Perfil (Domingo)

Candidatos “careta”

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Es cierto que “todos los políticos son careta”, como dicen los más jóvenes. Porque eso es lo que las personas somos según la teoría de Jung (“persona” es máscara en latín): la careta es la herramient­a con la que el individuo interactúa con el mundo, es el conflicto entre ser y parecer, entre ser aceptado o rechazado.

En algunas culturas, las personas usan máscaras de ciertos felinos creyendo que de esa forma asumen las cualidades y la temeridad de esos animales. La máscara es la forma en que quieren verse y ser vistos.

Multimásca­ras. En la teatralida­d política argentina, las caretas ocupan un lugar central. Se cambian, intercambi­an, multiplica­n. Si mostrarse como no se es es una tendencia natural de las personas, en campaña electoral los candidatos muestran solo lo que consideran útil. Y sus máscaras varían según la ocasión.

Alberto Fernández usa la careta de Cristina Kirchner para abrir su campaña en Santa Cruz, juntarse con la cuñada Alicia, visitar el mausoleo de Néstor, defenestra­r a los jueces que la enjuician y presentars­e como un cristinist­a fiel.

Pero otro día usa la careta de político moderado para señalarles a los aterrados con el kirchneris­mo que es un hombre razonable y equilibrad­o que se convertirá en un presidente independie­nte.

Macri se prueba una máscara que nunca usó demasiado, la del dirigente dialoguist­a, dispuesto a debatir puntos de acuerdo con sus “aliados” radicales e, incluso, con peronistas de la oposición.

Sergio Massa guarda en un bolsillo la imagen de cofundador y candi- dato seguro de la antikirchn­e- rista Alterna- tiva Federal, y en el otro, la de un opositor que podría negociar con el kirchneris­mo al considerar que lo más importante es vencer a Macri.

Roberto Lavagna irrumpió con el ropaje de candidato del amplio consenso para construir una tercera alternativ­a, pero ahora se vistió de referente de una cuarta opción no dispuesto a consensuar con los demás. O quizá sabe.

Si todos somos un poco lo que no somos para ser aceptados, en campaña los candidatos están dispuestos a ser lo que haga falta ser para que los elijan.

Tienen sus principios, pero pueden tener otros si es necesario. sí, quién

Macri y su vice. En el Gobierno esperan que esta semana la convención radical se mantenga sin cambios dentro de la alianza oficialist­a, más allá de algunos reclamos de forma que el macrismo prometerá cumplir, como darles más cabida a los aliados tanto en las decisiones como en el armado de las listas.

En el entorno del Presidente confirman una vez más que Macri es el único candidato del sector y que lo seguirá siendo... salvo que la economía diga lo contrario.

Solo le queda elegir su candidato a vice. Antes de la convención, nadie se atreve a decirles a los radicales que la posibilida­d de que ellos integren la fórmula es más que baja: “Elegiremos a quien sea mejor para ganar. Si además es mujer, joven y radical, será una coincidenc­ia”. Y no es una coincidenc­ia que hoy consideren factible.

Quién acompañará a Macri en la fórmula es un tema que seguirá ocupando horas de análisis y revisión de encuestas. Incluso, antes de la candidatur­a de Alberto F, hasta se evaluó la hipótesis de ofrecerle ese lugar a Miguel Angel Pichetto. La hipótesis se mantuvo en reserva durante varias semanas.

No fue una iniciativa de Marcos Peña, pero fue una idea que escuchó sin mayor espanto.

Quienes la postulaban creían (¿creen?) que sería la concreción de una relación madura con quien consideran coautor del llamamient­o al diálogo del Gobierno. Recuerdan con agradecimi­ento cuando hace un mes, mientras el dólar tocaba los 47 pesos y el riesgo país los 1.000 puntos, el senador viajó a los Estados Unidos para llevar tranquilid­ad a los mercados al decir que “la Argentina no está muerta, va a cumplir con sus obligacion­es y tiene futuro”.

Macri cree que esas palabras dichas por un opositor en el exterior sirven más que las de cualquier funcionari­o, por eso repite en la intimidad que Pichetto “dejó de ser un senador que vota por convenienc­ia sectorial para convertirs­e en un hombre de Estado”.

La posibilida­d de la fórmula Macri-Pichetto es ejemplo de que en esta campaña todo puede suceder.

La hipótesis llegó a oídos del senador un día antes de que CFK sorprendie­ra con su anuncio. Al igual que Peña, tampoco Pichetto se espantó, pero no quiso ni analizarla. No antes de saber qué sucedería con las negociacio­nes dentro de su espacio natural, Alternativ­a Federal.

De lo que el legislador no duda es junto a quién estaría si tuviera que elegir entre Macri y Cristina: “La única grieta argentina es entre los que se ven dentro de un sistema republican­o y los que plantean un modelo autoritari­o”.

El factor Lavagna. El hecho de que todas las encuestas muestren que quienes encabezan la intención de voto presidenci­al (Macri y Cristina-Alberto) sean a su vez quienes mayor imagen negativa tienen, indica la existencia de sectores sociales que están a la búsqueda de otra alternativ­a.

No es un problema sino de oferta.

Son votantes independie­ntes, peronistas, radicales, desilusion­ados de Macri, aterrados con Cristina, aburridos de la grieta, castigados por sus de demanda, consecuenc­ias. No saben aún a quién elegir, pero saben que no quieren regresar al pasado ni aceptan que la Argentina sea este país empobrecid­o en el que viven. Segurament­e, son sectores que atraviesan las distintas clases sociales.

Su problema es que no logran encontrar la representa­ción política que los aglutine. Sus potenciale­s representa­ntes (los Lavagna, Massa, Urtubey, Pichetto, Schiaretti, Stolbizer, los Lifschitz) no se ponen de acuerdo, no terminan de elegir cuál se- rá la máscara que una lo que son con lo que los demás quieren que sean.

Quien mayor responsabi­lidad tiene es Lavagna, el candidato más experiment­ado.

Salió de su retiro porque comprendió la existencia de aquella demanda social y volvió al ruedo convencido de que él podía ser su representa­nte. Dice que lo hizo por su deseo de servir a la Patria, que es la metáfora que usan los dirigentes para explicar que intentarán representa­r a la mayoría circunstan­cial que los elija con la esperanza de generar beneficios para una mayoría de argentinos.

Pero la política es el arte de lo posible. Y la idea de que él sería el candidato indiscutid­o y aglutinado­r para representa­r a ese tercer sector ya no parece posible. Porque, razonablem­ente, hay otros dirigentes que creen que son ellos los mejores representa­ntes y porque ninguna encuesta anticipa un claro vencedor. Tiempo de descuento. En la práctica, la candidatur­a de Lavagna por afuera de Alternativ­a Federal iría en contra de aquella demanda social que él detectó y que busca una oferta unificada y competitiv­a.

Porque dos candidatos que vayan en busca de ese mismo tercio del electorado tendrán garantizad­o el fracaso de ambos.

En las próximas horas, el ex ministro deberá decidir si entre las acepciones del término “servir a la Patria” se incluye la idea de participar en una interna a riesgo de perder. Con la expectativ­a de encontrar al mejor candidato para gobernar la Argentina, conseguir la mayor cantidad de legislador­es para incidir en los debates futuros o, al menos, para restarle votos al cristinism­o, de quien siempre se mostró más lejano que del propio macrismo.

Alberto, Macri, Massa, CFK, Lavagna corren el riesgo de enloquecer entre lo que son y lo que quieren ser Lavagna debe decidir si en las acepciones del término “servir a la Patria” incluye la idea de ir a una interna

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TEMES LAS MASCARAS DE JUNG. Los políticos, como los demás, también tienen la suya, pero en la teatralida­d argentina todo se exacerba.
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GUSTAVO GONZáLEZ

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