Del drama al perdón tras el final de la ETA
Por primera vez se realiza una serie que muestra las consecuencias, de uno y otro lado, que vivió el País Vasco durante los años más convulsos, a través de la hermandad rota de Miren y Bittori. Serán ocho episodios de una hora a cargo del productor, guion
Qué valiente!”. Esa fue la reflexión de los padres de Aitor Gabilondo, productor y realizador de series como Allí abajo, El príncipe o Vivir sin permiso cuando les contó que iba a filmar Patria, la novela de Fernando Aramburu que lleva vendidos más un millón de ejemplares. Gabilondo compró los derechos en 2016 y le llevó un largo proceso de trabajo con los guiones y producción para estos ocho
únicos episodios de una hora que hará con HBO Europe a través de Miguel Salvat, que le dio el sí, de Roberto Ríos por parte de HBO Latin América y su productora, Alea Media. Confiesa que ha trabajado con total libertad, y la experiencia con HBO está siendo “magnífica”. El elenco es en su mayoría vasco, y cuenta la historia representada por las dos familias que quedan separadas por las acciones de la ETA en los años convulsos. La dirección es de Félix Vizcarret y Oscar Pedraza. Acerca de la desvinculación del argentino Pablo Trapero, Gabilondo y Vizcarret coinciden en que ha sido pacífica y que tenían visiones distintas del trabajo.
Así, la gran protagonista que personifica a Bittori es la actriz vasca Elena Irureta, cuya vida cambia cuando ETA asesina a su marido, Txato, que encarna José Ramón Soroiz, y sus dos hijos, Xabier y Nerea, son interpretados por Iñigo Aranbarri (Allí abajo) y Susana Abaitua (4 latas, 70 Bin Ladens). Y la otra gran protagonista es Ane Gabarain, que da vida a Miren, madre de Joxe Mari, quien forma parte de la banda ETA. Al marido de Miren,
Joxian, lo asume Mikel Laskurain (Presunto culpable) y los tres hijos, Joxe Mari, Arantxa y Gorka, serán interpretados por Jon Olivares (Liknart), Loreto Mauleón (El secreto de
Puente Viejo) y el ganador del Goya al mejor actor revelación, Eneko Sagardoy (Handia).
Tras haber rodado en Soraluce, Elgoibar, Eibar, Donostia e Iparralde, llegan a Madrid para los interiores. Lo hicieron en el barrio de Malasaña, en la zona de Conde Duque, cerca de Plaza España, en un edificio vacío que sirve de locación para recrear vestuario y mobiliario de los años 80, 90. Gabilondo aclara: “No estamos poniendo la novela en imágenes, pero era fundamental encontrar un equivalente audiovisual de esa manera de narrar y las sensaciones que genera la novela. Yo lo comparo con un chirimiri, que es una lluvia fina –la llamamos así en el País Vasco– que te va calando lentamente, al principio es ligera, pero luego poco a poco va pesando y pesando y te vas como cargando de agua”.
“Mataron al Txato, una tarde de lluvia, a pocos metros del portal de su casa. Y el cura, menudo pájaro, le insistía a Bittori para que el funeral se celebrara en San Sebastián”
(Patria-Fernando Aramburu).
El quiebre comienza ahí. Esas dos íntimas amigas, hermanas –tanto que Gabilondo cree que el libro debería haberse llamado Matria–, Miren y Bittori, se rompen, ¿para siempre? La actriz Elena Irureta, que se mete en la piel de Bittori, la viuda que se va del pueblo porque todos cortan con ella a partir del asesinato de la ETA, revela.
—¿Cómo trabajaste la transformación de Bittori, que a partir del asesinato de su marido comienza una búsqueda, se distancia de la hija, del padre, va entre el rencor y la búsqueda de reconciliación?
IRURETA: Desde mi punto de vista, entiendo que el personaje, cuando le ha ocurrido esto, se ha quedado básicamente sola, sin familia, sin amigos, sus amigos ya han cortado de un día para otro, el pueblo ha cortado de un día para otro, y tiene que salir, muy a pesar suyo, de su entorno, se queda en un piso maravilloso en San Sebastián, ella está sola, con un gato. Sigue contando con su marido, le cuenta sus andanzas a su marido, va al cementerio y se relaja contándole día a día sus problemas. Busca esa reconciliación, quiere volver al pueblo, decide dejar ese entorno en que vivía bien en San Sebastián. He querido ahondar en esa soledad. Hasta que vuelve al pueblo y poco a poco empieza otra vez. Es una mujer fuerte.
—¿Cómo juega la felicidad en medio de ese drama?
I: En ese personaje no existe. No encuentra eso. “A mí ya me mataron”. Sobrevive esperando morir para que la entierren con su marido, Ella dice: “Ya está, pasó eso y se terminó su historia”. Ya no importa, está enferma, es un escape, no quiere ir al médico, no quiere mantenerse ahí.
—Siendo vasca y habiendo vivido los tiempos de la ETA, ¿cómo te resonaban esas historias al componer a Bittori?
I: Vivo en un pueblo, Sumaya –10 mil habitantes–, y en todos los pueblos hemos vivido presión por las dos partes. Cuando estaba en el 80, 81, que estábamos estudiando en San Sebastián, todos los días íbamos tres alumnos en el co
che y llevábamos los textos en euskera de Arlequín servidor
de dos amos y, a la altura de Larrinaga, nos paraba la policía nacional con metralletas. Y nos hacían llegar una hora tarde porque hasta que no revisaban todos los textos de estudio, y no conocían el euskera, y hasta que no iban a su furgoneta y no se fijaban qué era aquello, y si estábamos fichados, nos demoraban. Por todos lados. La del otro lado, cuando eres joven, estás ahí, te prohíben mil cosas, los conciertos de no sé qué grupo, y apoyando y tal. Ya cuando ves que están pasando cosas muy graves en tu propio pueblo y conoces, ya es más serio que ir a un concierto y ser de izquierdas. Fue desde los 18 años hasta los 60 viviendo esto. Y en cada edad lo vas viviendo de distinta manera.
El rodaje de la escena del asesinato se filmó en un pueblo ficticio, entre Soraluze y Elgoibar, sin nombre. La producción desarrolló allí varias de las escenas de Patria que tienen que ver con las acciones de la ETA, que van desde la quema del ómnibus urbano a las manifestaciones que había a favor del grupo terrorista. Para Gabilondo, filmar esa muerte ha sido “muy intenso”.
I: Todo ha sido muy emocionante, muy intenso, como todo lo que está haciendo. Uno de los grandes aciertos es haber rodado allí en el País Vasco. Es el epicentro de la historia, el punto de partida. El momento real de la muerte de Txato, no lo preparamos (técnicamente sí, claro), hablando con Irene y Soroiz, como lo hacemos, pues le dije: “Como te salga”, y ha salido de primera toma. Y ha quedado así. Cuando va, hay un intento fallido antes de comer, lo matan más o menos a la hora, a las 6. Y agrega el director: “Esas imágenes se rodaron tratando de ser lo más crudos posible. En toda la desnudez que tenía eso”.
“Vivo en un pueblo, Sumaya, y en todos los pueblos hemos vivido presión por las dos partes.” (Irureta)
Joxe Mari a 126 años de prisión” (Patria Fernando Aramburu).
A Susana Irureta, gran comediante además, quien sigue viviendo en su pueblo, al encarnar a Bittori, muchos han querido contarle historias. Desde su cuñado, que según cuenta Irureta ha visto matar a cuatro personas por la ETA, le preguntamos qué opinaban sus padres de esos años de terror.
I: Mi padre no se metía, era empleado de una hidroeléctrica estatal en la central de Sumaya. Vivíamos como apartaditos en las afueras, en mi casa no se hablaba de política, directamente. No había ganas
“En la serie hay torturas, está demostrado que hubo casos en cárceles y en Madrid.” (A.G.)
de rollos y que no nos metiéramos en nada. No le gustaba nada que fuéramos a conciertos ni a las movidas. Siempre al margen. Pero en mi pueblo se ha sufrido muchísimo, hubo muchas víctimas y mucha gente joven que ha pasado muchos años en la cárcel y que ha sido torturada, y asesinados. Ha habido de todo, y ha sido casi tabú, porque conocés a todas las familias. Al final era hablar lo justo con cada uno.
—Pregunto qué piensan que va a pasar con la serie en el País Vasco, ¿va a generar polémica, división, qué va a provocar en esa memoria colectiva, los que están a favor y en contra?
GABILONDO: Cuando se habla de un tema que influye tanto en las personas, que es tan emocional, la respuesta es emocional. No va a ser racional. No estamos hablando de política, casi teología, los posicionamientos son muy fuertes, pero creo que hay una parte de la sociedad que necesita ver y escuchar esto. Y luego habrá más después, yo espero que Patria sea una serie que quede dentro de un año, de dos, de tres, se siga viendo y siga teniendo valor. No es un producto para el hoy. En la intimidad de la pantalla a la gente le suscitará emociones.
Y que acabe en un abrazo.
—En la novela se ve que hay torturas, la respuesta represiva estatal a la ETA. ¿Eso va a estar reflejado?
G: Pues está reflejado, en la serie hay torturas, está demostrado que ha habido muchos casos de torturas y en la serie se ve. En el cuartel de Inchaurrondo y en Madrid. Porque es una cosa que ocurrió y no se puede soslayar. Nosotros vamos a reflejar la verdad. —¿Qué significa la reconciliación
o el perdón, el poder respetar más que tolerar las opiniones de los otros?
G: Yo creo que el perdón es algo personal e íntimo, no es algo colectivo. Pero una sociedad no puede quedarse en las heridas, tiene que avanzar. Es inevitable. Hablando de los personajes, el Txato no va a volver a la vida, jamás, eso ya pasó, pero las siguientes generaciones y los que hemos vivido esto estamos obligados a superarlas. Y superar los dolores,
pues, duele, es difícil, pero hay que hacerlo. Dentro de 250 años nadie se acordará de esto, o sí, pero no como nosotros. Es ley de vida. Ese es el espíritu de esta serie.
—El abrazo de las dos mujeres en la novela, Miren y Bittori, recuerdo haber leído que fue profundo, ¿cómo será?
G: Yo no debería responder ahora...
—Elena: ¿qué pensás que van a pensar de ti en Donostia?
I: He hecho 11 años de policía nacional y de monja de clausura, de modo que para mí es un personaje de ficción, aunque está basado en hechos reales y concretos. Claro que lo hemos vivido y lo hemos tocado de cerca, y me dicen: “¿Vas a hacer tal persona?”, y no, mi Bittori es otra. Bittori lo lleva de determinada manera. Cuando hago un personaje me zambullo en el personaje, y esto es mi trabajo y pongo el ciento por ciento para que sea mi verdad. El resto ya son opiniones, políticas o lo que sea, que nada tienen que ver con el personaje. Es un trabajo.
Sobre el final, acerca de la reconciliación dice: “Es un abrazo... hasta ahí”.