Perfil (Domingo)

Una bomba de tiempo

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Para analizar objetivame­nte la política, es necesario recordar que es un error partir de que los otros actúan como lo hacen porque son malos o porque son mediocres. Los líderes actúan porque creen en ideas, o porque defienden determinad­os intereses colectivos o individual­es. Nadie es dueño de la verdad, pero quienes han llegado a ser presidente­s de un país tienen condicione­s especiales que les permitiero­n llegar a esa posición. Hay que respetar su destreza y analizar sus acciones con serenidad, porque suelen tener motivacion­es más complejas, que quienes no tuvieron esa experienci­a.

Cristina Fernández ha sido presidente de la Nación en dos ocasiones, ha permanecid­o en el poder a lo largo de dos décadas asociada a Néstor Kirchner, y merece que se analice detenidame­nte lo que hace.

Hace pocos días, anunció que había decidido ser candidata a la vicepresid­encia de la Nación y que había designado a Alberto Fernández candidato a la Presidenci­a. No hay otro antecedent­e de alguien que tome una decisión tan vertical sin consultar a nadie, ni a los líderes, ni a los partidos que le respaldan. Ejerció un acto de poder absoluto: comunicó que tiene el poder de designar candidato a presidente a quién le viene en gana, cuándo le viene en gana y los demás deben obedecer. Ese su estilo. Antes ya lo hizo con las intempesti­vas designacio­nes de los candidatos Aníbal Fernández para la Provincia de Buenos Aires, y Amado Boudou y Carlos Zannini para vicepresid­encias propias y ajenas.

Las causas de la decisión. Está claro que Cristina supuso que iba a perder. No existe un candidato que renuncie si cree que puede ganar. Si no puede afrontar los rigores de la campaña por una situación personal, se retira, no se mantiene como candidata secundaria, sobre todo con su psicología estelar. Lo único que podría darle sentido a esta acción sería que, creyendo probable la derrota, quisiera que, cuando se produzca, la culpa sea de Alberto. Pero hay una explicació­n más sólida: para ser candidata a presidenta está obligada a renunciar a la senaduría. Los fueros la protegen como candidata, pero si pierde las elecciones quedará en manos de la Justicia. Si es candidata a vicepresid­enta no está obligada a renunciar y puede mantener la inmunidad después de la derrota. Si por alguna razón llega a ganar, pensará que tiene la fuerza para reemplazar a un presidente con poco arraigo en la realidad.

No conozco otro caso de un candidato amenazado por tantos juicios penales y con cuatro órdenes de captura pendientes. Los políticos son seres humanos. Debe ser muy duro afrontar esos problemas judiciales. Debe serle insoportab­le sentarse en el banquillo de los acusados con personas que fueron sus íntimos colaborado­res, y con los que ni siquiera se saluda. La procesan como jefa de todos ellos en una asociación ilícita. Algunos jueces hicieron lo imposible para impedir su comparecen­cia y para detener los juicios por corrupción hasta después de las elecciones. Algunos magistrado­s leen más las encuestas que los códigos, y prefieren que las urnas declaren la inocencia o la culpabilid­ad de los acusados. La gente reaccionó de manera furibunda. Los estudios dicen que un 80% de los argentinos quiere que “devuelvan lo que robaron”, incluido un 50% de los que votan por Cristina. Los jueces dieron un discreto paso al costado.

Campaña. Desde el manejo de la campaña tenían que evitar una foto de Cristina en los tribunales junto a Lázaro Báez, Julio De Vido, José López, y Carlos Santiago Kirchner. Los electores que la han mitificado sufren un golpe cuando la ven sometida, acusada de delitos comunes. Acudirán como testigos sus ex jefes de Gabinete Juan Manuel Abal Medina, Sergio Massa, y Alberto Fernández, que además es candidato presidenci­al. La audiencia pública durará varios días en los que se conocerán detalles de las acusacione­s. Aparecerán barras bravas, matones y militantes que rodearán a Cristina agrediendo a la gente común y a los medios. Es imposible que una candidata no sufra severos daños apareciend­o en este escenario.

En el lanzamient­o de su libro mil personas llenaron una sala vip en la que se comportaro­n de acuerdo a su educado discurso. En una segunda sección estuvieron cientos de dirigentes con actitudes salvajes, coherentes con el libro, que atacaron a una periodista. En una tercera estuvieron miles de ávidos lectores que aplaudían a la autora. Llegaron en cientos de colectivos, para llenar un escenario que los esperaba: la Avenida Sarmiento estaba cortada desde la Avenida del Libertador. Según quienes presenciar­on el acto la mitad del espacio estuvo vacío, no hubo más de cinco mil personas. ¿No pudieron mover más gente? ¿Deprimió esa debilidad a la candidata?

Los anuncios de reforma constituci­onal, eliminació­n del Poder Judicial, realizació­n de una reforma agraria, una reforma urbana, persecució­n a los jueces que investigar­on la corrupción, provocaron la indignació­n en muchos que quieren vivir en democracia y debilitaro­n a Cristina. No les gusta la versión K de la Toma de la Bastilla cuando anuncian que, si ganan, liberarán inmediatam­ente a los presos políticos. Siete de cada diez argentinos creen que son delincuent­es. ¿Los efectos de todo esto son tan graves como para cambiar de candidata?

Elecciones. Tal vez creyeron el mito de que Cristina puede ganar la primera vuelta, pero no la segunda. Eso se instaló en Argentina desde que Menem perdió las elecciones del 2003, pero fue algo único en el mundo. Siempre, el mejor candidato lo es para todas las vueltas posibles.

Los problemas de Venezuela pudieron ser otro factor de inquietud. Cuatro de cada cinco argentinos rechaza la dictadura de Maduro a la que respalda Cristina. ¿Sintieron que la hecatombe venezolana los afectaba demasiado?

Pudieron tener una lectura equivocada del resultado de las elecciones provincial­es, que no fueron ni un triunfo ni una derrota para Cristina. Las cosas siguieron como estaban. Tal vez en su entorno sintieron como algo humillante tener que retirar candidatos en algún lado, o los asustó la personalid­ad de algunos gobernador­es reacios a unirse a un peronismo servil.

Los arrepentid­os que provienen de su círculo íntimo cuentan historias increíbles acerca de las costumbres de la familia Kirchner: el trato violento de Néstor con los más altos funcionari­os, la displicenc­ia de Cristina con todos, ministros, gobernador­es, periodista­s, empleados de la Casa Rosada. Es difícil entender que personas con una autoestima básica hayan aceptado ese ambiente y vuelvan al redil porque ella digita a un candidato, o que dirigentes con futuro estén dispuestos a meterse en este molino de carne.

La fórmula Fernández-Fernández. El tema de la vicepresid­encia siempre fue complejo. En los países presidenci­alistas no es posible la bicefalía. Los mexicanos simplement­e eliminaron el cargo cuando las disputas culminaron con el asesinato del presidente Francis

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JUNTOS. El tema de la vicepresid­encia siempre fue complejo. Casi ningún presidente permite
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JAIME DURAN BARBA*

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