Un sistema en crisis permanente
Antropólogo y especialista en criminología de la Universidad Nacional de La Plata, Fabián Quinteros brinda a PERFIL una mirada crítica sobre el Sistema Penitenciario Bonaerense.
—¿Cuál es tu análisis sobre la legislación penitenciaria de la provincia de Buenos Aires?
—En general el espíritu de la ley de ejecución penal y de las normas asociadas está signado por el ideal resocializador, una postura que constituye las bases del penitenciarismo argentino. Una de las cuestiones principales es que siempre se ha estado en una especie de período de crisis renovado con cada gestión política, sobre todo en provincia de Buenos Aires. Cuando se realiza un análisis documental lo que se ve es una serie continua de modificaciones normativas con objetivos diversos como suprimir la corrupción interna, mejorar las condiciones de vida de los detenidos, dar respuestas a la superpoblación carcelaria y profesionalizar al personal. Sin embargo la lógica cambiante de las sucesivas gestiones ha generado una especie de anomia, producto de la falta de decretos reglamentarios orgánicos, la persistencia de normas obsoletas e incluso por el litigio de normativas en oposición. Esto ha hecho que la lógica institucional de reproducción de saberes profesionales se encuentre fragmentada, sin metas concretas y sin un cuerpo de conocimiento que avale las prácticas de los trabajadores penitenciarios
—¿Qué opinión te merecen las iniciativas de inclusión de los internos desde la educación, el arte y el deporte?
—Cuando surgen palabras como inclusión me surge la pregunta de “dónde está excluida la persona”. Para esto en primera instancia trato de aclarar que la educación es un derecho básico. El deporte y el arte son parte de las manifestaciones colectivas que tenemos los humanos, y de hecho son además medios esenciales de nuestra socialización. De ahí que brindar educación, arte y deporte en el sistema penitenciario es brindar acceso a derechos. Entonces, por este tipo de iniciativas de inclusión puede entenderse “restituir derechos”. En general, en un ideario emplazado por el sistema penitenciarista, legisladores, agentes de la Justicia y gran parte del imaginario social consideran que el trabajo y el deporte son parte del “tratamiento penitenciario”. La idea es que el trabajo y el deporte son buenos en sí mismo, por lo tanto pueden ser parte del tratamiento. Se olvidan en este ideario de que el trabajo puede ser explotación y el deporte violencia.
—¿Existe una relación entre la educación en la cárcel y la baja de la reincidencia cuando los internos recuperan su libertad?
—Es probable que la restitución de derechos resignifique en las personas que han estado detenidas muchas de sus prácticas y representaciones, principalmente por haber adquirido habilidades que les abren un campo diferente de posibilidades. Sin embargo, no puede ser entendido como tratamiento penitenciario, el cual por definición es individualizado y derivado de una evaluación integral. No tenemos pruebas realizadas con metodología adecuada para saber qué funciona y qué no funciona para reducir la reincidencia y prevenir nuevos delitos.
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