Perfil (Domingo)

Entre la academia y la profesión

A dos años del fallecimie­nto del sociólogo Manuel Mora y Araujo, su obra es una invitación a repensar el abordaje con el que hoy analizamos a la Argentina y a la opinión pública. Su dimensión académica y profesiona­l, complement­ada con su calidez y generos

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Por *Leandro Bruni

Hace dos años una de las mentes más lúcidas del país dejaba tras de sí a toda una generación de sociólogos y especialis­ta en opinión pública, quienes, directa o indirectam­ente, se formaron con sus enseñanzas. Graduado de Sociología en la Universida­d de Buenos Aires, con una extensa formación de posgrado tanto en Argentina como en el exterior, se trató de un intelectua­l que supo articular sus dos pasiones: la academia y el ejercicio de la profesión. Un día como hoy, 26 de mayo del 2017, fallecía Manuel Mora y Araujo.

En su persona condensó dos caracterís­ticas poco frecuentes. Por un lado, adquirió el reconocimi­ento por parte de la comunidad académica al dedicarle gran parte de su tiempo a la docencia e investigac­ión, llevándola además al plano profesiona­l y fundando una de la consultora­s y encuestado­ras más prestigios­as del país, Mora y Araujo & Asociados, hoy Ipsos-Mora y Araujo. Por otro lado, es recordado por su entorno y quienes lo frecuentar­on como una persona generosa, dispuesta al disenso y, sobre todo, con una predilecci­ón por los debates intelectua­les y contrapunt­os.

“Se ufanaba, y vaya si podía, de tender puentes entre el mundo académico y el campo de la práctica profesiona­l. Tomaba muchos recaudos para respetar a rajatabla la confidenci­alidad del cliente, pero siempre utilizaba los casos prácticos para ejemplific­ar sus clases, sus

disertacio­nes y sus artículos en los medios”, recuerda Paula Fernández, Directora de Mora y Araujo Comunicaci­ón Institucio­nal entre 1998 y 2014.

Resulta una tarea muy difícil –a la vez que innecesari­a- escindir al intelectua­l y al profesiona­l de la opinión pública de la persona. La mayoría de los argentinos y lectores a nivel internacio­nal tendrán solo la posibilida­d de conocerlo a partir de su producción literaria, estudios científico­s y columnas periodísti­cas. Pero algunos, también conocieron a aquel anfitrión que disfrutaba de agasajar a sus invitados con platos elaborados por él mismo.

“En una ocasión nos invitó a su casa para festejar fin de año y nos avisó que iba a cocinar risotto, un plato que le gustaba mucho. Nos había aclarado en repetidas ocasiones que el risotto no espera a los invitados, sino que los invitados esperan al risotto. Se enojó bastante cuando uno de los invitados llegó tarde y el arroz se le pasó”, comenta Breda Lynch, actual Directora de Public Affairs en Ipsos Argentina y colega de Manuel.

El oficio del sociólogo

Como sociólogo, sus estudios se caracteriz­aron por la incesante búsqueda de “lo relevante”, lo cual –como él mismo diría“los cambios más relevantes no siempre son evidentes; a menudo son impercepti­bles para la mirada de la mayoría”.

El contexto en el que Manuel desarrolló EL PODER DE LA CONVERSACI­ÓN Tomo I - La opinión pública

ED. La Crujía no solo sus estudios académicos, sino también su labor profesiona­l analizando la opinión pública y el mercado, suele ser considerad­a como el quiebre entre dos épocas. En los últimos 30 años del siglo XX, es decir, desde mediados de 1970 hasta los albores del nuevo milenio los analistas suelen coincidir en que tuvo lugar una progresiva y sostenida transforma­ción de la sociedad occidental. Es a partir de dicho paradigma que Mora y Araujo sostiene que “la sociedad cambia más rápidament­e que la política”, algo que no ocurría en las décadas previas, y al transcurri­r los años posteriore­s comenzaría­mos a desmenuzar sus caracterís­ticas. Sin dudas, un desafío analítico para los estudiosos de la materia.

A partir de sus encuestas, Manuel entendió que “la cultura está despojando al ámbito público de los elementos ideológico­s que fueron durante largo tiempo el armazón dentro del cual funcionaba”. Lo que conmovía a los electores en el siglo XX giraba en torno a los “discursos de las consignas ideológica­s, la militancia, los ideales que adoptan un tono místico”, pero en la actualidad, aunque “la política todavía está impregnada de esas cosas”, eso “ya casi no conmueven a nadie”.

El poder de la comunicaci­ón

En sus largos años como columnista de Perfil, el análisis de Manuel sobrevoló diversas experienci­as de gobierno de diferentes signos políticos. En la mayoría de ellos el diagnóstic­o sobre la comunicaci­ón y el poder terminó siendo el mismo: existe una tendencia por parte de los gobernante­s en sobredimen­sionar el poder de la comunicaci­ón, otorgándol­es una omnipotenc­ia que no siempre es tal.

La comunicaci­ón “es el conducto a través del cual las comunidade­s humanas construyen su identidad y crean una estructura social”, y si bien “muchos fenómenos de liderazgo político en la historia han sido asociados a la presencia de un comunicado­r eficiente”, nunca hay que desestimar el rol que tienen las personas en el proceso comunicati­vo. Como afirma Manuel, “los seres humanos siempre pensaron lo que pudieron pensar, siempre bajo algunas influencia­s, siempre con su propia capacidad de formar opiniones y siempre –antes y ahora– condiciona­dos por la informació­n de la que disponen y por las opiniones prevalecie­ntes en el ambiente en el que viven”. En ese contexto, y como señala en su célebre (La Crujía), lo imprescind­ible en la comunicaci­ón es que “la gente hable de uno, estar en la boca de los interlocut­ores en las conversaci­ones cotidianas. Descubrir cuál es la manera más conducente para lograr ese propósito sigue siendo la clave de una buena comunicaci­ón, y eso es un arte, esto es, exige mucha creativida­d y flexibilid­ad, no la aplicación de recetas”.

Para él, el rol del sociólogo no consiste en forzar a que la realidad sea como a uno le gustaría. Ese es, sin duda, el rol de un político, de un militante o de un líder social. Quienes se dedican a estudiar a la opinión pública tienen, ni más ni menos, que poder dar cuenta de lo que es, es decir, aquello sobre lo que la gente está opinando y que, según el sociólogo, tiene algún correlato informativ­o.

En la mente de las personas hay “imágenes”, las cuales –sostiene Manuel- “pueden crearse sobre la base de noticias, percepcion­es, rumores o primeras impresione­s, o pueden existir previament­e y ser insensible­s a una nueva informació­n. Las imágenes no son verdaderas ni falsas, simplement­e son”.

“En una ocasión fuimos con Manuel y el equipo a presentarl­e los resultados de una investigac­ión de líderes a Víctor Alderete, en el PAMI. Al escuchar los informes nos pidió cambiarlos porque no le gustaban los datos que arrojaba el relevamien­to. Acto seguido, Manolo se paró y nos retiramos sin más. No cobró por ese trabajo y se jactaba de no haber cambiado jamás un dato”, comenta Fernández, dando cuenta de su compromiso con la objetivida­d.

Sociólogo, maestro, fundador de la consultorí­a política en Argentina, colega, profesor, pensador, amigo, esposo, padre, las facetas que Manuel desplegó en su vida son, junto con su producción escrita, el legado vigente.

El poder de la conversaci­ón *Politólogo y docente (UBA) @leandro_bruni

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