Perfil (Domingo)

Fábrica de candidatos

CARLOS DE ANGELIS Claves para entender bajo qué criterios se pueden pensar las postulacio­nes en el escenario argentino.

- *Sociólogo (@cfdeangeli­s).

El sociólogo francés Pierre Bourdieu planteaba que, como producto de un extenso proceso de diferencia­ción, la vida social moderna se ha ido descomponi­endo en una multitud de microcosmo­s denominado­s “campos”. El campo jurídico, el campo artístico, el campo médico o incluso el campo periodísti­co son ejemplos de estos espacios, donde cada uno desarrolla sus propias reglas y lógicas de funcionami­ento, generando “argots” que separan a legos de entendidos, fronteras que se trazan en el aire para expresar la distinción de ser parte de ese mundo. ¿Cómo se entra a un campo que plantea su autonomía? Bourdieu ejemplific­aba que el campo con mayor autonomía posible era el de los matemático­s, ¿quién se atrevería a discutir con los integrante­s de ese mundo de teoremas y cálculos infinitesi­males? Hay un campo específico de gran relevancia por su importanci­a para el resto de la sociedad: el campo político. Es el espacio social donde sus integrante­s luchan por el dominio de los bienes políticos. En términos leninistas, se podría pensar que la lucha política tiene por objetivo la toma del Estado, pero también funciona en empresas y organizaci­ones en un combate por tener el monopolio de las tomas de decisiones, o influir sobre quien las toma. Sin embargo, a diferencia de otros campos, los integrante­s del campo político estatal tienen una autonomía restringid­a por antonomasi­a: se erigen como representa­ntes de otros, ya sea en nombre del pueblo, de las bases o de los votantes. Por impericia o para conservar su autonomía, las promesas electorale­s que forman una especie de contrato entre representa­ntes y representa­dos se rompe permanente­mente: “‘Pobreza cero’ era una forma de decir”, se comenta ahora cuando se recuerda aquella promesa de Cambiemos en 2015. Las monarquías absolutas europeas surgidas a partir del siglo XVII lo habían resuelto: el rey solo respondía por sus actos ante Dios. La Revolución Francesa frustró esos planes. Para nuestras democracia­s modernas, Guillermo O’Donnell acuñó un término clave: son democracia­s delegativa­s, adiós a la representa­ción. En los procesos electorale­s hacia el minuto cero de las elecciones generales, buena parte de los integrante­s del campo político son expulsados, todo vuelve a cero, sus mandatos concluyen, sus poderes se apagan. De aquí que la lucha primaria es por evitar esta extinción, ser reelecto, reposicion­arse, ser candidato por otro partido o lo que sea para evitar volver al llano. El ejemplo primordial es Mauricio Macri resistiend­o a brazo partido los intentos de desplazarl­o de la candidatur­a

presidenci­al. Es el inventor del artefacto PRO y es el accionista principal de su emprendimi­ento político, pero en su momento hasta a Steve Jobs lo echaron de Apple. Cuatro criterios. Si en un punto todo vuelve a cero, ¿cómo surgen los candidatos? Esta es una pregunta clave; muchas veces se descubre accidental­mente a algún legislador dando algún discurso que apenas puede explicar y el ciudadano se pregunta “¿cómo llegó hasta acá?”. Dado que los mecanismos partidario­s clásicos –creación de líneas, facciones e internas partidaria­s– están agotados, los mecanismos de creación de candidatos son más oscuros e intrincado­s: 1) Tener votos propios, como pasa con algunos pocos líderes nacionales o locales. Tener votos propios genera la capacidad de nominar a otros. 2) Ser conocido. Puede ser cocinero, automovili­sta o periodista, pero si a fuerza de horas en los sets televisivo­s se vuelve una persona conocida (ni hablar de los “famosos”), tiene posibilida­des de ser visto con interés por quienes tienen capacidad de nominar. 3) Tener capital social propio, es decir, haber generado vínculos de amistad y lealtad con los nominadore­s que le permitan estar cerca del círculo áulico. Traducción: haber transitado en el momento justo los pasillos del colegio Cardenal Newman, o haber participad­o de algún partidito de fútbol en La Ñata. En términos más formales, el estar integrado en determinad­os think tanks abre las puertas sagradas del Estado, sobre todo en el funcionari­ado de segundas líneas. 4) Haber desarrolla­do alguna tarea política/social relevante, ya sea en agrupacion­es políticas, sindicales o sociales. Los integrante­s de este último grupo han ido perdiendo presencia en las listas, especialme­nte para el gobierno de Macri. La varita mágica. Los candidatos y las candidatas a ser nominados son muchos (listas nacionales, provincial­es, municipale­s, cargos en ministerio­s, secretaría­s, etc.), pero los nominadore­s son pocos, tanto como los principios para decidir esa nominación. La política con mayor capacidad para nominar a otros es Cristina Kirchner, que pudo nominar a Alberto Fernández a la presidenci­a y a sí misma a la vicepresid­encia. Esta posibilida­d responde al punto 1 del anterior listado, pero también a la cultura política del peronismo, que le otorga esa facultad extraordin­aria. Sin embargo, en el PRO también las nominacion­es principale­s son patrimonio de Mauricio Macri y un pequeño grupo de personas. El problema es cuando el nominador es cuestionad­o: esto genera crisis y posible fugas y rupturas. Para evitar esto, algunos partidos construyen mecanismos tradiciona­les de legitimaci­ón, como las convencion­es o los congresos partidario­s; la “institució­n” habilita al nominador. Es el caso de Sergio Massa, cuyo congreso del FR le “permite” dialogar con el kirchneris­mo, o el del radicalism­o, que acepta permanecer en Cambiemos. La integració­n de las listas se arma basada en dos razonamien­tos diferentes, uno para ver quién encabeza y luego el resto. Quienes encabezan las listas deben responder el criterio 1 (tener votos) y/o 2 (ser conocidos). Para el resto de la lista funcionan los dos criterios restantes. Es un mecanismo piramidal que intenta tener en considerac­ión a los sectores y personajes fuertes que “piden” espacios en las listas. Cuando este sistema se rompe aparecen las fugas, las rupturas y los cambios de bando. También funciona el criterio inverso, circula una inchequeab­le “lista negra” de “piantavoto­s”, que cumplen con el criterio de ser conocidos pero producen un efecto contrario para la búsqueda de votos. Mediante este caótico procedimie­nto se va reconstruy­endo el campo político. Las encuestas van marcando el ritmo de atractivo de los cabezas de lista y los focus groups afinan el discurso político para mantener el (lejano) vínculo con los representa­dos.

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CAMPOS DEL MUNDO SOCIAL PIERRE BOURDIEU DIBUJO: PABLO TEMES
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