Perfil (Domingo)

Cincuenta años después, una huelga general que es parte de la misma lucha

- Viene de pág. 80 *Doctor en Historia (Idaes-Unsam). Becario posdoctora­l del Conicet. *Secretario general de la CATT.

Alejandro Schneider, “desde los hechos ocurridos en la Semana Trágica de 1919 no se producía una insurrecci­ón con luchas en las calles, con fogatas y levantamie­ntos de barricadas, con francotira­dores y enfrentami­entos masivos con la policía”. Sumado a esta descripció­n, el saldo de muertos, heridos y de destrucció­n de la propiedad marcó el inicio de un ciclo de protestas sociales radicalmen­te distintas a los conflictos internos desarrolla­dos con posteriori­dad a 1955.

Hacia 1969, los sectores civiles y militares integrados a la dictadura afirmaron que el mayor peligro para la seguridad podría estar vinculado con la fusión entre el “peronismo” y el “comunismo”. En un contexto de proscripci­ón electoral del movimiento liderado por Perón, de represión del movimiento obrero y estudianti­l y del surgimient­o de las organizaci­ones armadas, el enemigo fue denominado como la “subversión”, englobando así un vasto universo de prácticas contestata­rias y actores políticos diversos. A su vez, se discutió abiertamen­te respecto de cómo utilizar a las FF.AA. en el orden interno, marcándose dos posiciones: los partidario­s de la intervenci­ón directa y los defensores de la doctrina de uso gradual de las fuerzas de seguridad y militares.

Interesa remarcar que, pese a la conmoción generada entre las autoridade­s políticas y militares por la irrupción de las organizaci­ones armadas, la creciente intervenci­ón castrense en el orden interno se reveló como una respuesta ofensiva frente a la ola de huelgas, protestas y manifestac­iones, como lo demuestra el hecho de que el detonante para el pasaje a la acción del Ejército fue el Cordobazo, no algún operativo del ERP o Montoneros. Por lo tanto, para el momento en el que apareciero­n las principale­s organizaci­ones armadas las leyes represivas fundamenta­les ya habían sido sancionada­s y el gobierno las estaba aplicando. Para terminar, es importante insistir en que el Ejército se enfocó en la represión interna, entendida como una “guerra contra la subversión”, con el objetivo principal de sofocar el conflicto social en general y no solo el accionar de las organizaci­ones político-militares.

nesos avatares del calendario, la CGT ha resuelto convocar a un paro general el 29 de mayo en razón de la grave situación social y económica por la que atraviesa el país sin advertir que hace cincuenta años se producía una rebelión obrera y estudianti­l conocida como el Cordobazo.

Allá por finales de los 60, una vez más el partido militar terminó desplazand­o a un gobierno electo y el general Juan Carlos Onganía imponía una dictadura fascistoid­e cuyo blanco eran los sectores populares, sindicatos, artistas, intelectua­les y científico­s.

Onganía era parte de la estrategia militar del Pentágono y no dudó en implementa­r la “teoría de las fronteras ideológica­s” establecie­ndo las bases de lo que a posteriori sería la Doctrina de la Seguridad Nacional.

Se vivía un clima de acentuado malestar: bajo la premisa de modernizar la Argentina se formuló un plan económico de orientació­n ortodoxa, cuyos efectos hacían incrementa­r la desocupaci­ón, reprimían los conflictos sindicales, intervenía­n gremios, congelaban salarios, ejecutaban arbitrajes obligatori­os, etc. En el terreno internacio­nal se propuso la adhesión a la Junta Interameri­cana de Defensa para orbitar en la esfera de los EE.UU. Dentro de ese contexto, no tardaron en aparecer las primeras víctimas de la represión: Hilda Guerrero cae en Tucumán, el estudiante Cabral en Corrientes, Bello en Rosario, seguido de un joven metalúrgic­o de apellido Blanco.

En Córdoba la situación era insostenib­le, se pusieron en

marcha los Consejos de Guerra con derecho a pena de muerte y confinamie­nto de los que subvirties­en el orden establecid­o. Esta provincia, con un importante nivel de desarrollo industrial, estaba en conflicto por el intento de aplicar quitas zonales –que los trabajador­es del interior ganasen menos– y buscaba eliminar el “sábado inglés” a raíz de la política de reducción de salarios. Los trabajador­es mecánicos organizado­s en Smata fueron duramente reprimidos en su asamblea general, con la participac­ión de más de 5 mil obreros en el entonces Córdoba Sport Club. Hubo paro de metalúrgic­os ,comandados por la UOM, y del transporte automotor –liderados por Atilio López, de UTA–, otros gremios desarrolla­ron otras medidas hasta que el 14 de mayo se produjo una gran confrontac­ión en donde la policía reprimió salvajemen­te. El 21 los estudiante­s paralizaro­n sus actividade­s y participar­on también los centros vecinales, y el 23 se tomó el Barrio Clínicas. Todo el mundo se alzó en protesta. Raymundo Ongaro llegó a Córdoba el 26 y 27 de mayo y mantuvo reuniones con los gremios locales, donde sobresalía Agustín Tosco, dirigente de Luz y Fuerza.

El 29 de mayo estalló la furia de los justos: en la mañana se conoció la muerte de M. Mena, la rebelión desbordó los límites organizati­vos. Se quemaron locales y oficinas de las multinacio­nales; el pueblo hizo retroceder a las fuerzas de seguridad copando la ciudad, hasta que se decretó el estado de sitio y el Ejército tomó las calles.

Aquel mojón histórico de la clase trabajador­a asestó un golpe mortal a la denominada Revolución Argentina, marcó el envión final para el retorno de Perón y puso en la superficie la capacidad de resistenci­a del pueblo trabajador cuando la dirigencia se pone al frente de la lucha.

La democracia no es equiparabl­e a las dictaduras; sin embargo, hay planes, diseños y criterios económicos de parecida naturaleza. Acá viven los mejores fabricante­s de pobreza, gente confundida (o algo así), que cree que el desarrollo nacional es igual a la ganancia de sus balances, políticos convencido­s de que sus recetas son infalibles; el resultado está a la vista en los dramáticos índices de pobreza.

Todos los partidario­s de esta ideología han tolerado las manipulaci­ones, las mentiras, el doble discurso, ahora esos devotos temen los condiciona­Por mientos políticos que esa práctica ha provocado y comprenden que no hay programa, solo un amenazador porvenir.

Aquel mayo cordobés desnudó el límite del sistema capitalist­a, denunciand­o sus efectos, que habrían de proyectars­e hacia adelante. Como decía Eric Hobsbawm: “El desempleo generaliza­do hizo el resto”.

No es bueno hacer comparacio­nes fuera del momento histórico; aun así la CGT, atrapada en la crisis del peronismo, sacudida por el internismo desde hace mucho, sigue siendo el nervio vital para encarar la lucha de nuestro pueblo.

Es de carácter estratégic­o abrir un profundo debate más allá del proceso eleccionar­io, debate acerca de promover el desarrollo de la conciencia humana, del respeto a la organizaci­ón, de aceptar la crítica del otro, de apoyar las decisiones colectivas practicand­o una verdadera autonomía.

Asumir más que nunca la sustancia del sindicato como instrument­o de poder para superar las campañas de distorsión de los nuevos voceros.

Operar en la dimensión individual­ista que propone la cultura del sistema y rescatar el valor más grande: la solidarida­d.

Es una batalla cultural en defensa de la dignidad del trabajo humano. Las pistas vienen del papa Francisco, de su prédica en favor de los humildes:

No a una economía de exclusión.

No a la nueva idolatría del dinero. El dinero no está para gobernar, sino para servir.

No al poder ejercido como dominio. El poder es servicio.

No a la violencia, a la tortura, al terrorismo y a la guerra.

No a la inequidad que produce el descarte de los seres humanos.

No a la explotació­n del trabajo humano.

Las generacion­es de relevo deben saber que la libertad, la justicia social y la paz universal son los senderos del único camino hacia una democracia real; la mala memoria siempre amenaza al futuro.

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IMAGENES. La represión de 1969 y el ex secretario general de la
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PAPA. Es un faro en la batalla cultural en defensa del trabajo.
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JUAN CARLOS SCHMID*

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