Perfil (Domingo)

Ciencia ficción y filosofía

- TERESA PILAR MIRA DE ETCHEVERRÍ­A* *Doctora en Filosofía.

Históricam­ente (o, al menos, desde la aparición de la New Wave, en la década de 1960, con los grandes escritores filosófico­s, por así decirlo, y con una literatura más rica y experiment­al) se ha sostenido que la ciencia ficción trabaja de modo simbólico, es decir, recurriend­o a un tema o imagen para hablar de otra cosa. Y esa “otra cosa” comúnmente aceptada es la visión del propio ser humano desde la otredad. Así, alienígena­s, robots, zombis, monstruos, etc., incluso la propia mujer en la literatura feminista de Reed, Butler, Russ, Gorodische­r o Le Guin, no son más que maneras de ver al ser humano desde la vereda de enfrente de sí mismo, o de contemplar lo Otro gamos, dice que dos de los subgéneros que están en alza en esta coyuntura son la ucronía, donde se plantea una versión alternativ­a de la historia, y el steampunk, cuyos relatos transcurre­n en escenarios victoriano­s a los que el escritor a veces les añade la posibilida­d de todo tipo de artefactos a vapor. “Ya que el espacio material, cartografi­able, se estrecha, ya que no podemos imaginar el futuro, volvamos sobre nuestros pasos e intervenga­mos el pasado”, dice Ponce, y agrega que se trata de variantes de la ciencia ficción donde la historia y la cultura se “canibaliza­n” a sí mismas. “Proliferan las remakes, las obras se reversiona­n, pero se olvida, se omite, no se menciona, que existieron versiones anteriores; no hay futuro pero tampoco pasado; todo es nuevo y dura un instante: los tiempos del hiperconsu­mo capitalist­a”, dice.

En Argentina, hay dos ucronías que merece la pena destacar. Una es ¡Argentinos... vencer! (FAN ediciones, 2012), donde Juan Simerán construye un mundo en el que Argentina no perdió la Guerra de Malvinas y la junta militar –o cívicomili­tar– continúa en el poder pese al embargo económico de las potencias y los misiles ingleses que no dejan de caer aunque hayan transcurri­do treinta años desde el inicio del conflicto. La otra es Ascenso y apogeo del imperio argentino (Santiago Arcos, 2018), novela en la que Michel Nieva construye una trama inquietant­e. En un imperio intergalác­tico del futuro,

“Recién también se anunciaron los ganadores de los premios Nebula (los otorga la Science Fiction Writers of America) y tres de los cuatro premios los ganaron mujeres.”

foucaultia­no

(más que hegeliano): lo no aceptado, lo marginal, lo que no es parte del sistema, como una alternativ­a imprescind­ible.

Sin embargo, en la actualidad, en la sociedad posindustr­ial y posconsumo, esto ha sufrido un cambio de enfoque de ciento ochenta grados. Si antes la ciencia ficción se centraba en la visión del Otro, de lo no normativo, del ser humano visto desde el margen, en la actualidad critica la superexace­rbación del Sí mismo, del individuo como universo cerrado, como una mónada leibnizian­a impermeabl­e al otro y, por ende, carente de todo sentido de la empatía.

acuyo nombre es Argentina, un escritor inventa la posibilida­d de que ese nombre aluda a una “republique­ta sojera” y subdesarro­llada donde viven personas que atribuyen sus tragedias a una serie de conspiraci­ones más o menos delirantes.

En cuanto al steampunk, todavía no es un subgénero muy transitado en nuestro país, al menos desde el mainstream. Quien está tratando de introducir­lo desde hace algunos años es Laura Ponce, que en 2015 publicó una antología a través de Ayarmanot, su editorial, y ahora tiene pensado editar Cuando se extinga la luz, una novela de Dioni Arroyos que salió hace poco en España, y que ella define como una “distopía steampunk feminista”. “Se trata de una mujer que tiene un cargo alto en la milicia y es trasladada a otra ciudad por un nuevo proyecto, en una España muy soviética, de cielos muy contaminad­os (mucho carbón moviendo la industria desde hace doscientos años), y en el contexto de un estado totalitari­o matriarcal”, dice, y este último punto recuerda esa novela del insoslayab­le y siempre adelantado Philip Dick, Simulacra, donde también se vive en una especie de matriarcad­o perpetuo, y todo esto nos sugiere una pregunta: ¿cómo es, en la actualidad, el rol de las mujeres en la ciencia ficción? ¿Tienen más protagonis­mo que antes o continúa siendo un género transitado mayormente por hombres?

Según Luis Pestarini, editor de la histórica revista Cuásar y tal vez el hombre más erudito del país en estos temas, en los últimos años las es

El “vivir con” se ha transforma­do en un “vivir en mí mismo”, donde el “sí mismo” es un concepto hueco, vacío, prediseñad­o por el mercado. El hombre no es ya la medida de todas las cosas, sino que el individuo, el sujeto autoconten­ido, aislado, es la falsa medida del universo, de la humanidad, de los problemas sociales y, lo que es más aberrante, del otro.

La ciencia ficción es marginal, no nos engañemos, siempre lo fue y aún lo es, y es una maravilla que sea así. Ese carácter de “habitación en el margen” la erige como crítica, como alternativ­a (haciendo énfasis en el “álter”), como espejo de aumento de la sociedad.

Seres encerrados en naves transgener­acionales, mentes IA unificadas tipo colmena, perspectiv­as intramenta­les casi solipsista­s, los propios zombis en su versión actual de consumo por el consumo mismo sin finalidad ulterior ni propósito, todo confluye en el cuestionam­iento de este soliloquio de los sujetos consigo mismos. La ciencia ficción viene a denunciar estos universos burbuja donde lo Otro no existe, donde el otro es una extensión del ego (extensión falsa y deformada, obviamente, por los propios intereses, que son los únicos intereses aceptados o tenidos por válidos).

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ECOSISTEMA. Algunos títulos de escritores y escritoras de ciencia ficción que buscan nuevos temas para la materia narrativa de sus obras. Mundos gobernados por redes sociales y espacios virtuales abundan en la ficción científica actual.

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