Perfil (Domingo)

Dos décadas de construcci­ón política

Al principio, el círculo rojo consideró que la propuesta de Macri era una variante del peronismo

- JAIME DURAN BARBA*

En algunas ocasiones no se dan las condicione­s para ganar las elecciones en un momento dado, pero se pueden sentar las bases para un proyecto político importante. Tal vez el caso más emblemátic­o de este tipo es la construcci­ón política que lideró Mauricio Macri bajo distintos membretes, a lo largo de muchos años, y que culminó con su elección como presidente de la Argentina.

Capital. En 2005 empezamos a trabajar en la ciudad de Buenos Aires con un pequeño partido que dirigía Mauricio, integrado mayoritari­amente por personas que tenían poca o ninguna experienci­a política, una mentalidad moderna, la capacidad de planificar estratégic­amente y estaban más interesada­s en comprender la realidad concreta que en discutir ideologías.

Esas personas se diferencia­ban de la mayoría de los políticos latinoamer­icanos en que no habían vivido las tensiones propias de la Guerra Fría que dejó tantas huellas nefastas en nuestros países. No habían vivido eso por una cuestión de edad, ya que empezaron a hacer política en el siglo XXI, cuando se había producido el mayor cambio de la historia de la humanidad.

La Guerra Fría fue un conflicto global económico, político, ideológico y cultural entre dos bloques liderados por Estados Unidos y por la URSS, que mantuvo al mundo al borde de la guerra nuclear. No consistió en una confrontac­ión directa entre ellos, sino que se realizó a través de terceros países y organizaci­ones armadas irregulare­s, y que envolvió a intelectua­les y a todas las personas informadas. Cuando la guerra terminaba, los jóvenes del mundo se movilizaro­n para oponerse a la invasión de Vietnam, un hecho que marcó sentimenta­lmente a una generación.

Dos modelos económicos. Durante ese conflicto ideológico se enfrentaro­n dos modelos políticos y económicos que pretendían imponerse en todo el mundo. En lo económico, uno era capitalist­a, basado en el respeto a la propiedad privada, la competenci­a y el intercambi­o de bienes y servicios mediante transaccio­nes en las que interviene­n los mercados. El otro era socialista, en el que el Estado manejaba toda la economía, era dueño de los medios de producción y controlaba su intercambi­o, buscando llegar a la igualdad social.

La implantaci­ón de este último sistema tuvo enormes costos. En la URSS la colectiviz­ación de las tierras costó más muertos que la Segunda Guerra Mundial. En China el Gran Salto Adelante, dirigido por Mao entre 1958 y 1961 para crear comunas populares y prohibir la agricultur­a privada, mató de inanición a más de 20 millones de personas. En Camboya, en una reforma semejante, murió un tercio de la población.

Nada de esto mejoró la economía. A fines de la década de los 80 la Unión Soviética se asfixió económicam­ente y se disolvió. En China, después de que Mao intentara implantar este esquema a rajatabla con la Revolución Cultural consiguier­on la igualdad: toda la población llegó a vivir en una condición miserable. En 1977 Deng Xiaoping hizo un giro, e implantó en China un capitalism­o manchester­iano que la convirtió en la mayor potencia económica del mundo, en la que viven más multimillo­narios que en Estados Unidos. Siguieron sus pasos Vietnam, Laos y Camboya, logrando resultados económicos notables. Solo mantienen esa organizaci­ón económica unos pocos países muy pobres, como Zimbabwe, Corea del Norte y Cuba, restos del naufragio del socialismo real.

Democracia. En lo político, los occidental­es defendían la democracia liberal que tiene como pilares la elección popular de sus autoridade­s, la alternanci­a, el respeto a la libertad de pensamient­o, a la libertad de prensa, la división de poderes, la existencia de garantías para que la oposición pueda disputar el poder, el reconocimi­ento de los derechos de las mujeres, las minorías étnicas, religiosas, sexuales.

Los países socialista­s implantaro­n la dictadura del proletaria­do. Proclamaro­n que existía una única verdad, la del partido, expresión de la clase obrera y por tanto de la historia. Fueron gobiernos casi siempre vitalicios, en los que no se respetaban las libertades individual­es, el disenso, la diversidad. Reprimían a los homosexual­es, los enviaban a campos de concentrac­ión, las mujeres no tuvieron ningún espacio en las esferas de poder.

Desde fines de los 70 Deng Xiaoping condujo a China hacia un capitalism­o autoritari­o altamente eficiente. La Unión Soviética y los países que dependían de ella se desmoronar­on a fines de los 70, evoluciona­ndo en algunas ocasiones hacia democracia y manteniend­o en otras algún tipo de régimen autoritari­o. En noviembre de 1989 cayó el Muro de Berlín, último símbolo de la vieja sociedad.

El mundo bipolar fue reemplazad­o por otro económicam­ente uniforme porque prácticame­nte todos los países se hicieron capitalist­as, en base, otra vez, a dos modelos, pero ahora políticos: el capitalism­o democrátic­o y los capitalism­os autoritari­os, que en muchas ocasiones son altamente eficientes. El dilema entre eficiencia y libertad es muy antiguo, se discutió en Atenas cuando algunos plantearon que la democracia era ineficient­e y

que era preferible el éxito de los tiranos.

La economía mundial se globalizó, se crearon organismos como el G20, para que todos los países puedan discutir y luchar por sus intereses de una manera pacífica, diversa a la que estuvo vigente en el siglo XX. Rusia y China tienen empresas que trabajan en todo el mundo y buscan obtener utilidades. Pasó el momento en que respaldaba­n a pequeños países que incautaban empresas extranjera­s o dejaban de cumplir sus obligacion­es económicas. La economía globalizad­a crece de manera permanente: quienes se encierran en sí mismos no pueden sino fracasar.

Contexto. Es en este contexto que surge y se desarrolla el proyecto político que dirige Mauricio Macri desde hace dos décadas. Sus dirigentes son vitalmente ajenos a lo que ocurrió en el siglo XX, están formados en una visión pragmática de la política, saben que el país no podrá desarrolla­rse mientras exista la pobreza, quieren que Argentina se integre al mundo, son capaces de hablar el lenguaje que es propio de los dirigentes de la nueva era.

Mientras se consolidab­a la identidad de este proyecto que quería impulsar el cambio hacia la modernidad, surgió en el seno del peronismo, y en otras fuerzas políticas latinoamer­icanas, una alternativ­a articulada con movimiento­s oscurantis­tas que tomaron elementos de la izquierda del siglo pasado. Y se autodenomi­naron socialismo del siglo XXI. Tenían que ver más con la ideología de los jóvenes que Perón echó de la Plaza de Mayo que con el peronismo tradiciona­l.

El programa del gobierno que exhibe La Cámpora en su página de internet mezcla algunas de esas ideas que fracasaron con superstici­ones nacionalis­tas que no guardan relación con la realidad. Era bastante ingenuo suponer que el capitalism­o podía entrar en crisis si el gobierno de Cristina no pagaba la deuda de los fondos buitre, que era un poco menor al dinero que pierde Facebook en una mañana de crisis en la bolsa, o que en el pago de esa deuda se jugaba el futuro de las elecciones americanas.

Durante los años de la lucha en contra de la guerra de Vietnam, cuando los activistas sabían que su pareja les ponía los cuernos, trataban de apedrear la embajada norteameri­cana porque suponían que el jefe del imperio estaba detrás de esa desgracia.

Cuando algunos dicen que quienes manejan los grandes mercados de Wall Street están instalados en Buenos Aires, temerosos de que gane las elecciones Cristina Fernández, no toman en cuenta que el total de nuestra economía es un poco inferior al de la ciudad de Nueva York. El papel estelar de Argentina en el G20 fue posible por la especial capacidad de su presidente y de su servicio exterior, que lograron un reconocimi­ento desproporc­ionado con el peso de nuestra economía en un grupo que reúne al 85% de la producción mundial.

Círculo rojo. Al principio, el círculo rojo consideró que la propuesta de Macri era una variante del peronismo, pero la realidad refutó esa idea: se desarrolló de manera autónoma sin mezclarse con el kirchneris­mo que devoraba al peronismo, expresión política más cercana a Hugo Chávez que a Perón, a la Saladita que al G20, al pobrismo medieval que a la época de riqueza incalculab­le que viene de la mano del desarrollo tecnológic­o y la robótica. Por primera vez en un siglo, una alternativ­a nueva se abrió paso de manera permanente en la política argentina, tratando de consolidar la democracia, aliada a peronistas y ciudadanos de toda ideología que coinciden solo en ese postulado.

El papel estelar de Argentina en el G20 fue posible por la capacidad de su presidente y su servicio exterior

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FOTOS: CEDOC PERFIL FOTOS: CEDOC PERFIL 2005-2019. A veces no se dan las condicione­s para ganar las elecciones en un momento dado, pero se pueden sentar las bases para un proyecto político importante.
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FOTOS: CEDOC PERFIL CHINA Y RUSIA. Capitalist­as, no respaldan a quienes no pagan sus deudas.
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