Perfil (Domingo)

“Con lo bueno y malo que tiene el país, quiero estar acá”

- ALFREDO MERA JUANJO BRUZZA /CEDOC /GRASSI

Luego de vivir 25 años en el exterior y destacarse como étoile en Nueva York, eligió venir al Teatro Colón a dirigir el ballet. Se reconoce obsesiva y durante su gestión se dieron cambios importante­s. Todas las funciones agotan localidade­s. Sostiene que no cree en la escuela de “sangre, sudor y lágrimas” y apuesta a la inspiració­n y al amor. Cuenta que tiene un muy buen vínculo con Julio Bocca.

“Desde estudiante siempre fui intensa y no falté a clases. Como directora también.”

Por trayectori­a, una vez que se retiró, Paloma Herrera podría haber bajado la intensidad que la caracteriz­ó como figura mundial de la danza, pero eso no pasó. Como directora del ballet estable del Teatro Colón está presente en todos los ensayos y en cada función desde 2017. Hoy seguirá la reposición de El Corsario con la misma atención que recibirá el programa de la Noche clásica y contemporá­nea (del 5 al 9 de junio) o el variado repertorio del Ciclo Danzas de compañía (del 14 al 16 de junio en el Teatro de la Rivera), que cuenta con, además del ballet inspirado en el poema de Lord Byron, con Clear, Don Quijote, La bella durmiente y A Buenos Aires.

—¿Qué balance hacés del ballet estable desde que está bajo tu dirección?

—Definitiva­mente, tomé la compañía de una forma y hoy se ha logrado un montón. No es porque sea yo, porque no tomo nada personal, sino que soy parte de un equipo muy valioso que trabaja súper en conjunto. La cantidad de funciones, viajes y títulos que se han logrado… Es increíble la diferencia de compañía y eso el público creo que lo ve, porque también es impresiona­nte cómo cambió la venta de entradas. Antes costaba muchísimo vender una entrada y ahora todos los títulos que se hicieron estuvieron “sold-out”. El público nota la diferencia y se forma un círculo, un ida y vuelta, porque también así el bailarín está más en training, porque están bailando muchísimo más. Para un bailarín no hay nada mejor que bailar. Eso te da un nivel que no se puede conseguir de otra forma que trabajando en un escenario. Se tiene que conseguir una “segunda piel” y si se para mucho, es como volver a empezar. Ese training que han logrado, teniendo un repertorio tan variado, con los coreógrafo­s que han venido especialme­nte, sumado a los repositore­s, dan un todo muy rico.

—¿Dónde se ve más tu mano?

—Estoy todo el tiempo en los ensayos. Siempre. Creo que esa es la gran diferencia. Para un bailarín es muy importante todo el coaching, por eso también traje maestros, coreógrafo­s o repositore­s de afuera. Es importantí­simo estar siempre. Mis maestros (Irina Kolpakova y Kevin McKenzie) estaban todo el tiempo ahí, y eso es fundamenta­l. No es solo enseñar pasos, sino marcar adónde llegar. Eso es justamente el arte. Para mí es fundamenta­l eso, pero por supuesto, toda la parte de programaci­ón, el qué se elige y cómo, qué versión, quiénes vienen a reponer, son cosas en las que estoy totalmente involucrad­a. También la forma de trabajo. Todo el cronograma tiene que estar muy pensado y ajustado en todos los salones, para que se pueda ensayar bien. Ahora estamos haciendo Corsario y un programa mixto. Eso es un gran desafío. Antes era impensado.

—¿Cómo elegís el programa?

—Sigo la línea de las compañías más importante­s del mundo. Es un teatro de ópera

clásico, tradiciona­l. Por eso siempre van a estar en el repertorio El lago de los cisnes, Corsario, El Quijote, pero por supuesto todos tienen coreógrafo­s nuevos o creaciones y es importantí­simo tener eso en el teatro. Entonces, no es tan raro. Tomo el modelo y quiero estar a la altura de las mejores compañías del mundo. Todos tienen un repertorio clásico, pero al tener nuevas funciones uno puede poner nuevas coreografí­as. Es importantí­simo y se logró por el training que

tienen los bailarines y porque todo está fríamente calculado, para llegar a la función y todo esté perfecto. Ahí se ve mi mano. Estoy totalmente atrás de toda la parte artística, las 24 horas disponible.

—¿Tu intensidad es aceptada?

—Tal vez costó un poco al principio, porque venían de otro ritmo, pero es muy gratifican­te cómo se ha visto la diferencia por esa disciplina, en el sentido de que está todo organizado. Los maestros

vienen, los ensayos salen, las funciones están programada­s. Está todo pensado, no es que “pintó hacer equis cosa y como no tenemos nada mejor para hacer, ponemos este ballet”. Los bailarines tienen que tener un abanico de estilos para que les sirva de inspiració­n y que no hagan siempre lo mismo. Toda esa dedicación creo que se ve. Es lindo ver que está funcionand­o, que la cosa fluyó. El público y los bailarines están contentos. Mi forma de ser es la misma desde que era chiquita. Me mandan mails a las tres de la mañana y los estoy contestand­o en el momento. Desde estudiante fui siempre muy intensa y no falté nunca a las clases, como bailarina y maestra fui igual y ahora como directora también. Me encantan las clases, el coaching y para eso también hay que estar completame­nte compenetra­da. Para la dirección es lo mismo. Estoy totalmente a full, esa siempre fue mi idea de cómo vivir la vida. Una le pone todo. —¿Te lo terminás reprochand­o en algún momento? —Disfruto siempre lo que hago. Muchísimo, por eso lo hago con pasión y la disciplina es con total amor. Soy opuesta a la idea de que el ballet es sangre, sudor y lágrimas. Nunca creí en eso. No me sirve obligar al bailarín a ensayar, tiene que salir de él. Por eso, lo que tengo que darle es inspiració­n para que quiera hacerlo. Esa es la huella que quiero dejar: la danza tiene que ser puro placer. Tuve una carrera que fue puro placer, para la que trabajé un montón, pero siempre con pasión, amor e inspiració­n. El amor fue mi llave maestra.

—¿Por qué elegiste en medio de tantas posibilida­des, trabajar aquí?

—Yo adoro mi país. Viví 25 años afuera y fui la persona más feliz del mundo. Me dieron todo en bandeja en una ciudad súper power como Nueva York, mucho más de lo que podía soñar en la compañía que siempre había querido estar. Yo veía videos de Baryshniko­v desde chiquita… Estoy agradecida a la vida de todo lo que me dio esa ciudad, pero mi país es mi país. Siempre volví a mi gente y a mi escuela, el Teatro Colón. Mucha gente me decía que estaba loca por volver, pero yo estaba totalmente convencida, y hoy estoy feliz. Con las cosas buenas y malas que tiene el país, éste es el lugar en el que quiero estar. A Nueva York vuelvo un montón y me siento en casa, pero no extraño. Es muy lindo sentirse acogida en los dos lugares.

 ??  ?? ESTILO. Paloma Herrera hace hincapié en los cambios que introdujo en el ballet del Colón. Y está contenta con lo que pasa.
ESTILO. Paloma Herrera hace hincapié en los cambios que introdujo en el ballet del Colón. Y está contenta con lo que pasa.
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GENIO. Julio Bocca, en este momento como maestro en el Bolshoi, amigo de la esrella del ballet.
 ?? CEDOC PERFIL ?? ENSAYO. Paloma no falta a ninguna de las prácticas y eso inspira a los bailarines que la ven a su lado apoyando.
CEDOC PERFIL ENSAYO. Paloma no falta a ninguna de las prácticas y eso inspira a los bailarines que la ven a su lado apoyando.
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NESTOR GRASSI

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