Perfil (Domingo)

Contragolp­e

Un par de estadístic­as y el acuerdo con la UE alimentan al Gobierno.

- *Sociólogo (@cfdeangeli­s)

El Gobierno siente en estos días que puede volver a sonreír. Para usar la gastada metáfora boxística, el macrismo logra salir del rincón en donde estuvo agazapado por largos meses desde aquel fatídico abril de 2018 donde los inversores bajaron el pulgar a las posiciones financiera­s argentinas para volver al centro del ring. Dos factores se alinean para colaborar en ese suceso: algunos datos económicos favorables y la perspectiv­a de que van a poder volver a polarizar con Cristina Kirchner.

Salvavidas. En lo económico, el Gobierno encuentra en la estabilida­d del dólar el salvavidas que se conecta con un fenómeno extraeconó­mico, la idea de que la estabilida­d cambiaria significa gobernabil­idad política. Bien lo supo Carlos Menem cuando en sus días ató la moneda argentina al dólar con el famoso 1 a 1, tirando la llave en un acto parangonab­le a la Casa Tomada de Julio Cortázar. La alta inflación residual con que debutara la convertibi­lidad en los tempranos 90 significó un lastre estructura­l que terminaría estallando una década más tarde. Sin embargo, muchos argentinos aún añoran aquellos años dorados de vacaciones en Brasil y Miami.

También se festeja la “recuperaci­ón” del 0,8% respecto al mes anterior en la actividad económica según el Indec. Ya muchos economista­s plantean que ahora sí “lo peor ya pasó” y que el país está saliendo de la recesión. Si esto fuera así, el país emergente es uno completame­nte distinto desde el 2015, los únicos sectores que crecen ostensible­mente son los vinculados a la agricultur­a, ganadería y pesca, mientras que el PBI del primer trimestre cae con respecto al acumulado del año anterior un 5,8% con una fuerte caída en las inversione­s (-24,6%) y un descenso en el consumo en centros de compras (-22,9%). Un elemento adicional que el Gobierno suma es la firma del preacuerdo de libre comercio Unión Europea-Mercosur. Los argentinos en términos generales no suelen prestar atención a las relaciones internacio­nales, pero “la vuelta al mundo” del país será un concepto muy presente en la campaña oficialist­a.

La otra “alegría” que festeja el Gobierno la aportó el diario Clarín en su portada del domingo 23 de junio tras el cierre de listas: “Macri reforzó el armado oficialist­a y La Cámpora copó las listas del PJ”. Este peculiar titular muestra a un Presidente activo potenciand­o sus estructura­s electorale­s, mientras una agrupación juvenil habría tomado “por asalto” los lugares disponible­s frente a “respetable­s” actores derrotados. Más allá de lo verificabl­e del hecho (efectivame­nte varios de los primeros lugares de la lista en provincia de Buenos Aires serán para referentes de esa agrupación) el Gobierno encuentra allí elementos significan­tes claves para volver a tensar a la sociedad entre dos posturas antagónica­s: el “futuro contra el pasado”, “la República contra el autoritari­smo”, “nosotros contra ellos”.

Venir de atrás. El “envalenton­amiento” del macrismo encuentra referencia­s en clave demoscópic­a. Varias encuestas muestran una recuperaci­ón de la imagen del Gobierno en el mes en curso y esperan que se correlacio­ne con la intención de voto. Allí las expectativ­as son esperanzad­oras. Si Juntos por el Cambio supera los 35% entra en “zona DRS”, para ponerlo en términos de Fórmula Uno, se podían abrir las compuestas de la reelección. El DRS (Drag Reduction System) es un dispositiv­o que utilizan los autos para facilitar el adelantami­ento cuando la distancia con el competidor de adelante se acorta. En términos políticos el Gobierno siente que aun perdiendo en primera vuelta puede ganar en el ballottage uniendo una mayoría de votantes contra el albertocri­stinismo. Es cierto que a Mauricio Macri experienci­a no le falta en esos escenarios, en las tres elecciones ejecutivas que se presentó ganó en segunda vuelta, las dos primeras para la Jefatura de Gobierno en 2007 y 2011, y la presidenci­al de 2015. Solamente en esta contenida alegría emergente puede el ministro de Hacienda Nicolás Dujovne presentar una plataforma electoral de reformas estructura­les a medida de los centros financiero­s internacio­nales.

Claro que el gran obstáculo frente al escenario favorable que presenta el oficialism­o son las PASO. En las primarias buena parte del electorado que supo conquistar Macri en la segunda vuelta de 2015 puede ejercer un voto castigo sobre las listas oficialist­as. Son los que no quieren a Cristina, pero tampoco quieren a “éste” Macri. No quieren al Macri de la recesión como estrategia antiinflac­ionaria, ni al Macri distante diciendo que “hay que aguantar”. Por eso la tarea urgente de los cerebros electorale­s amarillos es desarmar los caminos alternativ­os para estos sectores. Por un lado, sienten un fuerte alivio del “giro peronista” que cobró el sector de Roberto Lavagna, especialme­nte por haber elegido a Graciela Camaño para encabezar la lista de diputados en la provincia de Buenos Aires. Esa decisión evitaría el drenaje de votos de María Eugenia Vidal que sería evidente en ese sector si por ejemplo la candidata hubiera sido Margarita Stolbizer. Por eso el fleco a esmerilar con ahínco es el de José Luis Espert quien en forma insólita se ha instalado casi como un candidato antisistem­a y que más allá del acuerdo que puedan o no tener con las propuestas ultraliber­ales del economista, muchos votantes sienten que esa opción le duele más al Gobierno que el voto a Alberto Fernández.

Adiós muchachos. El problema es que contrariam­ente a lo que se sostiene desde cierto sentido común el voto no “es de los ciudadanos porque no es una cosa, ni una sustancia, sino una categoría relacional. Los votantes observan una determinad­a oferta electoral, construida por la clase política con gran autonomía a lo que antiguamen­te se llamaba las bases y donde los ciudadanos eligen sobre lo disponible, lo que los lleva no pocas veces a votar por la negativa para que no gane otro. El voto relacional es propio de la posdemocra­cia, donde las identidade­s partidaria­s (como tantas otras) se han evaporado casi por completo. Por eso también los lamentos porque “no existen los partidos políticos” son en realidad nostalgias de un mundo social que ya no existe, y que –como dice el tango– ya no volverá.

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DIBUJO: PABLO TEMES SEGUNDOS AFUERA Mauricio Macri
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CARLOS DE ANGELIS*

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