Perfil (Domingo)

Por qué le habrán puesto caballos

POR QUINTíN

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Hace dos semanas escribí en esta página sobre vinos naturales. A raíz de eso, recibí una invitación de Silvia Fernández y Ana Paixao para una feria de vinos orientada “al trade” en el Club Alemán de Equitación. Llegué al lugar por el lado incorrecto y tuve que pasar por las caballeriz­as, en medio de dos hileras de robustos equinos que me miraban extrañados. El contacto con la vida animal en medio de la ciudad me predispuso favorablem­ente para escuchar una conferenci­a a cargo de Juan Pelizzatti y Gabriel Bloise, respectiva­mente socio fundador y enólogo de la bodega Chakana, cuyo tema era, justamente, el de los famosos vinos naturales.

Hasta hace unos años, Chakana producía vinos bastante poco naturales: oscuros, concentrad­os, maderosos y hasta un poco dulzones, típicos del paradigma de la industria local adoctrinad­a por el enólogo Michel Rolland y el crítico Robert Parker. Pero un día, como el emperador Constantin­o, la bodega se convirtió al culto verdadero. Pelizzatti arrancó la charla celebrando la reciente jubilación de Parker y demolió su sistema de puntajes, cuyo resultado fue tener vinos iguales y consumidor­es obedientes. La bodega, explicaron los expositore­s, empezó en 2012 a utilizar métodos orgánicos y biodinámic­os en sus viñedos y a intervenir cada vez menos en el proceso de elaboració­n. Su adhesión a una agricultur­a sin agroquímic­os y una fermentaci­ón sin trucos tiene entre sus referentes a Jonathan Nossiter, cineasta americano y sommelier al que conocí en el Bafici 2003, poco antes de que dirigiera su famoso documental Mondovino, en el que los villanos eran, entre otros, Parker

y Rolland. Casi veinte años más tarde, lo que parecía una extravagan­cia de diletantes y una pelea contra los molinos de viento empieza a materializ­arse en un cambio en el pensamient­o de los profesiona­les. Nossiter acaba de publicar un libro titulado nada menos que Insurrecci­ón cultural, vino natural agricultur­a para salvar el mundo, que los responsabl­es de Chakana auspiciaro­n la traducción casi simultánea con la edición en inglés.

A diferencia de Santiago Salgado, el ermitaño artesanal de San Rafael, Chakana produce dos millones de litros por año y hacer vinos naturales a esa escala implica un riesgo económico alto, porque la actividad espontánea del vino puede dar resultados impredecib­les. Para evitarlos, la industria utiliza una serie de protocolos, en particular el agregado de anhídrido sulfuroso, que estabiliza el vino pero también puede achatarlo y restarle gracia. Aunque “gracia” es una palabra más espiritual que espirituos­a, la batalla por aprender a reducir los sulfitos que relató Bloise tiene la suya: implica, en cierto modo, dejar el mundo de la necesidad para entrar en el de la libertad.

Y gracia tuvo probar los vinos que ofreció Bloise a la concurrenc­ia: abiertos, inclasific­ables, heterodoxo­s y altamente tomables. Luego, las libaciones continuaro­n en el stand de la bodega, donde la gente se iba poniendo progresiva­mente feliz. Y también en los de otras bodegas, entre ellas una que ofrecía degustar un vino que cuesta cuatro mil pesos la botella, aunque gente mucho más experta que yo no lograba descifrar el motivo. Me fui de noche y no pasé entre los caballos, aunque me imaginé que escuchaba relinchos al fondo. Mi estado no era el mejor.

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JONATHAN NOSSITER

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