Escenas de la vida en los burdeles
Gustave Pellet se dedicó a editar libros, pósters y catálogos, cuando la fortuna familiar se extinguió. En realidad, primero fue librero con los volúmenes que le quedaron después de esa quiebra financiera (la que parece lo llevó a tener que trabajar) en 1886. La librería estaba, como no podía ser de otro modo, en quai Voltaire en el barrio VII de París donde, desde que Balzac situó su novela La piel de zapa a comienzos del siglo XIX, casas de antigüedades y librerías lo hicieron suyo. Incluso, la simplificación de la trama de ese pedazo de cuero fantástico que obtiene Valentín, la disyuntiva entre el deseo y la longevidad, podría estar en la explicación de ese tipo de comercios. Pero esa es, en efecto, otra historia. Pellet, entonces, convertido editor se especializa en literatura erótica y le pide a Toulouse-Lautrec unos grabados de algo que se supone el pintor sabía: las prostitutas. Lautrec vivía en burdeles, por lo tanto, tenía una experiencia de primera mano. Las amaba y las pintaba. La serie se llamó Elles y salió en 1896. Son momentos tranquilos de una pareja de lesbianas conversando, la que limpia el baño, la que se acicala, la que come y la que se peina. El clown y su acompañante en un descanso. La inspiración le viene del arte japonés; puede ser que sea, precisamente, Las doce horas en Yoshiwara de Kitagawa Utamaro, esas imágenes que muestran la vida cotidiana de las cortesanas en el distrito de Edo.
Las litografías de Lautrec fueron un fracaso comercial. Eran tan aburridas como hermosas. Las expectativas del público masculino eran otras: todos querían ver a esas mujeres en el Moulin Rouge y en el Mirlinton, pero... ¡de verdad!
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