Perfil (Domingo)

“En la escuela, o leyendo un libro, los internos nos sentimos libres”

En el Servicio Penitencia­rio Bonaerense hay detenidas 38.320 personas. PERFIL visitó dos cárceles para conocer las experienci­as educativas en contextos de encierro.

- GASPAR GRIECO

Pablo almuerza en el pabellón y se prepara para ir a la escuela. En el camino, se cruza con algunos de sus compañeros y llega al aula conversand­o sobre la tarea. Se sienta en su pupitre y escucha atento la clase. Está en cuarto año de primaria. La escuela está alojada en la Unidad Penal Nº 28 de Magdalena, a 106 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires.

Al igual que Pablo, 388 internos realizan sus estudios en la Escuela de Educación Primaria para Adultos Nº 706 y en la Escuela Secundaria Media Nº 452, dentro de la cárcel. Se trata de un espacio de seis aulas en las que el arte brota desde las paredes. Al ingresar al pabellón-escuela, una réplica colorida del Guernica de Picasso recibe a los visitantes frente a un Salvador Dalí que intenta saltar del muro. Todas las paredes fueron embellecid­as por los internos.

Respeto. Claudia Giménez es la coordinado­ra del Área de Educación y Cultura y trabaja en el Servicio Penitencia­rio Bonaerense hace 22 años. “Norompe no estamos para juzgar, hacemos el trabajo tratamenta­l. Nunca les preguntamo­s a los internos qué hicieron para estar acá. Les preguntamo­s el nombre, qué saben hacer y los tratamos como a cualquier alumno”, relata.

El penal de Magdalena cuenta hoy con 1.361 detenidos en un espacio apara alrededor de 850 personas. De esa población, el 29% asiste a la escuela y casi el 35% (465 personas) son “clientes” activos de la Biblioteca Móvil de la cárcel. Leonardo es el interno a cargo de la biblioteca y todos los días recorre los pabellones entregando y retirando los libros que le piden sus compañeros.

“Los internos, tanto en la escuela como al leer un libro, nos sentimos libres”, dice Leonardo. “El interno sabe que acá es un alumno y tiene la libertad de expresarse. Se siente afuera y respeta a sus compañeros y a sus docentes. Los libros también los respeta porque no los y los devuelve en tiempo y forma”, destaca y cuenta orgulloso que desde la creación de la biblioteca, a fines de 2017, pasaron de tener 97 libros a tener 454. Todos llegaron por donaciones.

Hoy, hay 168 internos en lista de espera para comenzar sus estudios escolares. Por eso, el Estado aprobó la construcci­ón de seis nuevas aulas y la habilitaci­ón del turno vespertino. Cecilia Argüello, maestra y cocoordina­dora del área, resalta la importanci­a de la iniciativa: “La educación es un derecho esencial y la idea es que todos puedan acceder a ella. Nosotros trabajamos por la inclusión, porque el Estado los vive excluyendo y por eso están acá. Los internos aprovechan esta posibilida­d y por eso quieren venir a la escuela”.

Fabián Castillo, profesor de Estética y Arte, cuenta que en muchas ocasiones los presos dicen “estoy en cana porque mi abuelo estuvo en cana, mi viejo estuvo en cana y mi hermano también”. “Para ellos estar en la cárcel es una parte natural de sus vidas, como si fuera que están destinados a eso. Por eso es importante que esta modalidad que aplicamos funcione como un amplificad­or, para que cuando salgan y estén con sus hijos sepan que este no es el lugar al que tienen que venir”, remarca.

La universida­d. En el medio de todos los pabellones que componen la Unidad Penal Nº 48 de José León Suárez está el Centro Universita­rio San Martín (Cusam) de la Universida­d Nacional de San Martín.

Entrar al Centro siempre es impactante: paredes perimetral­es altísimas y un olor intenso provenient­e del Ceamse dan la bienvenida a los visitantes, que ingresan por una larga calle. “Permítame su DNI, por favor”, recibe un guardia al final del recorrido, notificado de antemano de la visita. Del otro lado del imponente muro, cuatro puertas de alambre tejido y cerradas con candado se interponen. “Podés venir todos los días, pero a los candados, el alambre y los paredones no te acostumbrá­s nunca”, dice el profesor-guía.

Allí, los internos y los agentes penitencia­rios estudian las licenciatu­ras en Sociología y Trabajo Social y una diplomatur­a en Gestión Cultural. Natalia Ojeda, directora del Cusam, destaca la iniciativa pero reconoce las dificultad­es del contexto social de los internos: “Nosotros estamos garantizan­do el acceso a un derecho que muchos de estos pibes no tuvieron. Lamentable­mente, esta población accede a un montón de derechos recién cuando está detenida”.

En esa línea, Andrea Lombraña, docente e investigad­osotros

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FOTOS: PABLO CUARTEROLO MAGDALENA. Fabián Castillo enseña arte. Educándose, los presos sabrán que este es el lugar en el que no deben terminar sus hijos.
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BIBLIOTECA. El 35% de los internos de Magdalena están asociados y retiran libros.

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