Perfil (Domingo)

El momento del litio: entusiasmo que enceguece

Un El Desarrollo Sustentabl­e real es el que mide todas las consecuenc­ias de las acciones sobre la economía, las personas y el planeta. La minería plantea un desafío al hoy.

- *Directora de Política Ambiental de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN).

Que el litio es un excelente almacenado­r de energía y, por tanto, un gran “aliado” frente al cambio climático resulta casi indiscutib­le. Al acumular energía derivada de una fuente renovable, las baterías de ion-litio podrían contribuir a reducir la dependenci­a de los combustibl­es fósiles y ser, además, utilizadas para garantizar distintos tipos de movilidad eléctrica. Suena muy tentador, es cierto. El problema es que en nuestro país el interés por este “mineral maravilla” ha generado la movilizaci­ón de recursos –del sector público y principalm­ente del privado– para conocer sus cualidades, cómo integrarlo a dispositiv­os electrónic­os y de qué manera hacer de él un uso cada vez más eficiente, pero muy pocos son los estudios que analizan en profundida­d los impactos de su extracción. Es decir que la mera enunciació­n del potencial del litio para la contribuir a la transición energética global está operando como “excusa suficiente” para pasar por alto debates fundamenta­les, que involucran tanto aspectos ambientale­s como sociales y culturales y que, por tanto, son –o deberían ser– ineludible­s.

Junto con Bolivia y Chile, nuestro país integra el llamado “triángulo del Cono Sur del Litio”, que cuenta con aproximada­mente 70% de las reservas de salmueras de este mineral a nivel mundial. En Argentina se lo encuentra en los salares de altura de la región de la Puna, una zona de escasez hídrica donde, no obstante, desde tiempos ancestrale­s y en armonía con la naturaleza, habita una importante cantidad de comunidade­s indígenas. Durante 2010, cuando la exploració­n y extracción de litio se encontraba­n aún en etapas iniciales, la Defensoría del Pueblo de la Nación ordenó un análisis de la situación del agua en estos frágiles ecosistema­s. En ese marco, un estudio fechado en 2012 ya advertía acerca del potencial riesgo hídrico para las cuencas estudiadas. No obstante, en OlarozCauc­harí, provincia de Jujuy, existen hoy tres proyectos, uno de ellos en extracción desde 2015 y otro cuya explotació­n fue recienteme­nte autorizada; en tanto que Salinas Grandes y Lagunas de Guayatayoc, en las provincias de Salta y Jujuy, suman otros tres en etapa de exploració­n, a pesar de la presencia de comunidade­s que se oponen terminante­mente. Necesitamo­s investigac­iones adicionale­s que den mayor certeza respecto de la envergadur­a de los daños en los recursos hídricos, sí, pero existe hoy por hoy evidencia suficiente para presuponer­los irreparabl­es y con consecuenc­ias directas para las comunidade­s que viven de los salares. Es mandatorio, por tanto, poner un freno al inicio de operacione­s de nuevos proyectos así como al avance de los existentes, al menos hasta que se realicen estudios completos que garanticen que el ambiente no será significat­ivamente afectado.

Las autoridade­s competente­s, tanto en las provincias de Salta y de Jujuy como en la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentabl­e de la Nación, deben actuar de manera inmediata en base a lo estipulado por los principios precautori­o y preventivo –además de los de solidarida­d y cooperació­n– que prevé la Ley General del Ambiente para dar respuesta, sin dilación, a la situación de riesgo inminente al sistema hídrico de la Puna argentina. Ignorar este cuadro alarmante y la aplicación de las normas ambientale­s vigentes no es más que una decisión política que conlleva sendas responsabi­lidades.

Que quede claro: solo si se integran sustancial­mente los aspectos sociales y ambientale­s se puede esperar que el litio dialogue en debates de desarrollo sostenible. En otras palabras, el litio no puede cumplir un rol importante en discusione­s relativas a la transición energética si en paralelo no se revisan, entre otros, nuestros sistemas de producción y consumo. Obviar este último aspecto clave implica anclarnos como país en nuestro rol histórico de proveedor de materias primas. Sin valor agregado, sin solución a los propios problemas energético­s y sin considerac­ión por las dimensione­s ambientale­s, sociales y culturales que involucra.

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PíA MARCHEGIAN­I*

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