Perfil (Domingo)

Grieta y fracaso

- Diferentes formas de “nosotros contra ellos” dominan la escena política mundial: Argentina fue vanguardia JORGE FONTEVECCH­IA

Trump le dice estúpido a Macron por hacer pagar impuestos a Google e impone un impuesto a los vinos franceses en represalia. Aníbal Fernández dice que dejaría sus hijos con el múltiple asesino Barreda antes que con Vidal. La grieta no es un problema argentino sino mundial, y terminamos exportando nuestra polarizaci­ón a un mundo cada vez más argentiniz­ado.

Una de las interpreta­ciones las brinda Ian Bremmer en su libro Nosotros contra ellos: el fracaso de la globalizac­ión, que explica el auge de los líderes populistas y por qué no debemos culpar a sus partidario­s (vale la pena escucharlo en https://bit. ly/2Yultna). Un amigo desde el exterior me escribe: “Este libro habla de la grieta, de la grieta que está generando principalm­ente la velocidad del cambio tecnológic­o y de cómo el mundo la absorbe; los argentinos siempre tan provincian­os, creemos que la grieta es un fenómeno nuestro, cuando en realidad, de diferentes formas, está pasando en todo el mundo”.

Discrepo parcialmen­te con él porque la Argentina sí fue original en crear antes que ningún otro país del mundo las condicione­s de posibilida­d de la actual grieta, que afecta ahora a casi todo Occidente. Porque desde mi perspectiv­a la grieta es el resultado del fracaso al conseguir progreso económico en una sociedad. Y la Argentina fue el único país del mundo donde los nietos son más pobres que sus abuelos, donde el producto bruto por habitante decreció en medio siglo. Lo que cohesiona a una sociedad es el beneficio mutuo, el progreso alcanzado –aun en proporcion­es diferentes– por casi toda la población.

En China no existe solo por su sistema de control político (que lo único que podría controlar sería que no se expresara, si existiera), sino porque su economía viene produciend­o progreso en la mayoría de la sociedad. El mismo progreso que cohesionó a la sociedad en Europa y Estados Unidos durante el medio siglo que transcurri­ó entre el fin de la Segunda Guerra Mundial y la caída del Muro de Berlín, dando origen al Estado de bienestar, que benefició a la mayoría de su población.

El fracaso no es del capitalism­o, que triunfa en China, sino del liberalism­o, por eso el combate en todo Occidente no es entre capitalism­o y comunismo, sino entre liberalism­o (división de poderes, prensa libre, Justicia independie­nte) e iliberalis­mo, que en las democracia­s occidental­es, al no existir la cultura de partido único heredera del comunismo, se expresa en forma de populismo. Provincian­amente: la polarizaci­ón que en estas elecciones argentinas es entre kirchneris­mo y macrismo es el resultado de que Macri fracasó económicam­ente y permitió el renareglas grieta no

cimiento del kirchneris­mo. Si hubiese tenido éxito económico, la oposición a Cambiemos hubiera sido alguna tercera vía con el peronismo republican­o, como fue en Inglaterra el Nuevo Laborismo tras el Margaret Thatcher.

Sobre Donald Trump, los pro-Brexit y los populistas, Ian Bremmer dice: “Estos líderes no están argumentan­do que el gobierno debería ser más grande o más pequeño, que debería gravar menos o gastar más. Están desafiando el derecho de las ‘élites’ a establecer las éxito de

que gobiernan nuestras vidas. Les dicen a los ciudadanos que han sido engañados en su oportunida­d de tener éxito, y que los medios de comunicaci­ón están involucrad­os. Prometen consolar a los afligidos, afligir a los cómodos e incendiar las casas del poder”.

En el libro Nosotros contra ellos: el fracaso de la globalizac­ión se pueden leer más párrafos como los siguientes:

“La globalizac­ión, el flujo transfront­erizo de ideas, informació­n, personas, dinero, bienes y servicios, ha creado un mundo interconec­tado donde los líderes nacionales tienen una capacidad cada vez más limitada para proteger las vidas y los medios de vida de los ciudadanos. En la era digital, las fronteras ya no significan lo que los ciudadanos creen que quieren decir. En cierto modo, apenas existen. La creencia de que la interdepen­dencia que creó la globalizac­ión es algo bueno es de hecho la ideología de la élite”.

“Los líderes políticos de los países occidental­es ricos han sido los defensores más importante­s de la globalizac­ión, al construir un sistema que ha impulsado ideas, informació­n, personas, dinero, bienes y servicios a través de las fronteras a una velocidad y en una escala sin precedente­s

uuen la historia de la humanidad”.

“No se está creando una nueva Guerra Fría contra China con el riesgo de un conflicto cibernétic­o global que definiría nuestras sociedades. Es el esfuerzo de los perdedores por no ser ‘jodidos’ y los esfuerzos de los ganadores por evitar perder el poder. No solo en los Estados Unidos y Europa, sino también en el mundo en desarrollo, habrá una confrontac­ión dentro de cada sociedad entre ganadores y perdedores”.

u“En 2018, todavía es demasiado pronto para saber si la revolución tecnológic­a matará más empleos de los que crea. Pero podemos estar muy seguros de que los nuevos empleos serán muy diferentes de los antiguos, que la educación y la capacitaci­ón para estas

nuevas formas de trabajo serán fundamenta­lmente diferentes y que un gran número de trabajador­es no logrará ‘el salto del viejo mundo al nuevo’. Esto crea una dinámica en la que los países con salarios altos tienen más probabilid­ades que los países con salarios bajos de dominar las industrias intensivas en habilidade­s que generarán un crecimient­o en el siglo XXI, dejando atrás un gran número de esos más de mil millones de personas que recién emergieron de las antiguas privacione­s”.

“La fuerza que probableme­nte socavará aún más la confianza en los gobiernos es el ritmo y la escala del cambio tecnológic­o en el lugar de trabajo.

uContinúa en página 18

 ??  ??
 ??  ?? LENGUAS AGRESIVAS: Aníbal Fernández y Donald Trump.
LENGUAS AGRESIVAS: Aníbal Fernández y Donald Trump.
 ?? FOTOS: CEDOC PERFIL ??
FOTOS: CEDOC PERFIL

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina