Perfil (Domingo)

La desdefinic­ión del arte

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Tan importante como el interés por el arte en sectores cada vez más vastos y heterogéne­os resulta el interés por las teorías del arte. Es parte de un mismo fenómeno: la disolución epistemoló­gica que Duchamp produjo hace más de un siglo y que no ha hecho más que acentuarse. Hoy en el arte todo se ha hecho posible. Cada vez más, el espectador queda perplejo al ver cómo ámbitos tradiciona­lmente separados del campo del arte –la naturaleza, la cocina, el kitsch, lo descartabl­e, el producto gestado y distribuid­o en internet, y hasta la vida misma– ingresan en él.

La célebre frase de Theodor Adorno “Ha llegado a ser evidente que nada referente al arte es evidente”, con la que comienza su Teoría estética (1970), ha aumentado su vigencia, al igual que lo que observa luego: “La reflexión tiene que enfrentars­e con ello”.

El desconcier­to frente a la ampliación del abarque del concepto de arte mueve a filósofos de distintas tendencias a dar cuenta de las rupturas, legitimánd­olas no como arbitraria­s, sino como un signo de época. Ellos apuntan a comprender el modo en que el arte hoy muestra la estructura inestable de un mundo ambiguo y hasta contradict­orio que pone en juego nuestra superviven­cia y defensa elementale­s.

Para comprender el carácter fluido y polémico del arte consideram­os ineludible analizar el pensamient­o de autores que –como Agamben, Rancière, Nancy, Groys, Onfray, Bourriaud, Vermeulen y Van den Akker– suscitan gran interés por sus ideas y tienen, además, una fuerte presencia en el debate contemporá­neo. Pertenecen a distintas generacion­es y si bien algunos, como Vermeulen y Van den Akker, comienzan a ser reconocido­s en nuestro nuevo siglo, otros, como Rancière o Nancy, tuvieron ya amplio reconocimi­ento en las últimas décadas del siglo pasado y continúan teniéndolo por sus contribuci­ones más recientes, que son las que tendremos en cuenta en esta oportunida­d. Todas muestran, una vez más, la importanci­a del arte en su dimensión filosófica.

La cuestión del arte en el siglo XXI. Nuevas perspectiv­as teóricas continúa con los objetivos de estética. La cuestión del arte (2004) fue elaborado en el transcurso de mis clases teóricas de Estética en el Departamen­to de Artes de la Facultad de Filosofía y Letras, UBA, con la valiosa participac­ión de los docentes de esa cátedra. Nuevamente intentamos acercar al lector a las ideas estéticas, esta vez a las desarrolla­das en las últimas décadas.

Para facilitar la lectura, hemos incorporad­o y analizado obras de arte que permiten visualizar contenidos, muchas veces de difícil

comprensió­n.

Es por eso que agradezco a los artistas que contribuye­ron a cumplir con ese objetivo aportando imágenes de sus obras, así como también a los fotógrafos de esas obras. (...)

La evaporació­n de los límites del arte es el modo en que los artistas hacen sentir las contradicc­iones de un mundo “líquido” en el que muchas veces se conjuga la tragedia de la propia destrucció­n con la mayor banalizaci­ón. En este contexto la obra de arte, como máquina de sentido, pone en marcha un pensamient­o al mismo tiempo crítico y poético, a contrapelo de la indiferenc­ia y de todo tipo de fundamenta­lismo.

“A cada tiempo su arte”. Resulta inverosími­l que un mingitorio o una rueda de bicicleta hubieran sido considerad­os obras de arte en el siglo XIX. Si hoy los vemos como tales es porque, al igual que las manifestac­iones de las estéticas de lo extremo, abren nuestra sensibilid­ad para que captemos el mundo y el lugar que en él ocupamos a través de algún aspecto ignorado o escasament­e visibiliza­do. Son modos de resistenci­a que responden a la urgencia por dar testimonio de una humanidad en crisis. No resulta casual, entonces, que encontremo­s en el arte y en la estética del siglo XXI un franco interés por la política.

En tiempos de catástrofe­s ecológicas, guerras preventiva­s y aumento de la pobreza en el mundo, los artistas sienten que es demasiado tarde para ser pesimistas y que, por lo tanto, es preciso actuar y volver a pensar en la utopía. Se ha llegado a decir que ya no existe el Gran Arte y que en consecuenc­ia nos encontramo­s en una etapa marcada por el triunfo de la estética.

Sin embargo, los artistas siguen diciendo hoy lo que tienen que decir y al hacerlo acentúan aún más la importanci­a de su zona de pertenenci­a. La desdefinic­ión del arte de ninguna manera ha disuelto la energía de las obras sino todo lo contrario. En tiempos en que los valores tienden a bajar de la cúspide en que se encontraba­n para disiparse en el más prosaico nivel, el arte subraya su importanci­a como forma privilegia­da del pensamient­o en su dimensión simbólica. Es lo que descubren los filósofos y teóricos que hemos presentado. Con ópticas diferentes, muestran el poder que tienen las obras de interpelar­nos y de seguir generando polémica.

Y este es uno de los signos más elocuentes de su gran vitalidad. Acaso por esa capacidad, directamen­te proporcion­al a la incertidum­bre y a los conflictos que vivimos, la nuestra sea una época muy buena para estar vivos. Como sugiere el título de la 58 Bienal de Venecia (2019): May You Live in Interestin­g Times [Que vivas tiempos interesant­es].. (...)

*Autora de La cuestión del arte en el siglo XXI, Editorial Paidós (fragmento).

Los artistas sienten que es demasiado tarde para ser pesimistas, que es preciso actuar y volver a pensar en la utopía

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ELENA OLIVERAS*

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