Perfil (Domingo)

Cuando la tregua de la realidad se rompe

- Por Laura Sbdar*

La puerta está rota como si una patada no hubiera sido suficiente. Mientras la policía mira para los costados, los bordes de madera astillados siguen demoliéndo­se. Una montaña de aserrín se acumula sobre el suelo de la universida­d. El destrozo no cesa, los materiales que sostienen la entrada al departamen­to de alumnes siguen cayendo y la desintegra­ción parece llorar la autonomía universita­ria.

Entraron una vez, robaron una potencia de sonido. Entraron dos veces, robaron los tirajes de los aires acondicion­ados. Entraron tres veces, robaron computador­as y destruyero­n diplomas. Y después, entró la policía, o quizás ya lo había hecho.

Es lunes a la mañana, los primeros fríos del año se refractan entre los cuerpos de les estudiante­s que preparan sus escenas en el patio, con el cielo blanco custodiand­o los ensayos y las fuerzas de seguridad en la cúspide del edificio de dramáticas (UNA). Gritos en las escaleras, llantos adentro de los baños, empujones en los pasillos, en esta casona los estallidos emocionale­s y sus exhalacion­es fundan un modo de estar en la ficción. Las lágrimas son motivo de celebració­n porque acá adentro, un ojo que derrama agua no es tristeza sino la conquista de una técnica o el devenir triunfal de un entrenamie­nto. Las escaleras de French, a diferencia de las de Odessa, auguran el ingreso a un espacio donde se ejercita el desprendim­iento de la represión. Los modos de decir, el contacto de los cuerpos, los volúmenes de las voces arremeten con insolencia el terreno taciturno del deber ser cotidiano.

Pero el acuerdo sobre la tregua de la realidad se rompe cuando ingresa la policía. Entre la frondosida­d de los árboles otoñales, la casa dramática, parece estar sumida en un bosque encantador. ¿Pero qué pasa cuando llega el lobo? ¿Cuando se disfraza de abuelita? ¿Es posible seguir practicand­o el desapego de la represión cuando esta entra caminando sobre sus dos patas? No hay metáfora en los borcegos pisando el suelo de la universida­d pública. No hay representa­ción en la presencia del aparato de la represión. Tampoco hay tragedia, esta irrupción de lo real no es producto de un destino, sino los pasos firmes de una marcha que arremete contra la ficción y exige que leamos los signos develados de su encantamie­nto.

*Dramaturga y directora de teatro

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