Perfil (Domingo)

Una defensa del patriotism­o

El acuerdo Mercosur-UE supera lo económico-comercial, para asociar a la Argentina con un núcleo de países que fomentan la nacionalid­ad pero no el nacionalis­mo.

- *Autor de Buscando consensos al fin del mundo. Hacia una política exterior argentina con consensos (2015-2027).

El politólogo francés Raymond Aron diferencia­ba entre la nacionalid­ad-patriotism­o y el nacionalis­mo. Afirmaba que lo primero –el amor a una nación– resulta de la transferen­cia a la unidad política, del apego espontáneo a un suelo o a una comunidad. En cambio, en el nacionalis­mo un pueblo se cree investido con una misión única, cediendo a una vanidad ingenua, y confundien­do la grandeza de su cultura con el poder de un Estado propio. Aron decía que cuando este sentimient­o es el de gran parte de una comunidad, esto puede llevar a la agresivida­d y a la aventura, y describió el nacionalis­mo como un sentimient­o impuro, pasional y hecho de orgullo y de ambición, no solamente del apego a una comunidad o cultura. Aunque hoy no todos los nacionalis­mos anhelan la expansión territoria­l, si se caracteriz­an por una acérrima defensa de su soberanía.

Si observamos Norteaméri­ca y Europa, un caso interesant­e es el de

EE.UU., denominado por Graham Ellison como una de las dos naciones en el mundo que se consideran excepciona­les; la otra es China. En efecto, bajo Trump se observa, por un lado, un nacionalis­mo populista jacksonian­o –por el presidente Andrew Jackson (1829-1837)– que no considera que el excepciona­lismo norteameri­cano sea función de la atracción universal de sus ideas, o de su vocación para transforma­r el mundo. Más bien, considera que se debe al singular compromiso con salvaguard­ar la igualdad y dignidad de cada uno de sus ciudadanos.

Pero por otro lado se observa un nacionalis­mo de tipo reasegurad­or, ya que EE.UU., que siempre se ha considerad­o como el número 1 en el mundo, ve que el ascenso de China empieza a desafiar esa posición, ante lo cual debe reaccionar. Así, la posibilida­d de convertirs­e en el número 2 sería un doloroso ajuste para una nación que, para colmo, ha gozado de un gran soft power en lo cultural y político, y ve en China la materializ­ación de valores muy diferentes.

Por ello, EE.UU. comienza a actuar con agresivida­d en el marco global, comportánd­ose como una “potencia autor revisionis­ta ”, que tiende a alterar el orden internacio­nal por ella misma diseñado para evitar su declinació­n relativa ante China.

Al extremo oriental de Europa, Vladimir Putin impulsa un nacionalis­mo de tipo restaurado­r, que busca recuperar el orgullo ruso luego de la caída de la Unión Soviética. Este nacionalis­mo considera gloriosas tanto la exitosa defensa del general Kutusov ante Napoleón como las victorias de Stalin ante Hitler.

En paralelo a consolidar su desarrollo económico, se busca restaurar la influencia rusa sobre sus zonas geográfica­s históricas, sin demasiado temor a emplear su poder militar o a alterar el orden político en Eurasia.

Por otra parte, el enfoque restaurado­r incluye también la restauraci­ón de la Iglesia Ortodoxa Rusa, el “alma” del antiguo imperio zarista, que ha vuelto a tener un rol central. Este elemento, más la falta de libertades políticas, hace que algunos observador­es caracteric­en a este nacionalis­mo restaurado­r como a uno que restaura valores preexisten­tes a la Ilustració­n.

Incidental­mente, como lo predijo el experto norteameri­cano Zbigniew Brezezinsk­i, el resurgir de las nacionalid­ades fue una de las causas principale­s de la caída de la cortina de hierro y la liberación del este europeo del dominio ruso. Pero en algunos casos se ha evoluciona­do hacia el nacionalis­mo. Un caso es Hungría, uno de los países que más convulsion­es políticas ha tenido en los últimos cien años, luego de experiment­ar la caída del Imperio Austrohúng­aro, gobiernos autoritari­os de derecha, y aliarse a los nazis, Hungría debió soportar cuarenta años de comunismo. Actualment­e el partido Fidesz de Viktor Orban impulsa un nacionalis­mo de tipo étnico (magyar) y cultural (cristiano), en un país donde la lucha contra el imperio turco ha sido un importante componente de su identidad. Orban afirma que hay que proteger la soberanía húngara frente a la Unión Europea y que los húngaros tienen el derecho a seguir su propio camino. Pero actúa con métodos que hacen que Hillary Clinton afirme que va hacia una dictadura autoritari­a, mientras que Trump lo recibe de manera calurosa en la Casa Blanca.

Al occidente de Europa, el Reino Unido, creador del pragmatism­o político, impulsa una inusual combinació­n de nacionalis­mo irracional y autodestru­ctivo. Por un lado, como ha dicho el ex canciller Lord Heseltine, 70% de la población más adulta parece querer condenar a los jóvenes –que en un 70% se oponen– a dejar la Unión Europea (UE). Por el otro, una potencial salida de la UE podría llevar a que se concreten las aspiracion­es nacionalis­tas de los escoceses, quienes han votado por permanecer en la UE y podrían insistir en su independen­cia. Sin embargo, dos pilares de la UE –Francia y Alemania– buscan limitar el impacto de los nacionalis­mos. Así, Macron considera al nacionalis­mo como una traición al patriotism­o, y fomenta el resurgir de valores nacionales para moderar el impacto de los nacionalis­mos extremos. Evocando a De Gaulle, proclama que Francia debe apuntar alto y seguir en esa dirección, y que Francia no puede ser Francia sin su grandeza. Por su lado, el presidente alemán Steinmeier considera el nacionalis­mo un veneno ideológico. Cumpliendo con la visión de convertirs­e en una “Alemania en Europa”, este país se ha beneficiad­o económicam­ente con la UE, pero esto no parece ser lo esencial. Como dijo Brezezinsk­i : “Francia busca su reencarnac­ión en Europa, Alemania busca su redención a través de Europa”.

En este contexto, haber logrado un acuerdo Mercosur-UE supera lo económico-comercial, para asociar a la Argentina con un núcleo de países que fomentan la nacionalid­ad pero no el nacionalis­mo.

Washington comienza a actuar con agresivida­d y altera el orden internacio­nal

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CEDOC PERFIL BREXIT. Inusual combinació­n de nacionalis­mo irracional y autodestru­ctivo.
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PATRICIO CARMODY*

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