El caso de ‘Los siete locos’
Los siete locos representa un caso único y de cierta manera insólito en el periodismo cultural: el de un programa sobre libros que ya lleva treinta y dos años en el aire. Su histórica conductora, Cristina Mucci, con quien dialogamos, cuenta que en el último Congreso de la Lengua, en el que participó, los periodistas de otras partes del mundo, sorprendidos, se acercaban a preguntarle cómo había sido posible semejante persistencia, y máxime en un contexto –podríamos agregar nosotros– donde el solo hecho de que un programa de literatura salga al aire ya es, de por sí, algo parecido a un milagro. Pero ella no tiene ningún secreto: “Esto se tenía que dar y se dio”, dice. A veces con las singularidades pasa lo mismo que en esa filosofía de los acontecimientos: se trata de efectos que exceden sus causas, y de algún modo crean retroactivamente su propia necesidad. El programa comenzó en 1987 y en esa primera época, de la que no quedan registros –digamos que la toma de conciencia sobre el valor de los archivos audiovisuales es, en Argentina, bastante reciente–, lo conducía junto a Tomás Eloy Martínez, a quien había conocido unos años antes, cuando estaba a cargo de la sección de cultura del diario La Razón. Después hubo algunos vaivenes: durante el menemismo, por ejemplo, la sacaron del aire porque “no entendían qué cosa era este programa”, recuerda Mucci, y pasó entonces a producirlo ella misma en un canal de cable. Pero su idea siempre fue regresar a la televisión pública –cosa que terminó haciendo en 2001–, ya que un programa de libros no puede entrar en la lógica del negocio, dice, y tampoco a ella, dirá después, le interesa entrar en la lógica de la “grieta”. Lo que, en todo caso, sí le ha interesado es algo que hoy en el ámbito de la cultura escasea: el debate de ideas, y en ese sentido Los siete locos se ha ido constituyendo con el tiempo en un ágora privilegiado, por donde pasaron todos, aunque lo que más recuerda la gente es esa escena ya clásica de la televisión argentina, cuando Beatriz Sarlo abandona el programa en medio de una discusión con David Viñas. —Ese día fue muy complicado. Yo dije: está empezando a costar debatir; ya veía un clima de furia. Igual yo después de eso hice muchos debates. Vino por ejemplo Sebreli con Feinmann; hicimos uno sobre Roca con Osvaldo Bayer y García Hamilton. Pero hoy es muy difícil. Yo no veo que haya debate. Hay puja política, partidaria, que es otra cosa que el debate de ideas.
Mientras toma el café y esboza esa sonrisa de la que no prescinde casi nunca, Cristina cuenta que desde hace algún tiempo está trabajando en un libro sobre Los siete locos. Algo así como unas memorias que, suponemos, también se podrán leer como una historia de la literatura argentina en los últimos treinta y dos años.
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