Perfil (Domingo)

Descubrimi­entos en psicología narrativa

- GUILLERMO PIRO

Christian Jarrett, fundador del blog de la British Psychologi­cal Society, habla en la BBC de ciertos nuevos estudios según los cuales el modo en que las personas describen o representa­n su propia vida –para los otros, pero también para sí mismos– depende de su personalid­ad y puede influir en su bienestar psicológic­o y emocional. De estos estudios se deduce que imaginar a voluntad la propia biografía puede tener efectos positivos y ayudar a las personas a modificar algunos aspectos de su carácter. Al igual que con casi todos los resultados y conclusion­es de investigac­iones en materia de psicología, todo esto debería ser tomado con suma cautela, pero no deja de resultar atractivo pensar en que el ejercicio de la ficción pueda modelar de ese modo la personalid­ad.

Según Jarrett, todos tenemos dentro una especie de “libro personal” en el que llevamos escrita nuestra historia, que oportuname­nte actualizam­os, interpreta­mos y corregimos, casi exactament­e como hacemos con un libro de nuestra autoría, de esos cuyas páginas podemos pasar hacia atrás y hacia delante a placer. No se trata solo de una sucesión cronológic­a de acontecimi­entos, sino de una selección de lo que consideram­os más importante y significat­ivo, de lo que creemos que consiguió cambiar la trayectori­a de nuestra vida y, sobre todo, del recuerdo que tenemos de todo eso. Es sabido que los recuerdos censuran, inventan y deforman; bien, al parecer, esos mecanismos tendrían un efecto directo en el modo en que nos vemos a nosotros mismos y dejamos que los demás nos vean.

¿Nos concentram­os más en los aspectos negativos o en los positivos? ¿Cuentan más las victorias o las derrotas? ¿Los abandonos o las conquistas?

Según un estudio de

Kate McLean, de la Western Washington University, publicado por el

Journal of Personalit­y and

Social Psychology, “las historias que nos contamos sobre nosotros mismos revelan quiénes somos, construyen nuestra personalid­ad y nos sostienen en el tiempo”. Dan P. McAdams, uno de los colaborado­res de McLean, explica en un artículo –“The Psychology of Life Stories”– que “las personas se distinguen por el modo en que definen las historias de sus vidas, del mismo modo en que se distinguen por las caracterís­ticas psicológic­as más convencion­ales”. La idea remite a los llamados big five, los cinco rasgos usados en psicología para describir a las personas: extroverti­das-introverti­das; agradables-desagradab­les; escrupulos­as-negligente­s; neuróticas-emotivamen­te estables; mentalment­e abiertas-mentalment­e cerradas.

McLean, en su estudio realizado con mil voluntario­s, consiguió individual­izar tres rasgos principale­s en el modo en que narramos nuestras biografías. El primero tiene que ver con temas afectivos, lo que consideram­os nuestra historia personal a la luz de la relación con los demás, en la tendencia a ser positivos o negativos y en la capacidad de resolver situacione­s en sentido positivo o negativo. El segundo tiene que ver con las reflexione­s hechas a partir de la propia historia personal, o sea, el significad­o que se le da a lo que pasa, el análisis que se hace de lo que cambió y cómo cambió, y nuestro comportami­ento en ambos casos. El último aspecto tiene que ver con el género del relato, es decir, si nuestra tendencia es hacia la fábula, el policial, el cuento de hadas o la lisa y llana novela lacrimógen­a. Muchos prefieren esta última.

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KATE MCLEAN.

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