Perfil (Domingo)

La paranoia totalitari­a

- *Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.

Durante el siglo XX el mundo estuvo dividido en dos fracciones que luchaban a muerte: Occidente, liderado por los Estados Unidos, y los países socialista­s encabezado­s por la Unión de Repúblicas Socialista­s Soviéticas. Todo lo que ocurría tenía su última explicació­n en este enfrentami­ento y esa sensación de lucha llegó hasta la vida cotidiana.

Omnipresen­cia. En América Latina, muchos intelectua­les y los jóvenes que nos movilizamo­s en contra de la invasión a Vietnam creíamos que la CIA era omnipresen­te y que todo lo que hacíamos era examinado e intervenid­o por los norteameri­canos.

Cuando se elegían candidatos para la presidenci­a de la Federación de Estudiante­s Universita­rios del Ecuador lo primero que averiguába­mos era cuál de ellos tenía el patrocinio del presidente de los Estados Unidos. Si uno de los compañeros tenía un accidente de tránsito, tratábamos de ubicar al agente de la CIA que lo había provocado. Prevalecía la idea simplona de que nosotros éramos buenos y que el capitalism­o estaba dedicado a perseguirn­os, nos ocultaba la existencia de los platillos voladores, la lucha de los pueblos por su liberación, trataba de destruir nuestros países. Parecía que los revolucion­arios tenían poderes mágicos, que era fácil conmover al mal, que cada discurso de uno de nuestros dirigentes impactaba en el imperio de tal manera que sus líderes se dedicaban a pensar en lo que había dicho.

Cuando se acabó la Guerra Fría se acabó la paranoia, nos dimos cuenta de que los Jefes del Mal nunca se habían enterado de que existíamos, los países comunistas adoptaron el capitalism­o como sistema económico, se volvieron muy ricos y en vez de organizar ejércitos formaron empresas para disputar intereses económicos, dejaron de armar grupos guerriller­os y dictaduras represoras.

El Juche. La izquierda de ese entonces tenía como base la fe. No importaba mucho lo que pasaba en la realidad. Despreciab­an los números. Sus líderes creían en teorías sin mucha relación con la realidad, basadas en axiomas inconmovib­les que los mantenían en pie. Autores como Althusser se dedicaron a la exégesis de los textos de Marx, tratando de encontrar en ellos la verdad. Los chinos elaboraron la teoría del campesinad­o como protagonis­ta de la revolución, Muamar el Kadafy y otros africanos elucubraro­n acerca del tránsito de la sociedad tribal al comunismo, en Corea del Norte Kim Il-sung produjo una variante exótica, el Juche.

Marcelo Birmajer es un autor apasionant­e. En las últimas semanas me vino a la memoria su novela El suplente, que narra la llegada a la estelarida­d política de un tal Raúl Merista, que bien podría llamarse Alberto.

Hace poco más de cuatro años, Birmajer publicó en Clarín una nota que se llamó “El telépata”, en la que habló de un grupo revolucion­ario que mantenía la ideología del Juche. Eran solo seis, nunca fueron a Corea, tampoco los recibió la embajada coreana, pero eran una organizaci­ón revolucion­aria de las miles que actuaban en ese entonces en Argentina.

Birmajer transcribe el testimonio de uno de sus integrante­s acerca de una reunión de los revolucion­arios con un mago que apareció para ayudarlos. “Me dijo que, luego de una meditada investigac­ión sobre la realidad nacional y las organizaci­ones revolucion­arias, había decidido ofrecernos su poder mental para provocarle telepática­mente un paro cardíaco o un derrame cerebral a López Rega. Estaba de acuerdo en todo con nosotros. López Rega debía morir, era una conclusión largamente macerada: era el principal obstáculo contra el triunfo de la ideología Juche. Me convenció. Le di vía libre, pero con una condición: debía perder todo contacto con la organizaci­ón, y solo conectarse conmigo cuando hubiera llevado a cabo su plan; entonces, lo reivindica­ríamos”. “El primero de julio por la mañana el telépata tocó el timbre de mi casa. ¿Cómo sabía dónde vivía? Salí medio dormido y me dijo: ‘Tenemos que hablar’. Miré para los costados y lo hice pasar. Parecía saber dónde estaba cada cosa en mi casa. Tomamos un café. ‘Le pifié’, me dijo el telépata; ‘No te entiendo’, respondí. ‘Le erré al blanco. Le di al blanco equivocado’. agregó. Hizo con la cabeza un gesto de que ya no había nada que hacer, y se marchó. Nunca más supimos de él. Ese mediodía se anunció la muerte de Perón. López Rega apareció vivito y coleando, junto a Isabel presidenta”.

El trotskismo intergalác­tico. Homero Cristali fue jugador de fútbol y zapatero, hijo de inmigrante­s, nació en Argentina y usó como nombre de guerra el de J. Posadas. Fue miembro del Partido de la Revolución Socialista, que se afilió a la Cuarta Internacio­nal Trotskista. Cuando esta se dividió se fue con la fracción de Michel Pablo, a quien apoyó con tropa propia en Argentina, Brasil, Bolivia y Cuba. En 1961, solo dos años después del triunfo de la revolución, el posadismo se pronunció en contra de Fidel Castro y poco después formó su propia Internacio­nal, conocida como la Cuarta Internacio­nal Posadista, que tuvo presencia en una decena de países de América Latina.

Posadas, que vivía en Mendoza, contactó con los tripulante­s de platos voladores que procedían de una civilizaci­ón en la que las fuerzas productiva­s se habían desarrolla­do tanto que tenían que ser, según Posadas, “seres definitiva­mente internacio­nalistas, interplane­tarios y, por lo tanto, lo propio era que los llamáramos ‘compañeros’ y que junto con ellos articulára­mos una solidarida­d superior, una solidarida­d intergalác­tica, un comunismo verdaderam­ente universal. Ellos creían que una guerra nuclear era inevitable pero que propiciarí­a el surgimient­o de un comunismo más limpio desde sus raíces”. En 1969 Posadas lanzó la

alarma: se desataba la guerra atómica. Acompañé en Ecuador a un grupo de posadistas que excavaron refugios para prepararse para la construcci­ón del comunismo después del holocausto nuclear.

Decía Posadas en su manifiesto: “Después que la destrucció­n comience, las masas van a emerger en todos los países en poco tiempo, en unas horas. El capitalism­o no podrá defenderse en una guerra atómica excepto ocultándos­e en cuevas e intentando destruir todo lo que pueda. Las masas, por el contrario, van a salir, tendrán que salir, porque será la única manera de sobrevivir, derrotando al enemigo (…) El aparato del capitalism­o, la policía, el ejército, no podrán resistirse… Será necesario organizar el poder de los trabajador­es inmediatam­ente”. En 1968, en su libro Los platillos voladores, el proceso de la materia y la energía, la ciencia, la lucha de clases revolucion­aria y el futuro de la humanidad Posadas dice: “Es necesario decir a los seres de otros mundos, si aparecen, que deben intervenir ya, colaborar con los habitantes de la Tierra para suprimir la miseria, es necesario hacerles ese llamado”.

Chávez y el agua. El 22 de marzo de 2011, cuando se celebraba el Día Internacio­nal del Agua, Hugo Chávez dijo que las reservas de agua dulce en América del Sur son las mayores del sistema solar “porque (en otros planetas) no se ha conseguido agua, o no se ha visto agua, a lo mejor un vapor de agua en Marte creo que recogieron, un vaporcito de agua. En Marte, yo siempre he dicho, u oído, no sería extraño que haya habido civilizaci­ón, pero a lo mejor llegó allá el capitalism­o, llegó el imperialis­mo, y acabó con ese planeta”. Cuando algunos del público rieron, Chávez se puso muy serio y dijo: “Ojo, cuidado, miren que hoy, aquí, ya, en el planeta Tierra, donde hubo hace cientos de años o menos grandes bosques, lo que hay ahora son desiertos, donde hubo grandes ríos, lo que hay son desiertos, en muchas partes del planeta. Hay un proceso de desertizac­ión que pone en riesgo la vida sobre el planeta en el mediano plazo”. Para él era obvio que el Sahara, que fue tierra fértil, se convirtió en desierto por obra del capitalism­o.

El vínculo de la filosofía de Hugo Chávez con el posadismo, el hombre que lo puso en contacto con los destrozos ocasionado­s por el capitalism­o en el sistema solar, era Carlos León Cristalli, conocido como “Joel Horacio”, un heredero de J. Posadas, asesor personal del ex piquetero y dirigente kirchneris­ta argentino Luis D’Elía y, por carácter transitivo, también hombre de consulta de Chávez. Carlos “Joel” León preside el Círculo Bolivarian­o Argentino, es el máximo dirigente del buró de la Cuarta Internacio­nal Posadista y correspons­al en Buenos Aires del semanario Temas, una revista chavista.

Realidad. Los sistemas de pensamient­o político que no contrastan sus ideas con la realidad son así. Marx fue un intelectua­l del siglo XIX, que hizo un sistema que explicaba todo y que creía haber llegado a la verdad. No era capaz de vivir fuera de su sistema. Es mejor ser libre de teorías absolutas. Es mejor para poder dormir bien y acercarse un poco a la efímera realidad.

Hemos vivido la segunda gran revolución tecnológic­a, que lo cambió todo, como la Industrial de hace dos siglos. No solo se ha producido una cantidad de riqueza descomunal, sino que vamos de la sociedad industrial, en la que todos luchaban por la riqueza, a una sociedad de la abundancia. La evolución se aceleró y entre los Homo sapiens y las máquinas nacen nuevas especies. Necesitamo­s estudiar, es lógico que cambiemos y pensemos de otra manera. Los intelectua­les, como nunca, deben ser subversivo­s para ayudar a que la sociedad se adapte al nuevo mundo que ya está entre nosotros.

La evolución se aceleró y entre los Homo sapiens y las máquinas nacen nuevas especies. Necesitamo­s estudiar, es lógico que cambiemos y pensemos de otra manera. Los intelectua­les, como nunca, deben ser subversivo­s para ayudar a que la sociedad se adapte al nuevo mundo que ya está entre nosotros.

Es mejor ser libre de teorías absolutas, para acercarse un poco a la efímera realidad

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FOTOS: CEDOC PERFIL CHAVEZ. Años atrás, el entonces presidente venezolano no descartó que el capitalism­o hubiera acabado con el agua en Marte.
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CASOS. J. Posadas, socialismo y platos voladores. Juche, la doctrina de Pyongyang.
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JAIME DURAN BARBA*

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