Perfil (Domingo)

MIKA ETCHEBÉHÈR­E

- Por *Ana Laura Sucari *Profesora de Enseñanza Media y Superior en Historia (UBA). Becaria CONICET.

De la Patagonia Rebelde al Mayo Francés, Mika Feldman de Etchebéhèr­e se involucró en todas las grandes luchas sociales del siglo XX. Nacida en 1902 en la provincia de Santa Fé, Mika se adentró en la militancia política desde los inicios de su carrera universita­ria de Odontologí­a. Allí conoció a quien sería su compañero y marido, Hipólito Etchebéhèr­e: los unió el amor y la militancia por la revolución social. Juntos emprendier­on viaje hacia la Patagonia con el fin de trabajar para poder viajar a Europa, donde percibían que las condicione­s materiales se encontraba­n más desarrolla­das para generar la revolución social. En el sur conviviero­n con la proletariz­ación indígena y fueron testigos de la opresión a los jornaleros y pueblos originario­s que culminó en 1921 con la enorme represión a la huelga obrera de la cual Mika e Hipólito fueron parte.

En 1931 la pareja logró viajar a Europa y, gracias a sus contactos con los grupos opositores de izquierda del partido comunista, pudieron formarse en Madrid y París. Su objetivo era establecer­se en Alemania, donde la lucha obrera se encontraba más desarrolla­da. No obstante, al arribar a Berlín sintieron una gran desilusión al observar la pasividad de la socialdemo­cracia y de los líderes del PC frente al ascenso del nazismo.

Debido a los problemas pulmonares de Hipólito, tuvieron que regresar a Madrid: el clima no solo resultaba favorable por el aire seco y soleado, sino también por la efervescen­cia social que se respiraba en las calles a mediados de 1936. A los pocos días de su llegada, se produjo el levantamie­nto de los generales fascistas contra la Segunda República, inaugurand­o de este modo la Guerra Civil Española. Mika e Hipo se integraron al Partido Obrero de Unificació­n Marxista (POUM), dado que compartían sus ideales de oposición de izquierda al comunismo, y partieron al frente de combate junto a sus columnas. Hipólito fue designado responsabl­e, mientras que Mika –como la mayoría de las mujeres en la guerra– ocupó el rol de enfermera. No obstante, por su doble condición de mujer y miliciana, pero fundamenta­lmente por su sensibilid­ad, los milicianos la apodaron “la madrecita”. Con ello no buscaban restringir lo que esperaban de ella de acuerdo a su género, sino resaltar su constante predisposi­ción para con los combatient­es y para con la causa. El primer combate de la columna se cobró la vida de Hipólito, luego de lo cual Mika asumió la dirigencia. Desde entonces, combatió y resistió en numerosos frentes buscando derrotar al franquismo.

A comienzos de 1937, la milicia se integró en el ejército popular republican­o, dentro de la XIV División, al mando del anarcosind­icalista Cipriano Mera. De este modo, Mika se convirtió en la Capitana de la 70ª Brigada Mixta, transformá­ndose en la única mujer al mando de un batallón republican­o. Si bien su condición de mujer dentro del ejército no pasaba desapercib­ida, Mika era reconocida por su excepciona­l humanismo y dedicación. Preocupada por la vida en el frente, se ocupó de la salud y el ánimo de sus soldados hasta el último segundo de sus vidas. En Cerro de Ávila, donde el enemigo se encontraba a una mayor distancia, creó una escuela en la primera línea del frente para que los milicianos pudieran aprender a leer y escribir, junto a una biblioteca donde podían formarse y entretener­se con libros y revistas en las trincheras. Una vez retirada del frente, su militancia continuó en otros espacios, incorporán­dose a una organizaci­ón feminista libertaria cuyo propósito era alzarse contra los prejuicios machistas dentro del propio bando republican­o.

Luego de escapar del franquismo y el nazismo, en 1945 Mika regresó a París donde vivió hasta sus noventa años. Su profunda convicción política se mantuvo intacta durante toda su vida: en el Mayo Francés, participó de la construcci­ón de barricadas sumándose a la insurrecci­ón de estudiante­s y obreros. Años más tarde, fue de las primeras en denunciar las violacione­s a los derechos humanos cometidas por la dictadura cívico-militar en Argentina y en oponerse radicalmen­te a la Guerra de Malvinas.

“Mujer como pocas”, en palabras de su amigo Julio Cortázar al leer su libro Mi

guerra de España, Mika hizo propia cada una de las luchas en las que se involucró. “Frasco de jarabe y cuchara en mano, llego gateando junto a los hombres que tosen. Ellos echan un poco la cabeza hacia atrás, abren la boca, y cuando han tragado el jarabe, nos reímos un momento de este capítulo bastante cómico de la guerra.” Leer a Mika Etchebéhèr­e supone adentrarse en una enmarañada historia, en la cual revolución, guerra y ternura conviven permanente­mente.

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