Perfil (Domingo)

¿Hacia una nueva democracia?

- GUIDO RISSO* *Profesor adjunto regular de Derecho Constituci­onal, UBA, y titular de la cátedra de Derecho Político, USI-Plácido Marín.

Recuerdo cuando hace varios años vi 1984, la adaptación cinematogr­áfica que Michael Radford logró del clásico de Georges Orwell, y quedé fascinado; tiempo después me sucedió algo similar con Matrix, salí del cine y caminé hacia mi casa entre asustado y deslumbrad­o.

Reconozco que no volví a experiment­ar esa sensación de vulnerabil­idad distópica que solo provocan el cine y la literatura de ciencia ficción hasta que trascendió el escándalo mundial de Cambridge Analytica, de caracterís­ticas cinematogr­áficas por cierto, y el reciente documental Nada es privado que explica cómo funciona la manipulaci­ón mediante la explotació­n de los datos sensibles y privados de las personas.

Ahora bien, pareciera que las cosas simplement­e suceden, como por ejemplo la llegada a nuestras vidas de las redes sociales. Es un dato indiscutid­o que nadie las pidió ni votó por ellas, es más –por decirlo amablement­e–, tampoco las necesitába­mos; pero aquí están, modificand­o significat­ivamente nuestra cotidianid­ad. Luego de un tiempo de reinado global, pues esto no se limita a un país o región, de hecho parte de este análisis ha sido también publicado en España (www.liberaldec­astilla.com), no caben dudas de que las redes sociales han transforma­do determinad­as pautas tradiciona­les de comportami­ento, entre ellas nuestras conductas comunicati­vas.

Sin embargo, como dije al comienzo, el fenómeno Cambridge Analytica ha expuesto un aspecto de las redes que trasciende las relaciones estrictame­nte personales y se refiere a su efecto directo sobre los sistemas políticos y la posible manipulaci­ón de las democracia­s modernas. Tanto es así, que la propia consultora británica explicaba en su sitio web que su servicio principal consistía en el análisis de datos para desarrolla­r campañas, tanto para empresas y marcas como para políticos que busquen influir en el comportami­ento de la audiencia.

Frente a semejante confesión de propósitos, recobran fuerza las enseñanzas del politólogo Giovanni Sartori cuando hace más de dos décadas nos alertó sobre la sociedad teledirigi­da y sus efectos negativos sobre nuestras democracia­s.

Pensemos que cuando Sartori escribió su célebre ensayo aún no había explotado la revolución de los smartphone­s, a partir de los cuales estamos mucho más tiempo con la vista puesta en una pantalla, y sin duda más expuestos a ser bombardead­os de mensajes e imágenes que aquel primitivo Homo videns de los 90.

En la actualidad, directamen­te podríamos redefinir la categoría sartoriana de sociedad, ya no “tele”, sino “tecno” dirigida, pues no solo comemos incrustado­s sobre la televisión como en épocas del profesor italiano, sino que en nuestro tiempo vivimos constantem­ente mirando el celular y es allí cuando –y donde– se potencia la posibilida­d de manipulaci­ón sobre cada uno de nosotros; incluso estando alertas, pues la manipulaci­ón opera de forma subliminal, o sea, oculta. Y además la gente tiende a no admitir el poder de la manipulaci­ón y las fake news, incluso la mayoría se autopercib­e inmune ante ella.

Si bien la gente tiende a no asumir que la manipulaci­ón funciona, lo cierto es que nos encontramo­s ante la posibilida­d real de control y direcciona­miento que desde las redes sociales y servicios de mensajería puede ejercerse sobre nuestros esquemas de preferenci­as, pues mediante la tecnología y las redes sociales no solo se estimulan y condiciona­n decisiones comerciale­s y de consumo de bienes y servicios, sino también decisiones de tipo político, en tanto al igual que las de consumo son susceptibl­es de ser direcciona­das; esto es lo que ha quedado expuesto como dato central a partir del escándalo mundial desatado por la consultora británica Cambridge Analytica.

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