En marquesinas
El 8 de julio tuvo lugar en el Teatro Regina un acto en el que se dispuso que a partir de ese día la sala del segundo piso llevaría el nombre de Mirtha Legrand, en homenaje a su contribución a la cultura por su brillante desempeño como actriz y como conductora de televisión.
Este es el segundo homenaje de este tipo que se le hace a la emblemática estrella del mundo del espectáculo. Mirtha ya había tenido una primera experiencia cuando el Incaa alquiló el cine Suipacha (rebautizándolo Tita Merello) y fue reconvertido en tres salas llamadas Mirtha Legrand, Amelia Bence y Delia Garcés. En aquel momento, debido a su histórica confrontación con el peronismo, fue ignorado el nombre de Libertad Lamarque, que tiene el mérito de haber sido la estrella que abrió mercados en el resto de América para el cine argentino. Este cine desde hace unos años se encuentra abandonado.
Si repasamos un diario de 1959, notamos que eran muy pocas las salas de espectáculos con nombres de artistas. Entonces existían algunos teatros independientes como el Camila Quiroga, en Montevideo 850, y el Sarah Bernhardt, en la Avenida San Martín. Generalmente los teatros tenían nombres de personajes históricos (Colón, Alvear, Marconi, Fray Mocho), de ciudades (Buenos Aires, Montevideo), o de autores teatrales (Florencio Sánchez, Tirso de Molina).
Algo parecido sucedía con los cines: existían solo algunos modestos cines de barrio con nombres de artistas, como el Parravicini en Paternal, el Carlos Gardel en San Telmo y el Pablo Podestá en Parque Patricios, una sala de público lumpen exclusivamente masculino que servía de marco para encuentros furtivos. La mayoría de los cines copiaba los nombres de salas extranjeras (Rialto, Paramount) o adoptaba nombres de próceres (Sarmiento, Belgrano, Moreno, Pueyrredón), o de las calles donde estaban ubicados (Sáenz, Cabildo).
El Teatro Municipal San Martín, inaugurado en 1960, fue precursor en bautizar dos de sus salas con nombres distintos (Martín Coronado y Casacuberta), en homenaje al dramaturgo y al actor. Mucho después, el teatro Broadway se dividió en dos salas llamadas Narciso Ibáñez Menta y Raúl Rossi. En cuanto a los cambios de nombres, podemos señalar que el teatro Presidente Alvear cambió temporalmente su nombre durante el gobierno peronista por Enrique Santos Discépolo, que el Blanca Podestá se transformó en Multiteatro cuando fue remodelado, y que el teatro Cómico fue vendido por los herederos de Lola Membrives al empresario Carlos Spadone con la condición de que fuera rebautizado con el nombre de esa notable actriz.