Perfil (Domingo)

Esas raras palabras nuevas

- SILVIA RAMIREZ GELBES* *Directora de la Maestría en Periodismo de la Universida­d de San Andrés.

El mundo entero se ha vuelto nuestra casa. Nunca como ahora se han acortado las distancias. Sobre todo, las distancias lingüístic­as. Quienes tienen un abono a cualquier proveedor de servicios de cable –por dar un ejemplo burdo– saben de qué hablo: muchos canales televisivo­s de distintos países llegan a nuestra pantalla en sus respectivo­s idiomas. Y Spotify nos acerca voces de los rincones más lejanos del planeta.

Por esas (y otras) vías se difunden palabras que, aunque extranjera­s, empiezan a sonarnos familiares y terminamos usándolas. En alguna medida, he ahí la razón de que algunas personas crean que estamos sufriendo una cuantiosa invasión de palabras extranjera­s, en particular, inglesas. Sin embargo, el fenómeno no es nuevo. Para nada. El español está plagado de influencia­s de distinto origen. Izquierdo y pizarra provienen del vascuence; zurdo proviene del gallego; almíbar, alhaja y almohada provienen –por supuesto– del árabe.

Es más. Sin ir muy lejos en el tiempo, y como bien enseña Yolanda Hipperding­er en su artículo “La incorporac­ión léxica en español bonaerense. Valoracion­es y usos de ‘nuevos’ y ‘viejos’ préstamos”, también en los últimos cien o doscientos años se suscitaron con otras lenguas situacione­s semejantes a lo que ocurre hoy con el inglés. Como la internacio­nalización de la moda, que nos llenó de palabras francesas referidas a la vestimenta: corsé, bragueta, crochet, ribete. Y otras, ya más infrecuent­es, como canesú, bies, evasé o tailleur.

No solo eso. En el español de la Argentina, la fuerte inmigració­n de los siglos XIX y XX trajo consigo sus novedades léxicas. Aunque no lo advirtamos a primera vista, muchos vocablos del ámbito gastronómi­co que usamos todos los días son italianos: mozzarella, spaghetti, brócoli, capuchino. Algunos tal cual se escriben en su origen, otros

españoliza­dos, ajenos.

Ha de admitirse, con todo, que el avance de la tecnología trae novedades en inglés. En particular, algunos términos referidos a actitudes y comportami­entos inauditos –e imposibles– hace apenas un par de décadas. El grooming, por caso, que se refiere a la relación que un pederasta establece con un niño o una niña por medio de un engaño en internet. O el phishing, un tipo de ingeniería social que busca obtener datos confidenci­ales no nos resultan de manera tramposa.

En las últimas semanas hemos escuchado hablar de astroturfi­ng (ver la nota “Astroturfi­ng: la batalla en los celulares para captar a los indecisos durante la campaña” de Hugo Alconada Mon, aparecida en La Nación el domingo 16 de junio). Palabra enrevesada si las hay, algunos académicos han comenzado a usarla para referirse a una forma de artificio propagandí­stico que ciertas agrupacion­es políticas emplean en sus campañas.

¿De qué se trata? Muy simple. De esconder a quienes elaboran estratégic­amente un mensaje para hacerlo aparecer como espontáneo, como nacido de la base social, con el objetivo de que se viralice. Y es justamente de allí de donde proviene su nombre.

Astro Turf es la marca registrada de un producto estadounid­ense, un césped sintético que imita con bastante eficacia el césped natural. Es decir, el astroturf es un producto artificial que simula crecer orgánicame­nte. Como los mensajes de esas campañas políticas que emplean la apariencia de la espontanei­dad para cooptar las voluntades de los ciudadanos –futuros electores– indecisos.

Queda claro, por lo dicho, que el ingreso de palabras extranjera­s –extranjeri­smos y préstamos– a nuestra lengua no es, en absoluto, un fenómeno extraordin­ario. Tal vez lo que sí debiera llamar la atención son las palabras referidas a acciones fraudulent­as que se han introducid­o desde el inglés en los últimos tiempos. O, más aún, lo que debiera llamar la atención no son esas palabras sino las acciones a las que ellas aluden.

Y que en nuestra casa –el mundo entero– tengamos que estar tanto más alertas para que no nos engañen.

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FOTOS: CEDOC PERFIL MADE IN EE.UU. Es un césped sintético que imita al natural.

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