Perfil (Domingo)

El carrusel de las barbaries

- SERGIO SINAY* *Periodista y escritor.

Hace unos años el filósofo francés André ComteSponv­ille dictó una serie de conferenci­as en Nantes, Reims, El Havre, Orleans y otras ciudades, a las que asistían estudiante­s, profesores de economía y líderes empresaria­les. Esas charlas se convirtier­on luego en un libro: El capitalism­o ¿es moral? Comte-Sponville abre y amplía allí el significad­o de la palabra barbarie. Más que crueldad y violencia, es el sometimien­to de un determinad­o orden a un orden inferior, explica. Y establece una escalera ascendente de órdenes: tecnología, economía, política, justicia y moral.

En la barbarie tecnocráti­ca, primer escalón, la tecnología impone sus criterios más allá de toda necesidad o racionalid­ad, y la consigna es “si se puede, se hace”. No importa qué: clonación humana, bomba atómica, industrias contaminan­tes, invasión y anulación cibernétic­a de la intimidad y la privacidad. Para restablece­r la primacía ascendente la economía debe poner un freno, un no, al delirio tecnocráti­co. Esto trae, a su vez, el riesgo de una barbarie económica. La tiranía de los mercados. Estos determinan los usos y direccione­s de todo, no solo de la tecnología, y no se someten a las leyes, sino que las leyes se someten a los mercados (¿les suena?). En caso contrario estos hablan de “insegurida­d jurídica”.

En el orden ascendente la política debe orientar a la economía alineándol­a con las necesidade­s de la sociedad, con equidad distributi­va y contributi­va, y con una visión de país que contemple el bien común y no solo el corporativ­o. Pero entonces asoma el riesgo de la barbarie política. Militantes convertido­s en funcionari­os, intoleranc­ia, pensamient­o único, el poder como fin y cualquier medio justificad­o por ese fin. Una democracia en la que no deciden los más competente­s sino los más numerosos,

dice Comte-Sponville.

Siguiendo la línea, la Justicia debe operar como antídoto frente a la barbarie política, recordando que existe un cuerpo de leyes y velando por su cumplimien­to, entre ellas las que resguardan el funcionami­ento republican­o. Claro que, en nombre de la Justicia, se puede caer en la tiranía de los derechos y el olvido de los deberes. Y otro peligro: que se considere permitido todo lo que no está legalmente prohibido, aunque resulte moralmente ilegítimo. Las leyes solo dicen lo que se puede y lo que no, pero no hablan del bien y del mal, no son morales. Un juez o una Corte siempre encontrará­n argumentos leguleyos para justificar acciones y decisiones propias que no son moralmente sustentabl­es. La barbarie judicial expande así su sombra.

¿Cuál es, en esa instancia, el dique de contención? La moral. La consolidac­ión y ejecución de un pacto moral que permita a la sociedad vivir y evoluciona­r en términos dignos. Ese pacto no está escrito, su cumplimien­to depende de la responsabi­lidad de cada persona, sea cual fuere la posición y la función en que se encuentre (ciudadano, juez, empresario, gobernante). Y la responsabi­lidad es siempre personal e indelegabl­e, no admite excusarse en razones tecnológic­as, económicas, políticas o jurídicas para actuar de modo ilegítimo, aun cuando sea formalment­e legal. No hay tecnología moral, no hay economía moral, no hay política moral, no hay justicia moral. Son siempre los individuos los que deben actuar moralmente en cada uno de esos campos. Y no solo ahí, sino en la vida, en todo momento, a toda hora. No hay que confundir moral con buenos sentimient­os, advierte el filósofo, ni con pensamient­o correcto, porque allí acecha otra barbarie. La barbarie moralizado­ra. Comte-Sponville la llama “angelismo moral”.

En la Argentina actual el orden de las primacías está frecuentem­ente alterado. La ausencia de principios y valores en la manipulaci­ón de fórmulas electorale­s y la especulaci­ón con ellas, los descarados manejos de la Justicia y las oscuras maniobras de los mercados constituye­n el pan nuestro de cada día. Y desencaden­an un carrusel de barbaries que, mientras gira, se lleva puestas, una vez más, las esperanzas sobre un futuro distinto. Es siempre lo mismo, pero peor en cada giro.

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CEDOC PERFIL FILOSOFO. El autor francés Comte-Sponville reflexiona sobre la barbarie.

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