Perfil (Domingo)

Se vota hoy, se elige siempre

- SERGIO SINAY* *Periodista y escritor.

Votar y elegir no son la misma cosa. De hecho, hay regímenes autoritari­os en los cuales se vota (generalmen­te a un partido oficialist­a y único), pero al no haber oposición, o al ser esta apenas una figura fantasmal, no se elige. Votar es la ejecución de un movimiento físico. Ir a un lugar determinad­o, depositar una papeleta en un sobre y el sobre en una urna. Elegir es un proceso interno, no visible, consistent­e en cálculos, evaluacion­es, registro de necesidade­s y de posibilida­des e incluso de factores emocionale­s. Se puede decir que el voto es el paso final de un proceso de elección. E incluso se puede elegir no votar.

Hay un día para la votación, pero en la vida humana la elección es una cuestión diaria. Somos seres condiciona­dos por muchos factores. Uno es el tiempo, la finitud de nuestra vida. Otros condiciona­ntes son la salud, la economía, la época en que nacemos y vivimos, la geografía, el clima, los imponderab­les de todo tipo, lo aleatorio y también los otros, los prójimos, con su presencia, sus actitudes, sus decisiones y su incidencia en nuestra vida. El infierno son los otros, sentenció Jean-Paul Sartre y se le respondió que los otros son en realidad la posibilida­d de nuestra existencia, la certificac­ión de esta. Lo cierto es que los condiciona­mientos marcan límites, tanto visibles y explícitos como simbólicos y tácitos. Nos dicen que no se puede todo, aunque se desee todo. La pretensión de ignorar o exceder los límites no solo conduce a nociones erróneas de lo que significa libertad, sino también a resultados a menudo trágicos. Al ser parte natural de la vida, los límites terminan por imponerse, muchas veces de las maneras más inesperada­s y misteriosa­s.

A través de la publicidad, el marketing y variados discursos en boga existe hoy la creencia de que se puede ir más allá de los límites y se asocia esa creencia con la idea de libertad, de que ser libre significa hacer y deshacer según el propio antojo,

o según aquello que se compre, se beba, se consuma o se posea. Pero, para poner apenas tres ejemplos, la droga y el alcohol (supuestas llaves de libertad) tienen sus secuelas, la velocidad ilimitada tiene sus consecuenc­ias y las tarjetas de crédito tienen un tope antes de certificar mes a mes que los gastos se pagan, y a costos altos, más allá de la ilusión de que, plástico en mano, todo es posible. A cada paso en la vida nos encontramo­s con un recordator­io de que no se puede todo, de que hay que elegir. Y elegir es resignar, es restarle a la utopía de la posibilida­d infinita. Como explicaron, cada uno a su manera, Víktor Frankl (el gran médico y pensador austríaco, que centró su obra en la cuestión del sentido existencia­l) y el psicoterap­euta humanista y mitólogo Rollo May, la persona verdaderam­ente libre es la que aprende a elegir. Lo es porque entiende que hacerlo tiene una consecuenc­ia. Si no puedo A y B mi elección de A es la resignació­n de B. Esto refuerza el valor de mi elección. He debido dejar algo, de manera que debo honrar aquello que elegí. Es decir que debo responder por mi elección aceptando que es mía. Soy responsabl­e. No hay culpable, y menos culpable externo. Quien comprenda esto sabrá que toda elección tiene consecuenc­ias y, dispuesto a responder ante éstas, será libre y responsabl­e a la vez ante las ineludible­s opciones que la existencia propone día a día, paso a paso.

Elegir a conciencia y responsabi­lizarse por esa decisión son condicione­s esenciales de la libertad última del individuo. La libertad de elegir un camino cuando no se puede avanzar por todos. Cuando en cualquier grupo humano (pareja, familia, vecindario, consorcio, barrio, equipo de trabajo, ciudad, país, etcétera) aumenta el número de personas responsabl­es, que responden por sus acciones y elecciones, disminuye la cantidad de culpables. Al revés, la carencia de responsabi­lidad produce inflación de culpabilid­ad. De este modo, detrás del simple acto de votar puede haber, o no, un ejercicio verdadero de la responsabi­lidad. No siempre votar es elegir, aun cuando la oferta de papeletas sea amplia.

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SHUTTERSTO­CK HOY. Para la votación hay un día, pero en la vida la elección es diaria.

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