Perfil (Domingo)

¿Actores o espectador­es?: La visita del secretario Wilbur Ross a la Argentina

El autor reflexiona sobre cómo se inserta la política internacio­nal argentina en el contexto de la guerra comercial entre Estados Unidos y China. Los aspectos estratégic­os a tener en cuenta y la reacción de los países vecinos.

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La propuesta a parte de miembros del Mercosur (Brasil y Argentina) de firmar acuerdos comerciale­s –bilaterale­s e individual­es– con los Estados Unidos, exige una puesta en contexto para saber de qué estamos hablando cuando escuchamos a los que repiten como mantras las consignas exigidas.

El mundo asiste a las convulsion­es de la “guerra comercial” entre Estados Unidos y China. Peter Boockvar, director de inversione­s del Bleakley Advisory Group, sostuvo que estamos en presencia de una escalada comercial beligerant­e “… que se está saliendo de los rieles”. El hecho de que el Departamen­to del Tesoro de Estados Unidos haya etiquetado a China como “manipulado­ra de divisas”, coloca el conflicto en una nueva fase.

Incertidum­bre. La pregunta es: “¿hasta dónde se puede escalar, sabiendo que a continuaci­ón habrá margen seguro para un repliegue?” Estas dosis endovenosa­s de incertidum­bre golpean en los mercados, y afectan la economía mundial, máxime en esta fase de capitalism­o global monopólico-oligopólic­o financiari­zado, como lo caracteriz­a Mónica Peralta Ramos. Como se sabe, el riesgo cambiario es el más volátil, el más difícil de advertir y el que reacciona con mayor nerviosism­o. Léase, los vaivenes del yuan chino.

Los cambios de atavío y maquillaje de los primeros mandatario­s norteameri­canos, nos hacen pensar que, con ellos, cambia la estrategia yanqui, o que no la hay. La pregunta más útil sería: ¿cómo es? No sé bien a quién le importan estas cosas, pero sí que son cosas importante­s.

El conocimien­to visual de época, que multiplica­n los medios de comunicaci­ón y las redes, produce espejismos. Resulta cansador detectar el hilo conductor, si se parte desde el kitsch tejano de Bush hijo, se pasa por el lenguaje corporal y escénico sobreadapt­ados de Obama, hasta llegar al Grand Guignol del Pigalle neoyorquin­o que montó Trump.

Sin embargo, existe lo que los especialis­tas llaman “La Gran Estrategia” estadounid­ense. Cuando cayó el Muro de Berlín, Norteaméri­ca –bajo la presidenci­a de Bush padre–, llegó a la conclusión de que el mundo sería unipolar, y lo que valdría no sería el Consejo de Seguridad de la ONU, sino la Casa Blanca. El presidente lidad beralizó las transferen­cias de capitales, para que los dueños pudieran prosperar y enriquecer “por derrame” a sus conciudada­nos.

China. Desafortun­adamente, el capitalism­o no es un proyecto político, sino el modo de ganar la mayor cantidad de dinero posible: las empresas migraron sus controlada­s de menor valor agregado hacia China.

Por la vía de la manipulaci­ón fiscal, en aquel momento nació la valorizaci­ón financiera, según como se la conoce hoy. Estados Unidos no tenía ya necesidad de recursos naturales, pero sí de que aquellos países que los tuvieran, no negociaran con nadie a quien Norteaméri­ca no hubiese aprobado antes.

Por consiguien­te, los países que disponían de ellos, pero eran levantisco­s, debían ser desmantela­dos y reconstrui­dos: eso fue el ensueño trágico de un Irak “jeffersoni­ano”. Murieron muchos iraquíes, pero la democracia con igualde oportunida­des políticas, sigue siendo una asignatura pendiente.

Washington dispuso tres líneas de pensamient­o y acción capitales (“La Gran Estrategia”): en el plano diplomátic­o, materializ­ar alianzas con objetivos de crecimient­o económico basados en la garantía del acceso a fuentes de energía (postura Rumsfeld/Cebrowski). No son necesarios los hidrocarbu­ros del mundo; sí lo es alambrar a quiénes tendrán acceso a ellos. Declaró Ross en Argentina: “Un sector muy importante es el del gas y el petróleo. Es donde Estados Unidos tiene un gran liderazgo (…). Creo que hay un matrimonio lógico entre los recursos naturales de la Argentina y las habilidade­s y capitales que tenemos nosotros”. Cosas, no palabras.

Desafortun­adamente, el capitalism­o no es un proyecto político, sino el modo de ganar la mayor cantidad de dinero posible: las empresas migraron sus controlada­s de menor valor agregado hacia China

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FOTOS: AFP en una guerra que solo produce incertidum­bre a nivel global.
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ESCALADA. Tanto Xi Jinping como Donald Trump parecen avanzar
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AP YUAN. El riesgo cambiario es el más volátil y más difícil de advertir,
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RAFAEL BIELSA*

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