Como llama de esperanza
Como El tamaño de una bolsa, Mirar y Sobre los artistas, Panorámicas reúne un conjunto de textos con fechas disimiles: perfiles, notas, ensayos, relatos que vinculan el arte, la literatura y la política. Uno de los textos recupera los escritos curiosos de un pensador olvidado, Max Raphael, quien reescribe o continúa la inconclusa teoría del arte de Marx. En un artículo escueto lanza una hipótesis osada que sintetiza el método de varios de sus ensayos: a propósito del Renacimiento sugiere que lo que distingue a los pintores renacentistas italianos y flamencos del resto del arte occidental es que los renacentistas no rompieron los límites del arte; es decir, los artistas renacentistas se guiaron más por el tema pictórico que por la interpretación subjetiva que guió las búsquedas de Goya, Rembrandt o Turner.
Los renacentistas se nos aparecen, entonces, con una claridad nítida y extraña debido a que ellos no impusieron su subjetividad ante el objetivo de la claridad visual, esa cualidad que Berenson relacionó con “los valores táctiles”. En un artículo temprano, a propósito de la estética soviética, Berger dice: “la mayor parte de la pintura rusa es mala. La nueva pintura está todavía en pañales. La mayor parte del arte occidental es igualmente malo. Pero por razones opuestas”. Berger condena a ambas estéticas, tanto a la rusa comunista como a la estética del vanguardismo capitalista.
Lo central es que, a pesar de su filiación marxista, su mirada no se enceguece por la pertenencia ideológica. En todo caso, su perspectiva del arte está dirigida por la idea que tiene sobre la relación del arte con la vida. Al final de artículo, agrega: “una verdadera tradición solo se puede construir sobre la base de una conciencia general de que el arte debe ser una inspiración para la vida, y no un consuelo”. Este artículo fue publicado en 1954. En nuestro contexto, se podría decir que el arte puede inventar y ampliar el sentido de la vida y que no debe brindar un consuelo frente al fatalismo del consumo arrasador.
En una especie de carta a destiempo, John Berger le hace un regalo a Rosa Luxemburgo, analiza a un Roland Barthes que escribe sobre sí mismo, recupera a los románticos, el cubismo y la función histórica del museo. En un ensayo contundente pronostica el fin del retrato ya que considera que su desaparición forma parte de la crisis de la individualidad moderna.
¿Tiene sentido la crítica en el capitalismo tardío, en la época de las redes sociales? Panorámicas... postula la importancia de la reflexión sobre el arte y las artes en el contexto de la economía política de nuestro tiempo. Si seguimos al crítico cultural Max Fischer, podríamos decir que en el realismo capitalista, la crítica nos ayuda a pensar un universo paralelo a la
John Berger sugiere que lo que distingue a los pintores renacentistas italianos y flamencos del resto del arte occidental es que los renacentistas no rompieron los límites del arte
opresiva atmósfera que impone el omnipresente realismo capitalista. En el ensayo breve “El crítico ideal y el crítico combativo”, Berger sostiene que la crítica más adecuada es la que responde a una pregunta que puede parecer obvia o baladí: ¿para qué sirve el arte aquí y ahora? El arte tiene una cualidad inusual: nos abre la mirada sobre el mundo. Una obra de arte (sea cual sea su origen geográfico e histórico) nos permite ampliar el horizonte de la mirada sobre la realidad. En este sentido, la obra de arte contribuye a que las personas “conozcan sus derechos sociales”. Rápidamente, el autor aclara que con esto no quiere decir que el arte tenga una función de propaganda, como en los regímenes comunistas o en el realismo socialista. Lo que Berger aventura es que el arte que nos abre la mirada del mundo nos ayuda a entender mejor nuestra situación social en el presente. Como efecto colateral, el arte nos mejora o nos brinda una leve llama de esperanza.