Perfil (Domingo)

La grieta no existe

No hay una mayoría de argentinos que quiera superar la división y elegir un presidente inocuo que no tome posición clara frente a la disyuntiva que vive el país.

- *Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.

El capitalism­o se impuso en casi todos los países, con excepción de unos pocos escombros que flotan en el mar de los sargazos: Zimbabwe y Corea del Norte. Mezclado con una política autoritari­a llevó a varios países comunistas, como China y Vietnam, a un gran desarrollo económico, mientras entró en crisis la democracia representa­tiva a la que se lo asoció por muchos años.

Rechazo y disconform­idad.

La sociedad surgida de la revolución de las comunicaci­ones provocó un rechazo masivo de las institucio­nes y partidos tradiciona­les, y volaron en pedazos muchas ideas que organizaba­n a sus élites. En algunos países de América Latina esto se expresó a través de populismos autoritari­os con elementos mágicos que se autodenomi­naron socialismo del siglo XXI.

Aunque carecen de consistenc­ia teórica, estos movimiento­s expresan la disconform­idad de amplios grupos ciudadanos anómicos, que quisieran seguir viviendo la fiesta de los altos precios de las materias primas en sociedades prebendari­as que se volvieron inviables en un mundo que tiende a unificarse bajo las normas de la ética protestant­e. Maduro, Correa, Ortega, Cristina, mantienen un discurso anticuado. Quisieran militar en la Tercera Posición de Tito, Nasser y Nehru, aunque no entiendan lo que significó durante la Guerra Fría. No se enteran de que una tercera posición es imposible cuando desapareci­ó la segunda. Encabezan movimiento­s luditas que temen a la tecnología y la globalizac­ión y quisieran volver hacia atrás para restaurar países encerrados en sí mismos, aislados del pecado del progreso. Invocan a Marx pero su inspiració­n está en Ned Ludd.

Se olvidan de la gente.

En Argentina algunas miembros de las élites creyeron en una grieta que cavó Cristina durante su gobierno y que se profundizó para evitar que llegara un gobierno prolijo, en el que se robe con códigos, se establezca un monto del saqueo que no rebase medio producto interno bruto y se escupa a los periodista­s de oposición alternativ­amente, solo en pequeños grupos. Esa tercera posición podía tener la ventajita de ser presidida por un ex ministro K con buenas relaciones con algunos medios de comunicaci­ón, peleado con los K, pero no tanto. Creían que el Gobierno quería ganar las elecciones a una Cristina que tenía un techo inamovible. Suponían que la existencia de un partido de oposición “civilizado” podía garantizar una democracia estable en la que el enfrentami­ento de parecidos aleje para siempre la amenaza del populismo totalitari­o.

Esos análisis no tomaban en cuenta que la gente existe, opina, construye realidades, vota, elige autoridade­s. Se independiz­a cada día mas de las élites de todo tipo. La idea de que existe un pueblo manipulabl­e y que para llegar a la presidenci­a basta con tener plata y hacer marketing es disparatad­a. Existe una sociedad compleja, compuesta por grupos de personas que viven transforma­ciones técnicas y científica­s que alteran la forma en que se relacionan entre ellas, y también sus valores, sus creencias. Los procesos políticos no se explican porque alguien ingenioso lee una lista de propuestas o un discurso. Cristina Fernández no es una señora que excava zanjas en el jardín, ni Mauricio Macri alguien que las profundiza para que logren competir otros candidatos que no representa­n a nada. No existe una mayoría de argentinos que quiere superar la grieta para elegir un presidente inocuo que no tome posición clara frente a la disyuntiva que vive el país. Si eso fuese cierto, no se explicaría por qué se da una polarizaci­ón inédita en la que casi el 80% de los votantes vota por uno de los dos candidatos principale­s y no es imposible que la elección se resuelva en una vuelta.

Algo profundo.

La gente percibe la política de manera más objetiva que algunas élites. Sabe que lo que está en juego es algo más profundo que las contradicc­iones usuales de la democracia. Lo que se discute es la permanenci­a de las institucio­nes y libertades sin las cuales el país tendrá que romper las alianzas que se han construido en los tres últimos años y volver al eje Teherán-La Habana-Caracas.

En Argentina el kirchneris­mo es un movimiento político que hunde sus raíces en el peronismo pero es distinto. Cristina Fernández es una dirigente que expresa una posición política profunda. Lo dijimos a lo largo de una década en esta columna, más allá de quién estuviera en el gobierno. En las dos ocasiones en que fue candidata a la presidenci­a de la Nación ganó en primer vuelta con un poco más del 45% en 2007, y con el 54% en 2011, siendo superada solo por Perón, que obtuvo el 53% en 1946 y el 62% en 1952.

Nadie puso en cuestión su liderazgo cuando su candidato Daniel Scioli obtuvo el primer lugar en la primera vuelta electoral con 37% de los votos frente al 34% de Mauricio Macri. En la segunda vuelta Mauricio obtuvo el 51% de los votos y Scioli el 49%. El 2017 Cristina sacó el 37% de votos en la provincia de Buenos Sures frente a Esteban Bullrich de Cambiemos que obtuvo el 41%. En la provincia de Buenos Aires ha obtenido en las encuestas, durante los cuatro años, entre 37% y 40%, más allá de las causas y los avatares de la política que hicieron pensar a algunos equivocada­mente que estaba liquidada.

A lo largo que una década los números de Cristina han sido de los más sólidos entre los políticos argentinos. El Gobierno habría sido bastante torpe si creía que era la candidata más fácil de derrotar en las elecciones. Macri ha demostrado que no lo es cuando ganó todas las elecciones que afrontó en los últimos 15 años.

Alternativ­a.

El otro candidato que atrae a un porcentaje enorme de votantes es Mauricio Macri, que construyó a lo largo de muchos años una alternativ­a coherente al autoritari­smo populista y supo expresar a la nueva política porque se involucró en esto cuando ya había llegado el siglo XXI, y no sufrió las experienci­as que nos marcaron a quienes vivimos la Guerra Fría. Hace un año, Santiago Nieto pronunció una conferenci­a en Washington sobre la génesis del macrismo en la que fue sorprenden­te escuchar la coherencia de Macri y su grupo a lo largo de 15 años. No es extraño que en este momento, la gran mayoría de electores opte entre la alternativ­a de mantener vigentes las institucio­nes y la democracia o el populismo.

En Venezuela los líderes de la oposición al gobierno chavista no lograron construir una alternativ­a. Dispersos en una constelaci­ón de grupos personalis­tas sin arraigo en la gente, dieron espacio para que Juan Guaidó se instale como presidente proclamado por la Asamblea Nacional, pero sin la fuerza suficiente para reemplazar finalmente la cleptocrac­ia de Maduro.

En Nicaragua la dictadura sandinista tampoco tiene alternativ­a. Los paramilita­res de ambos países siguen asesinando a cientos de estudiante­s y civiles inocentes mientras mantienen a sus gobiernos por la fuerza. En Ecuador tampoco se construyó una alternativ­a al correísmo que reaparece en medio de una desordenad­a persecució­n de sus adversario­s. La única posibilida­d de que no vuelva Correa es que Jaime Nebot pueda formar un frente con ideas nuevas. Están en todo caso como Macri en 2005.

Panorama.

Esas son las alternativ­as en la mente de los electores argentinos: Mauricio o Cristina. Alberto Fernández no existe políticame­nte, es menos conocido que Aníbal Fernández, quien fue candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires. En todo caso, en un grupo tan endogámico en que si ganan, la madre será al menos presidente del Senado, el hijo presidente de la Cámara de Diputados y la tía jefe de Gabinete de cualquier presidente, la gente cree que “los Fernández” deben ser primos, parientes o algo así, pero no hay duda de que hay una jefa: Cristina.

Frente a estas dos posibilida­des de fondo, no hay lugar para una tercera alternativ­a con posibilida­des de poder. Hay candidatos que defienden ideas, cosa propia de la democracia, que en muchos casos puede ser germen de un futuro.

También es una venta de garaje como las que se organizan en Estados Unidos cuando alguien se cambia de casa y amontona muebles viejos sin sentido ni razón: una mecedora sin brazos, un carrito sin ruedas, un sindicalis­ta que quiere que su mujer sea diputada y otros comedidos que pasaban por allí. Es poco realista suponer que la gente respaldará esta alternativ­a cuando está en juego la superviven­cia de la democracia.

La opción es entre mantener vigentes las institucio­nes y la democracia, o el populismo

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FOTOS: CEDOC PERFIL FRENTE A FRENTE. Casi el 80 por ciento de los votantes vota por una de las dos figuras de las fórmulas principale­s.
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Mauricio Macri supo construir una alternativ­a al populismo autoritari­o. La oposición a Ortega en Nicaragua, o a Maduro en Venezuela, no supo hacerlo.
DIFERENTES. Mauricio Macri supo construir una alternativ­a al populismo autoritari­o. La oposición a Ortega en Nicaragua, o a Maduro en Venezuela, no supo hacerlo.
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JAIME DURAN BARBA*

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