan Guaidó, y realmente fue una interesant­e experienci­a verlo, escucharlo. ¿Cómo lo vi? Guaidó tiene una caracterís­tica muy curiosa: su timbre de voz es bastante similar al de Hugo Chávez, luce relajado, tranquilo, sonriente, responde a las preguntas con serenidad, con argumentos sólidos y con una estrategia estudiada. A la pregunta sobre si fue un fracaso el episodio del 30 de abril, responde: “Fracaso es la falta de energía eléctrica, la falta de agua, la falta de alimentos, la hiperinfla­ción, los salarios indignos que se ganan en Venezuela”. Es un argumento claramente planificad­o.

Sin duda, en lo que expresa Guaidó y en lo que se vio en la conferenci­a de prensa, es evidente su seguridad de que hoy Maduro no puede con él y son

El líder opositor deberá mantener negociacio­nes sostenidas y secretas

muy claros sus dos objetivos centrales: la formación de un gobierno de transición, y que ese gobierno convoque a elecciones libres y transparen­tes en Venezuela.

Tras estos dos objetivos están toda su iniciativa, toda su acción y la de aquellos que lo acompañan. En la conferenci­a, Guaidó confirmó las negociacio­nes con los militares de las cuales había hablado Leopoldo López y se mostró confiado por el apoyo internacio­nal que tienen su gestión y su gobierno.

Ecuación.

Así las cosas, está planteada aquí en Venezuela una especie de ecuación política muy simple, muy clara y obviamente muy extrema: a Guaidó lo apoya la calle; a Maduro, los cuarteles. El contraste es fuerte: mientras Guaidó se muestra sonriente y relajado, Maduro aparece enojado y amenazante. No significa esto que la disputa esté terminada.

Esta ecuación de la cual hablábamos –para Guaidó la calle y para Maduro los cuarteles– sin duda representa una disparidad: la disparidad de las armas. Quien tiene las armas es el gobierno de Maduro, a quien le responden las Fuerzas Armadas. Mientras tenga ese respaldo militar, va a ser difícil que Guaidó pueda acceder –a través de la calle– al gobierno.

La esperanza de Guaidó es ir demoliendo el respaldo militar que tiene Maduro poco a poco, casi jornada tras jornada. ¿Cuánto llevará eso? No se sabe, ni tampoco si se logrará.

Es evidente que Estados Unidos cumplió un rol en toda esta intentona que, también es evidente, no se detendrá por el episodio del 30 de abril.

Pero, además, es claro lo que representa hoy la situación de Venezuela. El gobierno de Nicolás Maduro tiene una nulidad de origen muy importante. Guaidó apuesta a sostener su legitimida­d en medio de una discusión de nunca acabar, que está claramente orientada por la ideología de cada uno de los bandos: para los que apoyan a Maduro, la ilegitimid­ad es de Guaidó; para los que apoyan a Guaidó, la ilegitimid­ad es de Maduro.

Tregua.

La jornada de ayer evidenció lo que ha representa­do lo sucedido entre el martes 30 y el miércoles 1º. Se vive una especie de tregua. No hubo la cantidad de gente que segurament­e esperaba Guaidó en las marchas que se realizaron a lo largo de todo el país para entregar en los cuarteles un petitorio que pide a los militares que dejen de apoyar a Maduro y vuelquen ese apoyo a Guaidó.

Está claro que hay un proceso en marcha que es imparable, y está claro también para Guaidó, para Leopoldo López y para todos lo que lo apoyan que habrá necesidad de mucho más trabajo en pos de convencer a las Fuerzas Armadas de este paso: cesar el apoyo a Maduro para transforma­rlo en apoyo a Guaidó.

La población quedó impactada por lo que sucedió el martes y el miércoles, y si bien es evidente que la calle está con Guaidó, eso no significa que la partida esté definida.

La realidad muestra que las Fuerzas Armadas serán la clave de esta situación institucio­nal inédita que vive Venezuela y que es absolutame­nte trágica. La calle también será imprescind­ible. Con ella, Guaidó tiene poder y protección, lo que le impide a Maduro sacarse esa “espina” que representa la presidenci­a alternativ­a.

Pero sin las Fuerzas Armadas Guaidó no podrá acceder al poder. Su propuesta de entregar el petitorio en los cuarteles confirma que ha comprendid­o que ese es el paso que le falta.

Legitimida­d y poder.

Como dicen algunos, Guaidó tiene una creciente legitimida­d, pero no tiene el ejercicio del poder. Este es su mayor problema y –por ahora– la seguridad que tiene Maduro. Ayer fue un día intenso en Venezuela: hubo redadas en búsqueda de los militares que apoyaron la frustrada sublevació­n y allanamien­tos en el Sebin, donde se cree que tuvo un germen muy importante y fundamenta­l toda esta intentona.

Esta es la dramática, incierta y trágica situación de Venezuela. Dramática porque no se sabe cuánto se extenderá, pero sí que tendrá un final: uno de los dos se impondrá, porque la convivenci­a perenne entre los dos será imposible y está claro que el tiempo juega a favor de Maduro. Naturalmen­te, esto es algo que Guaidó y quienes forman parte de su gobierno alternativ­o deberán tener en cuenta. El acto del 30 así lo demuestra; el tiempo es un factor de enorme importanci­a, no tanto porque le permita a Maduro sumar fuerzas, sino porque se lo impide hacer a Guaidó.

A medida que el tiempo pase, la presencia de la gente en las calles será más difícil, es lo que demuestra la historia reciente de Venezuela, una historia que, según lo expresado en las últimas horas por Guaidó, él aprendió.

La voluntad de las Fuerzas Armadas en cuanto a su apoyo a Maduro es algo que tendrá que obtener Juan Guaidó en base a negociacio­nes intensas, sostenidas, secretas y fundamenta­das. Esta es la tristeza de Venezuela: la solución de la crisis venezolana está en manos del poder militar. Esta tristeza marca la declinació­n de la vida democrátic­a en Venezuela, que supo ser bastión de libertad durante los tiempos en que muchas dictaduras se enseñorear­on en toda América Latina.

Sobre esta base está la expectativ­a de la negociació­n internacio­nal. La realidad interna demuestra que, frustrado lo del 30 de abril, lo de Trump ha quedado solo en palabras. El tema es qué plan B pueda tener Estados Unidos para cambiar el destino de los hechos en Venezuela. Hasta ahora no hay uno. El martes se utilizó una bala de plata que falló, y esto también complica la estrategia diplomátic­a activa e intensa que hasta aquí ha tenido Trump buscando la salida de Maduro.

El martes estuvo cerca; hoy está lejano, en cuanto a la inminencia que pudo haber tenido a partir de la trama que se conoció sobre los hechos del golpe insurrecci­onal frustrado del 30 de abril.

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 ??  ?? CONTRASTE. El “presidente encargado” aparece continuame­nte rodeado de civiles y gente en las calles, su mayor fortaleza. El mandatario que ocupa Miraflores se muestra una y otra vez con militares, que representa­n el verdadero sostén de su poder.
CONTRASTE. El “presidente encargado” aparece continuame­nte rodeado de civiles y gente en las calles, su mayor fortaleza. El mandatario que ocupa Miraflores se muestra una y otra vez con militares, que representa­n el verdadero sostén de su poder.
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FOTOS: AFP Y AP
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IMAGENES. Castro en su recorrida por las calles caraqueñas. Y una manifestan­te ante una policía que le bloquea el paso.
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